Editorial de 1934 ante el fallecimiento de uno de los impulsores de Diario ARMENIA, Harutiún Tagtachian

07 de diciembre de 2021

En el marco del 90 aniversario de Diario ARMENIA, reproducimos la traducción del Editorial del 21 de abril de 1934 en idioma armenio del entonces Jefe de Redacción, Sarkis Topchian, ante la prematura desaparición física del compañero (enguer) Harutiun Tagtachian, uno de los impulsores de la fundación de este Diario, líder comunitario y partidario de la FRA-Tashnagtsutiún.

Sus sentidos conceptos dan cuenta del valioso aporte que realizó en las primeras décadas de la naciente colectividad armenia en la República Argentina, formada a partir de la llegada de los sobrevivientes del Primer Genocidio del Siglo XX, perpetrado por el Estado Turco contra 1.5 millones de nuestros compatriotas entre 1915 y 1923, crimen de lesa humanidad que aún permanece impune.

Consideramos oportuno presentar este testimonio obtenido de nuestro archivo como contribución a la difusión de la memoria de quienes nos precedieron en luchar por nuestros derechos e ideales.

Harutiún Tagtachian

Harutiún no está más… ¡Qué  amarga y cruel verdad!

Si en muchos aspectos, la desmesura y el extremismo es aceptable, en relación a Harutiún es imperdonable.

Y sobre su recuerdo, nos cuidamos de expresar algunas palabras inoportunas y redundantes.

Como hombre, el compañero Harutiún Tagtachian tenía variadas virtudes. Era honrado, trabajador e ilustrado. Nunca expresaba sus consejos con palabras, sino con trabajo y acción. Era una mente perspicaz y orientada a la acción, educado y con una personalidad agradable.

Era enemigo irreconciliable de la vanidad; y había elegido la prudencia como la guía de su vida. Si bien a primera impresión se veía sentimental, sin embargo el gobierno de su vida y obra lo había entregado a la razón, a través del camino del análisis. Como un europeo, antes de dar pelea, sopesaba y juzgaba bien.

Habiendo allanado múltiples obstáculos de la vida, había creado un arsenal de experiencias, el que aprovechaba correctamente, para no tener nuevos tropiezos.

En la vida material, se caracterizó por su limpia personalidad. Duro y austero en sus actividades materiales, se desempeñó como contador en sus actividades comerciales, creando un respeto sin límites entre el público. Era generoso y pródigo en la vida pública, si personalmente estaba convencido que el trabajo emprendido era útil para el público y la patria. Nunca fue fatalista, lo que era propio de un oriental. El dominio de cada cosa la encontraba sólo en el trabajo constante, y creía en ese movimiento salvador, que se convirtió simultáneamente en el eje de su vida y muerte.

El se encontraba siempre en las orillas de los movimientos públicos y políticos, para que su centro se condujera exitosamente. Era la retaguardia de las actividades que comenzaba para asegurar las circunstancias de su suceso. Y quería pasar desapercibido, mientras que en el momento de los fracasos, estaba al frente, con el objetivo de alentar y estimular a los que no pudieron alcanzar los objetivos.

Inspiró una fe increíble entre sus allegados, y a ellos nunca los decepcionó.

Era un defensor de ideas y sabía que sin un tema concreto, el ideal es irrealizable y perece. Por eso, pudo conciliar la idea y la materia y coordinarlos, teniendo dominio sobre ambos.

Poseía un espíritu moderado y pacificador; y soportaba nuestros defectos nacionales en tal medida, que nunca cruzaron los límites de la vida pública y nacional.

Nunca había estado en Armenia, pero su existencia y vida para no eran un sueño lejano, simplemente una vida espiritual, y al mismo tiempo real y palpable. Era un gran creyente de nuestro futuro y nuestra existencia nacional, aún en estos días opresores y desesperanzadores.

Según Harutiún, si cada armenio en el círculo que actúa útilmente tanto en la vida pública y a la armenidad, que lograría el pueblo armenio salvarse política y culturalmente.

Harutiún no discurría de sentimientos ni pensamientos turbulentos, sino que fluía tranquilo, como un arroyo eterno e inagotable.

Creía más en un desarrollo tranquilo y paciente, que en el resultado deslumbrante de un momento oportunista. Todo aquello que tenía brillo momentáneo y ocasional, era repugnante para él. Le gustaba ver en todas las cosas trabajo y constancia.

Quizá por eso era, que para Harutiún el trabajo se había convertido en un hábito, siendo una condición, un medio para actuar paso a paso. La vida del compañero Harutiún Tahtadjian, desde los pupitres escolares pasando por la Universidad de América del Norte y hasta el destino emprendedor en América del Sur, tenía muchas esperanzas, especialmente respecto a los jóvenes.

Su anhelo público -bajo crueles circunstancias por la lucha de la existencia- tuvo sus interrupciones, pero nunca apagaron ese fuego de las ideas, alrededor del cual circularon miles de jóvenes, de las nuevas y viejas generaciones.

Harutiún queda como un personaje singular en la formación y organización de nuestra comunidad.

Como uno de los fundadores locales de la Federación Revolucionaria Armenia, nuevamente, está en la primera línea, tanto como decano, como dirigente.

Además, él era un colaborador de la prensa y literatura armenia, fundando “Armenia”, que hoy es una obra real y concretada, la cual unos años antes sólo era un sueño y una ilusión lejana, imposible e irrealizable.

Con la entrega de Harutiún Tagtachian, la comunidad armenia de Buenos Aires pierde uno de sus primeros organizadores; la Federación Revolucionaria Armenia y el diario “Armenia” uno de sus fundadores más destacados, y el pueblo armenio, uno de sus hijos más nobles, que era un orgullo y un honor para su pueblo.

Con profundo dolor y lágrimas en los ojos, venimos a arrodillarnos ante la tumba de este buen hombre y buen armenio, repitiendo las palabras del sabio:

“Hay hombres vivos que han muerto, y hombres muertos que viven”.

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