Opinión

Del aula a la realidad

09 de abril de 2019

Diario-Armenia“No he visto patria tan hermosa y extraña, como la que me ha tocado en suerte”. Los versos son de Odiseas Elytis, poeta griego y premio nobel de literatura. Es una de las canciones más emocionantes del vasto repertorio heleno. Al escucharla, siento profundamente lo que la letra expresa. Pero en mi caso, con la variante de “las que me han tocado en suerte…” cuando de patria se trata. Hace tiempo que he superado el “conflicto” de la doble nacionalidad y como si fuera poco, también el de la triple. Estar en Buenos Aires, en Atenas o en Yerevan es como estar en casa. Así de simple.

Me son tan familiares el asado criollo como el suvlaki o el jorovadz de tonir. La misma sensación de pertenencia experimento al caminar por las calles de San Telmo, de Plaka o por la avenida Apovián. Pero ¿qué sucede con los idiomas? he aquí la cuestión. Tres alfabetos distintos, tres gramáticas, tres mundos de habla dispar. ¿Es posible dominarlos por igual? ¿Hablar, escribir y comprenderlos de la misma manera? ¿Sentirlos tan propio el uno como los otros?

Obviamente prevalece en cada uno el idioma que más ha escuchado, leído, hablado, estudiado y ejercitado a lo largo de su vida. En él, las cuatro destrezas del lenguaje –expresión oral, escrita, comprensión lectora y auditiva- son las propias del hablante nativo. Pero nada impide que uno pueda llegar a un nivel similar con otro u otros idiomas. La cuestión radica en no desistir porque es sabido que cuando los abandonas, te abandonan. Y para que eso no  suceda, es imprescindible mantenerse conectado con cada uno de ellos y desarrollar –diariamente- una o más de las mencionadas destrezas.

Leer literatura o historia es apasionante y leerlas de la fuente original, lo es aún más. Pero no es sólo la lectura. La clave está en tratar de captar –comprehender- y compartir en cada idioma particular, la realidad de esos mundos culturales y sociopolíticos diferentes entre sí y que uno siente como propios. Seguir el día a día de cada uno de los países a través de la prensa vernácula en la red. Y si el bolsillo lo permite, visitar y estar un tiempo en cada uno de ellos, con la mirada y la postura del habitante y no la del turista “en Babia”…

En cuanto al debate impulsado desde estas páginas, el análisis de los múltiples y diversos factores que dificultan la enseñanza y el aprendizaje del armenio fuera de Armenia, excede los límites de esta columna. Es un problema común entre los pueblos con diáspora, como el nuestro. Y en este caso particular, lo complejo se acentúa más por la existencia de las dos variantes del armenio, el occidental y el oriental. Lo que sí está claro, es que el tema habrá que enfocarlo desde una metodología de enseñanza de lengua “extranjera” porque –salvo excepciones- los armenohablantes nativos en la diáspora están en plena extinción.

El método de inmersión lingüística sigue siendo uno de los más efectivos para el aprendizaje. En nuestro caso, la exposición intensiva al idioma armenio se logrará estimulando a las nuevas generaciones a vivir un tiempo en Armenia, a participar en programas de acogida en familias o a realizar cursos de aprendizaje y capacitación como los organizados por la Fundación Gulbenkian a través de su exitoso programa “Zarmanazán”. Del mismo modo, es tarea prioritaria e ineludible de las instituciones comunitarias asegurar la participación de nuestros alumnos y jóvenes en los eventos culturales o deportivos panarmenios, en los campamentos scout de Homentemén o en los viajes de egresados de nuestros colegios.

Una vez lograda esa “inmersión”, habrá que sustentarla en lo cotidiano. Para que el armenio no sea un idioma “del aula” sino de la realidad. Un idioma que comunique con el mundo que nos rodea.

Dr. Ricardo Yerganian
Exdirector del Diario ARMENIA
ryerganian@diarioarmenia.org.ar

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