El lugar y papel del Estado

02 de mayo de 2020

La pandemia de coronavirus continúa sin disminuir. Investigadores y científicos trabajan día y noche para encontrar una cura. Al mismo tiempo, los responsables de la política y los politólogos están examinando y analizando los efectos de la epidemia, particularmente en las esferas económica y social pensando en el “día después”.

Pensar en el “día después” nos da una idea de cómo la humanidad enfrentará la primera crisis global y evaluar qué tipo de impacto y medidas preventivas tomará. Es un hecho que no hay líderes que puedan desempeñar un papel de liderazgo por su trabajo y reputación frente a la situación que se está desarrollando. También es un hecho que los líderes populistas y aventureros han aparecido recientemente, haciendo que la situación en el mundo sea aún más incierta.

Inmediatamente después del colapso de la Unión Soviética, se extendió la idea en forma de eslogan, “el fin de la historia” y que de ahora en adelante solo una ideología perduraría, la liberal, ahora transformada en neoliberalismo. Este pensamiento tuvo como aliado a la prensa liberal y cientos de Think Tanks (laboratorio de ideas o grupos de pensamientos). La mayoría de ellos fueron financiados por los centros de poder financieros, que eligieron al Estado como principal objetivo de su propaganda, culpándolo de todo tipo de desastres y males.

En la década de 1990, las ideas derivadas del Consenso de Washington y la rápida globalización revisaron la definición del concepto de Estado-Nación. En ese sentido, el Estado-Nación tiene sus raíces en dos conceptos principales: soberanía y ciudadanía, que también han sufrido cambios.

Los Estados cedieron parte de su soberanía cuando establecieron voluntariamente instituciones supranacionales. También lo hicieron con estructuras subordinadas, como las Autoridades Locales a las que que transfirieron atribuciones, contribuyendo a una participación más efectiva y eficiente de los ciudadanos. Todo esto demostró que el ciudadano, consciente de sus derechos, contribuye al fortalecimiento de la democracia, así como a la expansión y el ejercicio de los derechos.

La ideología neoliberal no busca eliminar al Estado, sino reducir su papel al mínimo, atribuyéndole ineficiencia y corrupción.El neoliberalismo glorifica el mercado y lo convierte en el eje central alrededor del cual debe transitar la vida. Por lo tanto, debe garantizarse la desregulación del mercado, ya que el mercado fija sus leyes. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que no es así. Los monopolios y oligopolios se formaron muy rápidamente, y el dominio de las finanzas sobre la economía se hizo más significativo. En este contexto, los centros financieros buscan moldear la sociedad según sus propios intereses y tienden a difundir su influencia dentro de las instituciones internacionales y, por lo tanto, influir en la vida política de los países.

Al mismo tiempo, el Estado en parte renunció de sus obligaciones indelegables, especialmente en las áreas de salud pública, educación y servicios sociales.

Pero “la historia no ha terminado”. Hay una mentalidad vital que valora el lugar y el papel del Estado, dándole un papel clave en la configuración de un mundo justo y moderno donde el mercado existirá pero no será soberano y desenfrenado.

Este pensamiento es seguido por los partidos socialistas y socialdemócratas, que están lejos de dogmas y todo tipo de totalitarismos. Y poseen una ideología enraizada en los valores universales de libertad, igualdad, justicia social y solidaridad.

Durante la crisis actual del COVID 19 el debate sobre el lugar y el papel del Estado adquiere relevante actualidad. Cuando miramos las estadísticas sobre la pandemia, queda en evidencia que aun los países más desarrollados no tienen capacidad para controlar al virus, debido a que el sistema de salud pública se ha debilitado con el tiempo y se ha vuelto casi impotente.

En este sentido, vale la pena echar una mirada sobre países como Italia y los Estados Unidos, ambos poderosos y miembros del G7.

Durante años, Italia ha tenido gobiernos liberales y populistas que han tratado de reducir al mínimo el papel del Estado. En los últimos diez años, el sistema de salud pública de Italia ha recibido un mínimo de € 37 mil millones del presupuesto estatal. Durante el mismo período, 42.800 médicos y especialistas fueron expulsados ​​del sistema de salud estatal. La cifra de camas se ha reducido de 5,7 a 5 por cada 1.000 personas. El sector privado recibió un impulso, que debió haber sido complementario y no tendiente a sustituir al sistema de salud pública.

También vale la pena echar un vistazo a los Estados Unidos. Si bien Estados Unidos es el mayor proveedor de atención médica del mundo y representa el 17% de su producto interno bruto (PBI), la participación del Estado en el total es solo del 40%, lo que aumenta el costo de la atención médica y priva a decenas de millones de su población de una atención médica de calidad.

Estados Unidos es el país con el mayor número de infectados y fallecidos, y las predicciones futuras son espantosas. Durante la presidencia del populista Donald Trump, se están haciendo politicas estatales que tienden a reducir los fondos y presupuestos públicos. En tres años, Trump ha hecho un esfuerzo por “desarmar” su sistema de salud. En 2018, despidió a funcionarios de alto rango del Servicio de Salud Pública de EE. UU. En su vertiginoso populismo Trump, ha enviado proyectos de ley al Congreso, tratando de reducir el presupuesto estatal de atención médica en un 40 %., hasta el momento sin éxito.

El intento de Trump de eliminar el Obamacare (Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible) como lo llamó el presidente Barack Obama, no solo se basa en cálculos puramente políticos, sino también en la profunda convicción de su administración de que el Estado no tiene nada que hacer con la salud. En otras palabras, para Trump, la atención médica es un negocio, como todos los demás negocios.

Antes de la implementación de Obamacare en 2010, 48,6 millones de personas en los Estados Unidos no tenían atención médica, pero en 2016 ese número se redujo a 27,3 millones.

A la luz de las observaciones anteriores, vale la pena analizar la situación en Armenia.

Después del colapso de la Unión Soviética, se puede decir que la dirección estratégica estatal de la República de Armenia en el campo de la atención médica ha sido casi la misma.

En los últimos años, las privatizaciones en el sistema de salud se han llevado a cabo con el objetivo de modernizar la calidad de los servicios, lo que a su vez ha contribuido al aumento de los precios de los servicios de salud.

Ante esto el Estado no ha sido indiferente y se ha opuesto subsidiando algunos de estos servicios. El sistema de salud de la República de Armenia, heredado de la Unión Soviética, con sus defectos, podría describirse como bastante sólido. En 1990, la proporción del presupuesto total asignada a la salud en la Armenia soviética era del 10%. El número de médicos por cada 1,000 habitantes era de 4, y el número de camas de hospital era de 8.6. El número total de hospitales e instalaciones de salud llegó a 180. Sin embargo, en 2019, el presupuesto total asignado a la atención médica fue del 6,9%, hay 5,5 médicos y 4 camas por cada 1.000 habitantes. Actualmente, el número total de hospitales e instituciones médicas es de 124 (88 públicos + 36 privados).

Si Armenia continúa en este camino, el sistema de salud, aunque bueno hoy, inevitablemente se asemejara al de Italia y Estados Unidos. El cuadro actual de infectados de COVID-19 en la República de Armenia no es tan satisfactorio.

Hasta principios de abril, 311 de cada 1 millón de personas estaban infectadas. Con todo esto en mente, podemos concluir que la reducción del papel del Estado en el sistema de atención de salud puede proporcionar cierta efectividad en “condiciones pacíficas”, pero en caso de una crisis grave, sus vulnerabilidades se harán evidentes.

La región donde se encuentra la República de Armenia se caracteriza por los desafíos a su seguridad, su subsuelo sísmico, o el cambio climático con sus impredecibles consecuencias. Desafíos que no aseguran a Armenia “condiciones pacíficas” permanentes.

Es necesario que el Estado desempeñe su papel de cuidar y fortalecer el tejido social del país y garantizar la participación de la salud pública en el presupuesto nacional, para que no solo preserve el sistema sino que también contribuya a la investigación y la incorporación de tecnologías. El Estado deberá garantizar también que todo el personal del sistema de salud pública tenga remuneraciones acordes y satisfactorias.

Además, es necesario que el Estado propicie la creación de un sistema de seguridad social dirigido a todos los sectores de la población en particular dirigido a los más vulnerables y necesitados.

Aunque los debates sobre el papel y el rol del Estado continuarán en el tiempo, estos días de crisis aguda muestran que el lugar del Estado es insustituible en el mundo moderno, y que la participación privada también puede contribuir al desarrollo de toda la humanidad.

Sin embargo, no debemos olvidar que la fuerza impulsora del sector privado son las ganancias. Y el sentido de la existencia del Estado es la protección del interés general.

Mario Nalpatian
Ex miembro del Buró de la FRA – Tashnagtsutiún, miembro del Consejo Nacional Armenio Mundial, consejero del Canciller de la República de Armenia y vicepresidente de la Internacional Socialista.
*Nota publicada en Troshag, órgano oficial de la FRA – Tashnagtsutiún nº 4 (1638 histórico), abril 2020. Traducción de Lucas Koussikian.

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