El Proyecto Haigaz de Soledad Bagdasarian: un libro que recupera las memorias de su abuelo sobreviviente del Genocidio Armenio

26 de agosto de 2021

Soledad Bagdasarian es docente y trabaja en la gestión de proyectos artísticos. Nos cuenta orgullosamente que estudió en el Colegio Armenio Jrimian y que creció dentro de Homenetmen. Es la nieta más pequeña de Haigaz Bagdasarian, un sobreviviente del Genocidio de 1915 que decidió dejar testimonio de sus vivencias de su vida aventurera de huérfano en un cuaderno manuscrito que viajó por el mundo. “Cuando me enteré de la existencia de sus memorias pensé que en algún momento las publicaría”, dijo Soledad en diálogo con Diario ARMENIA.

¿Cómo supiste de la existencia del manuscrito de tu abuelo? 

—Fue durante unas vacaciones en la costa, allá por el 2012. Quizás antes había escuchado sobre el tema. Ese cuaderno tiene su propia historia además de la historia que allí se relata. Mi abuelo escribió sus memorias en los 70´s. En 1974 viajó a Beirut a visitar a sus hermanos y se lo entregó a uno de ellos, a Hagop. A mediados de los años 80 Hagop se fue a vivir a París, en el contexto de la guerra civil libanesa, y se llevó el libro con él. Mi abuelo murió en el 85 y Hagop en el 89. Diez años más tarde mi papá se encuentra con sus primos hermanos en París y le entregan el cuaderno de tapa dura marca Laprida. “Esto te pertenece”, le dijeron. 

¿Cómo surgió la idea de publicar las memorias?

—Muchas fueron las veces que conversamos en familia acerca de publicar las memorias del abuelo. El correr por las cosas de todos los días nos llevó a dejar pasar el tiempo; pero un día esa idea se hizo sentir distinta, como una especie de señal, como si alguien me la hubiera susurrado al oído. Hace dos años empecé a recabar el material, digitalizar el archivo fotográfico, las postales entre familiares, cartas, documentos y otros manuscritos de mi abuelo Haigaz. Sentí que contando su también estamos haciendo memoria sobre la vida de miles de huérfanos que crecieron en los orfanatos del Líbano.

Muchas veces me pasó contarle a amigos y amigas no armenies, sobre la historia de vida de mi abuelo y que se quedaran súper enganchados escuchando. Tuve la oportunidad cada 24 de abril explicar sobre el Genocidio en las escuelas públicas de la Ciudad donde trabajé y descubrir entusiasmo por saber de la historia del pueblo armenio. Eso me daba la pauta de que la historia de los armenios/as debía ser contada y no solo debía quedar dentro de la comunidad.

¿Cómo fue el proceso de investigación que iniciaste?

—Una vez tomada la decisión comencé a reunir todo el material de mi abuelo que fui encontrando en la casa de mis padres: fotos, cartas, postales, escritos, cuadernos, documentos. Los catalogué, clasifiqué las fotografías según las diferentes épocas, y las mandé a digitalizar. Luego me aboqué a la traducción de sus memorias y decidir qué contar, cómo presentar el tema para alguien que no conoce la historia. También necesité ordenar en mi cabeza los acontecimientos, aquellos que no estaban escritos pero que eran parte de la transmisión de la historia oral familiar. Ordenar mis preguntas y explicarme algunos por qué. Leer sus manuscritos, la traducción, corregir, ordenar las fotos que ayudaron a desentrañar su historia y relatos. 

La pandemia fue el momento más acertado para este proceso y del intercambio con tías y tíos de París y Boston que ayudaban a entender los relatos y las fotos. También fue un tiempo de introspección y de búsquedas sobre el entramado familiar. Sentí que nuestra historia es como un rompecabezas a reconstruir. Cada hermano y hermana de esta familia que sobrevivió al genocidio tuvo una vida muy singular, todas atravesadas por andanzas, desdichas y una tragedia común.  

¿Qué aspectos descubriste de tu abuelo que no conocías?

—No conocía cómo había sido su niñez en detalle. A grandes rasgos sabía que se había criado en los orfanatos, pero los escritos me permitieron conocer los pormenores de sus vivencias, la dureza de su niñez, la pasión por lo armenio. Algo muy llamativo de sus relatos es el nivel de detalle con que describe su vida durante la niñez, su juventud y el trance hacia la adultez. Eso me dio la pauta de cómo su vida estuvo condensada en esas experiencias entre su Adiyaman natal, su paso por Siria, su patria Beirut, como él la nombra. Su entrada en Argentina fue de película (medio de terror). Hay ciertos miedos que lo persiguen y no termina de explicitar. Su juventud de fedayines en Beirut, andanzas que lo marcaron. Descubrí rasgos de su personalidad y vivencias en mis propias experiencias de vida, procesos personales que pasé durante mi juventud y que tienen cierta coincidencia con los procesos de su vida.

¿Cómo era Haigaz? 

—Prácticamente no tengo recuerdos de él. Los recuerdos que tengo son en base a los relatos de mi familia y las fotografías. Según me contaron, era una persona de profundas convicciones, amante de la justicia, honesto y generoso. Pese a la distancias estaba muy apegado a sus hermanas y hermano que vivían en Estados Unidos y Líbano. Lo describen como una persona de mucha ternura, muy familiero. Le contó sus vivencias a sus hijos Eli y Juan, mi papá. A mi abuela Lucía le contó con mayor detalle la crudeza de esas experiencias. Mi tía cuenta que en los almuerzos y cenas mi abuela le preguntaba “Haigaz, contános sobre qué escribiste hoy”, y de esta manera se generaban las charlas y mi abuelo explicaba sobre lo que escribía y sobre las cartas larguísimas que intercambiaba con sus hermanas y hermano. 

Mi abuelo se encargó de promover que sus hijos aprendieran armenio y crecieran dentro de los scouts y el club (Homenetmen). Soñaba con que sus nietos fueran a un colegio armenio. Convenció a mi mamá, que no es de origen armenio, y tanto a ella como a sus hijos les transmitió el amor por la identidad armenia. Estaba feliz de que fuéramos al Jrimian. Fue un tipo de buen humor y muy cariñoso con nosotros, sus nietos. Sus amigos eran el lungo Juan, Avedis Barsamian, el Sr. Guzukian y Andreas Karamanian. Desde que se radicó en Buenos Aires, se vinculó a la FRA-Tashnagtsutiún. Fue un militante. Siempre iba a la iglesia. Era muy lector, leía todo lo que llegaba en armenio. Escribió notas relacionadas con política internacional para este diario (ARMENIA) y me produce una gran emoción poder hablar sobre él con ustedes. 

¿Por qué pensás que sintió la necesidad de documentar su vida? 

—Escribió un prefacio en el manuscrito: Todo lo que se documenta en este manuscrito es solo la imagen de mi vida aventurera, similar a la de miles de huérfanos armenios que escaparon milagrosamente de la «yataghan» (espada) turca en 1915. Escribí mis experiencias vividas para mis seres queridos y para aquellos con quienes compartí mi vida con el fin de retribuir la deuda moral que siento, manteniendo vivos los recuerdos. 

Mi abuelo sentía una deuda moral, una cierta culpa de ser víctima y no haber dado a conocer la tragedia del pueblo armenio. Quizás sintió que los esfuerzos como sobreviviente estuvieron destinados a reconstruir los lazos comunitarios, sus tradiciones, su lengua. A organizar sus instituciones, es decir, muy hacia adentro, y que como colectividad contaron poco de lo que vivieron hacia afuera.

Haigaz empezó a escribir una vez jubilado. Trabajó durante treinta años en una fábrica como soldador. Tiempo antes, aprendió el oficio de cerrajero y abrió un negocio en su casa del barrio de Patricios, Ciudad de Buenos Aires. Según me contaron, escribía mucho en los ratos que pasaba en silencio en el negocio. En 1982, publicaron una carta escrita por él en el libro La Bomba, del periodista español José Antonio Gurriarán. Ahí contó brevemente la historia del pueblo armenio. Con todas las diferencias del caso también siento el compromiso de dar a conocer su historia como forma de acortar las brechas del negacionismo.

¿Contanos brevemente en qué consisten sus memorias? 

—Sus memorias cuentan cómo era la vida antes de 1915, las costumbres y tradiciones. Hay un corte en este relato con la llegada del enemigo ruin y el genocidio. Describe lo que les tocó vivir a él, con solo tres años de edad, y a toda su familia. Una vez alejados del peligro de la espada turca, viven como mendigos en tierras sirias hasta entrar en los orfanatos. Relata también la crudeza durante la niñez, las manos misioneras salvadoras, los sucesos bélicos ante los ojos de un niño, todos los días un nuevo comienzo. Ya joven, hizo el intento de radicarse en Boston gracias a una hermana instalada allí. El destino le juega una muy mala pasada y queda preso por un tiempo en centros de ilegales hasta que es deportado nuevamente al Líbano. Empezar de cero en Beirut hasta que decide venir a la Argentina. Si bien el objetivo era volver a Estados Unidos, pero como argentino, una vez que se incorpora a la comunidad armenia en Buenos Aires y forma su familia, se aleja de la idea del sueño americano.

¿En qué consiste el Proyecto Haigaz y qué esperas que produzca en la gente?

—Proyecto Haigaz surgió a partir de la idea de que las memorias publicadas en un libro era una manifestación parcial de la historia de vida. Nuestra idea es expandir el universo narrativo y generar una plataforma como herramienta para la construcción colectiva de la memoria armenia, utilizando diferentes formatos. Algo que nos trajo la Argentina de los últimos años es recuperar la memoria como forma de sanar procesos de la historia. Desde un principio pensé que la historia personal de un sobreviviente es también una parte de la historia de una comunidad. Al leer a una persona, nos leemos como pueblo. Algo muy lindo que me sucedió desde que salió el libro fue recibir mensajes de familiares de los enguer (compañeros) de mi abuelo y de primos que me comparten recuerdos y otros relatos que lo describen. Siento que el libro es la excusa para volver a traer a la memoria historias que de lo contrario quedarían en el olvido.

¿Cómo pensás que tus hijos van a recordar a su bisabuelo?

—Mis hijos sienten un fuerte apego por la historia familiar. Si bien su apellido paterno es de origen español deciden nombrarse usando el Bagdasarian como primer apellido. Nunca les fue ajena nuestra identidad. Muchos 24 de Abril participamos de las marchas y conmemoraciones en familia. Sumado a todo eso, vivieron muy de cerca todo el proceso de este libro.

¿Cómo es tu relación con la comunidad?

—Desde que comencé el proyecto volví a pensarme desde lo comunitario. Retomé el estudio del armenio. La guerra del 2020 fue como un cachetazo a la realidad y a mi proceso personal. Me generó un gran desánimo y estuve mucho tiempo bloqueada sin poder acercarme a las memorias y continuar con la edición del libro. Sentí que la historia por la que había pasado mi abuelo cien años antes se estaba repitiendo. Un día me dije, lo mejor que puedo hacer es terminar el libro.

Contactos:

Sitio web: www.haigaz.ar

Facebook e Instagram: @memoriasarmenias

Mail: proyectohaigaz@gmail.com

Compartir: