¿Debemos ser optimistas?
Y llegó el día en que la tan criticada por algunos y tan esperada por otros reforma constitucional se puso en marcha. Al concluir el segundo mandato de Serge Sarkissian, asumió el cargo de presidente de Armenia el exdiplomático Armén Sarkissian (sin lazos familiares con su antecesor). Por supuesto, sus poderes como mandatario no tendrán el alcance que tenía el puesto hasta el momento, pero llamativamente el fuerte discurso pronunciado ante centenares de personar en el Hamalir de Ereván, no pareció el compromiso de quien asume un cargo casi protocolar.
"El siglo XXI es un siglo de pensamiento y progreso científico rápido. En consecuencia, debemos construir una nueva Armenia, una joven Armenia, una Armenia dinámica, flexible y creativa", declaró el flamante funcionario. Sus palabras contienen un mensaje esperanzador para una sociedad cansada de esperar las mejoras prometidas. Un pueblo que no sólo sufre la crisis que demuele a las familias, destruyéndolas al obligar a muchos de sus integrantes a migrar en búsqueda de trabajo, sino que también tiene presente en su existencia diaria el peligro concreto de una nueva guerra con Azerbaidján.
El nuevo presidente no es un improvisado pues ha tenido largos años de actividad diplomática en el Reino Unido y conoce en profundidad el contexto de negocios europeos porque además es un hábil empresario. Y una muestra de su compenetración con la realidad armenia es lo que dijo en otro tramo de su alocución: "No importa cuán atractivas y comprobadas sean las promesas de futuro brillante, el pueblo quiere sentir resultados ahora y tiene razón”, expresó, dejando en evidencia a muchos de sus antecesores que engañaron cruelmente a sus connacionales.
Tiempo atrás también se había abierto una ventana que permitía avizorar tiempos mejores cuando fuera designado como jefe de gabinete el también exempresario Karén Karapetian. Su gestión pareció encaminarse al éxito pues a su inicio logró cierto consenso favorable en el ámbito de negocios, pero la promesa de inversiones que finalmente no llegaron o lo hicieron en menor medida a lo esperado, conspiró en su contra. También buscó combatir la corrupción que ya es un mal instalado en la sociedad armenia con muy poco resultado. Sin embargo, su imagen siempre alentó a pensar que los cambios llegarían en algún momento. Y en ese contexto Karapetian fue considerado el sucesor natural de Serge Sarkissian para ocupar el cargo de primer ministro a partir de la extinción del mandato presidencial de éste.
Pero la política encierra mentiras y verdades. Las mentiras quedan sepultadas bajo nuevas “verdades” que se busca imponer a través de increíbles vericuetos que siempre están fuera del alcance de quienes votan esperanzados a sus candidatos comprobando luego que una vez más quedaron atrapados en las redes de quienes sólo piensan en el poder por el poder mismo.
Serge Sarkissian insinuó años atrás que no era su intención continuar al frente del gobierno. Su mensaje se interpretó así pues fue dado a conocer en las vísperas de la consulta constitucional que estableció los cambios que ahora se implementan. Luego, desde hace varios meses sus compañeros del partido Republicano comenzaron a impulsarlo como el único político capaz de llevar adelante a esta Armenia envuelta en crisis y una guerra acechante. Finalmente el interrogante se desveló y Serge Sarkissian ya se prepara para ponerse el traje de primer ministro en apenas unos pocos días.
¿Debemos ser optimistas? Estamos obligados a serlo porque respetamos a nuestros hermanos y queremos lo mejor para ellos, pero nuestra mirada crítica siempre estará dispuesta a enfrentar los errores de gobierno, la corrupción y la mentira de los malos funcionarios.
Jorge Rubén Kazandjian