El lobby azerí insiste con el concepto “autonomía” para lograr la paz en Artsaj

13 de junio de 2022

Bakú apela al caso de las Islas Åland hace un siglo en el Mar Báltico. Pero no son casos comparables, allí no hubo limpieza étnica de suecos ni bombardearon a la población civil como en Artsaj.

En 1921 la novel Liga de las Naciones llevaba apenas dos años desde su conformación a instancias del Tratado de Versalles, que fue dando forma a la paz mundial tras la Gran Guerra que había sumido a Europa en una ola de destrucción y muerte nunca vista hasta entonces.

Pero casi tan pronto como se acalló el tronar de los cañones surgió en el extremo septentrional del continente una disputa por autonomía, que un siglo después tiene inusitada actualidad como una fórmula que se busca imponer como solución al conflicto de Artsaj. Al menos según la visión de Azerbaiyán.

La disputa por las Islas Åland, localizadas en el Mar Báltico entre Suecia y Finlandia, fue un conflicto político con crecientes tensiones que no llegaron a la guerra entre ambos país, y que duró entre 1917 y 1921, cuando se resolvió por un acuerdo entre las partes.

La población de las islas –mayoritariamente sueca- pedía separarse del Gran Ducado de Finlandia y del Imperio Ruso, en momentos en que sobrevino la Revolución Bolchevique y en paralelo, Finlandia buscaba su independencia.

Resumiendo, el conflicto se resolvió aplicando el concepto de autonomía y derechos culturales a los suecos que habitaban las islas, en un territorio que, sin embargo, quedó bajo soberanía finlandesa.

Caballo de Troya caucásico

¿Qué tienen que ver las Islas Åland con Artsaj y los armenios? Pues, poco y mucho a la vez. El creciente lobby azerí busca desde hace años instalar en la agenda internacional la idea de que la solución al conflicto de Artsaj es otorgar autonomía a los armenios, en un escenario marco de control soberano de Azerbaiyán.

Algo parecido a lo que forzaron los soviéticos para la misma fecha (1921) cuando establecieron el enclave de Nagorno Karabaj Autonomus Oblast (NKAO) y el exclave de la República Autónoma de Najicheván (Najchiván según la versión deformada de los nombres armenios que suele utilizar Azerbaiyán).

La semana pasada se publicó en commonspace.eu, el portal de un think tank de análisis geopolítico europeo, un artículo titulado “La autonomía es una forma de resolver algunos de los problemas en las relaciones entre Armenia y Azerbaiyán”, cuyo autor es Kamal Makili Aliyev.

El autor del documento, claramente azerí de nacimiento, es doctor en Derecho Internacional y Derechos Humanos, Profesor Asociado de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) e investigador afiliado del Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho Humanitario, dependiente de la Fundación RW, que preside el empresario armenio-argentino Eduardo Eurnekian.

Makili Aliyev se presenta como analista y experto independiente en derecho internacional, conflictos, seguridad y defensa, y tiene estudios realizados en Azerbaiyán, Moldavia y Suecia, entre otros destinos.

Desde 2018 reside en Suecia pero en su foja de servicios se destaca su trabajo en la Corte Constitucional de la República de Azerbaiyán (2008/09), en el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán (2009/11) y como editor de la revista académica “Caucasus International” en Turquía y Azerbaiyán (2011/17).

Además, se desempeñó en el Center for Strategic Studies, dependiente del Presidente de la República de Azerbaiyán (2011/17), y en la Academia de Administración Pública, también en la órbita de la Presidencia de su país (2017/2018).

Como es notorio, Makili Aliyev es un cuadro político de la administración de Bakú, defiende los intereses de Azerbaiyán y poco y nada en sus antecedentes lo habilitan a presentarse como “investigador independiente”.

Abonando el terreno

La teoría de Kamal Makili Aliyev no es novedad. Viene desarrollando esta comparación entre el caso de islas Åland y Artsaj al menos desde los últimos tres años. En noviembre de 2019 publicó un libro titulado “Territorios en disputa y derecho internacional”, cuya bajada explica que el abordaje es un estudio comparativo del conflicto de Nagorno Karabagh y el precedente de las islas Åland.

El eje de su argumentación es que no existe un antecedente en derecho internacional de aplicación práctica del concepto de autodeterminación de la minorías per se.

“Sin embargo, el Acta Final de Helsinki -el documento base utilizado por la OSCE como marco legal en las negociaciones lideradas por el Grupo de Minsk- es el acuerdo internacional que más se acercó a establecer un concepto de autodeterminación interna que puede convertirse en garantías para los derechos de las minorías”, señala Makili Aliyev.

El autor indica que el derecho internacional sí prevé “la igualdad de derechos de los pueblos y su derecho a la libre determinación” solo dentro de “las normas pertinentes del derecho internacional, incluidas las relativas a la integridad territorial de los Estados”. Es una forma sofisticada de  expresar el pensamiento más brutal del presidente azerí Ilham Aliyev, cuando sugiere que los armenios deben aceptar lo que diga Bakú y que no correrán peligro bajo la administración de Azerbaiyán.

A esta postura y avalando el último artículo de Makili Alyev se sumó también vía Twitter otro conocido personaje del lobby azerí, Thomas de Waal, autor del libro “Black Garden” (2003) en el que postula, con supuesta independencia intelectual, los principales argumentos del régimen azerí sobre el conflicto.

¿Alguien en su sano juicio puede creer en la seguridad de los armenios, rodeados de azeríes deseosos de invadir el territorio tan pronto como las fuerzas de paz rusas no estén más custodiando en el terreno?

Makili Aliyev dice que, en este sentido, un buen ejemplo son las Islas Åland, una región autónoma de habla sueca dentro de Finlandia, al que califica como exitoso para unir a suecos y finlandeses política, culturalmente, en educación y relaciones interpersonales.

¿El secreto?, se pregunta el autor. “Estructuras cuidadosamente pensadas para la separación de poderes entre la autonomía y el gobierno central, respeto por los derechos de las minorías y garantías de seguridad en forma de desmilitarización (incluyendo, no reclutamiento local o bases militares) y neutralidad (la autonomía no puede participar en guerras ni pasivamente, ni activamente) de la región”.

Tras señalar que el gobierno armenio “también ha hecho un cambio fundamental en el enfoque de sus negociaciones, alejándose de los reclamos territoriales sobre Karabaj y hacia la garantía de los derechos de los armenios de Karabaj a vivir en libertad y seguridad”, el autor avanza con su teoría.

“En el caso de Karabaj, algunos ejemplos de Åland que representarían los requisitos mínimos de una autonomía viable serían: un régimen especial para los derechos lingüísticos (el uso del armenio en las escuelas, los medios de comunicación, el gobierno local y el reconocimiento del armenio como región oficial), derechos culturales (los armenios tendrían derechos de propiedad sobre todos los objetos culturales, ganancias del turismo)”.

También “derechos exclusivos sobre bienes raíces (en municipios locales o territorialmente), control local sobre los ingresos fiscales y subsidios del estado central. Todos estos derechos deberán ser parte de un tratado internacional garantizado por los estados regionales y no sujetos a cambios sin el consentimiento de la minoría”.

Y aclara que el mismo tratado “debería garantizar la completa desmilitarización y neutralización de Karabaj: no podría albergar bases militares, el servicio militar para los miembros de la autonomía no podría ser obligatorio y las armas estarían restringidas a unidades especiales de las fuerzas policiales locales”.

O sea, algo así como ustedes no pueden tener armas, ni ejército, deberán estar desmilitarizados pero esa restricción no nos cabe a nosotros. Falta que le den al zorro la llave del gallinero.

Makili Alyev enfatiza además, que durante años, Azerbaiyán había ofrecido algún tipo de autonomía a los armenios de Karabaj dentro de su estado central pero que tras la victoria en la guerra de 2020, “esta oferta fue revocada incondicionalmente”.

Y llegado a este punto, vuelven las amenazas. “El irredentismo y el separatismo armenios solo prolongarían el conflicto, al igual que una imposición azerbaiyana por la fuerza de su soberanía sobre el territorio”.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

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