Opinión

¿De presidente a primer ministro?

22 de diciembre de 2017

parlamento-armenio-1Casi dos años atrás los ciudadanos de Armenia concurrían a las urnas para decidir en referendo popular sobre la propuesta de transformar el vigente sistema de gobierno presidencialista a otro de corte parlamentario. La reforma fue planteada por el partido de gobierno, el Republicano, la FRA-Tashnagtsutiún y el partido Armenia Próspera.

Los republicanos aseguraban por entonces que los cambios promoverían la descentralización del poder y generarían una mayor democratización en Armenia. El Tashnagtsutiún, fiel a su historia, veía la forma parlamentaria de gobierno como la más progresista y adecuada para el país. En tanto Armenia Próspera, que se oponía a la reforma mientras era conducida por Gaguik Tsarukian, en ese momento ante la “retirada” de su líder, se plegaba al proyecto.

La reforma obtuvo el apoyo popular a pesar de las críticas opositoras y a las eternas denuncias de fraude que una vez más se hicieron presentes apenas se abrieron las urnas. En la previa a la consulta constitucional, muchos opositores objetaban las reformas asegurando que sólo eran una estratagema para que el presidente Sarkissian pudiera continuar en el poder luego de agotar su segundo y último período de gobierno.

Es cierto, algunos analistas coincidían entonces en que la reforma del sistema de gobierno no estipulaba la imposibilidad de una continuidad presidencial, por lo que las afirmaciones opositoras tenían cómo sostenerse. El jefe de estado dejó entrever en algunas de sus declaraciones de aquel momento que no era su intención ser el futuro primer ministro, pero tampoco lo negó enfáticamente.

La designación de un ex empresario y directivo de la compañía estatal de gas de Rusia como su jefe de gabinete o primer ministro, abrió un paréntesis en el imaginario popular. Karén Karapetian supo generar desde sus primeras acciones al frente de su nuevo cargo algunas expectativas de un futuro de desarrollo y ciertas mejoras en el terreno social y económico. Lo hizo prometiendo nuevas y cuantiosas inversiones que luego no llegaron en los volúmenes pretendidos. Sin embargo, su experiencia como administrador eficiente pudo revertir algunas malas costumbres de los hombres de gobierno armenios. Comenzó una módica lucha contra las mafias y los monopolios, sin perder de vista que él mismo pudo haberlas promovido con la inserción de grupos empresariales armenios del exterior en el ambiente de negocios local.

Las cosas no marchan mejor en Armenia, no pudo detenerse la caída de la economía, menos la constante emigración. Tampoco ayudó el contexto regional pues Rusia, el gran comprador de los productos de manufactura armenia sigue en crisis, al tiempo que dicho contexto económico impacta también en las remesas que los trabajadores armenios envian a sus familias. La disminución de esos aportes redundó en la caída del consumo y por consiguiente afectó a la capa social más vulnerable de Armenia.

En medio de esta realidad, el gobierno se apoyó en más de una ocasión en la figura de Karén Karapetian y en los buenos augurios que su tarea comenzaba a generar en la población. Muchos ya lo imaginaban como el futuro primer ministro, cargo que el propio funcionario veía con buenos ojos. Empero poco a poco volvió a la palestra la continuidad del presidente Sarkissian. Y a pesar de que él mismo sigue en su postura de no referirse al respecto, sus colaboradores más inmediatos ya lo postulan para encabezar el próximo gobierno.

Es difícil abrir a la distancia un juicio certero acerca de esta probabilidad porque hacerlo sería tal vez tomar partido por uno u otro de los probables candidatos. Lo que no podemos dejar de lado es nuestra obligación de comunicar lo mejor posible la realidad de nuestro presente sociopolítico tratando que los lectores puedan sacar sus propias conclusiones.

Jorge Rubén Kazandjian

 

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