El pueblo armenio quiere saber de qué se trata

20 de noviembre de 2020

Salir de la pesadilla no es fácil. Recuperarse de duros golpes lleva tiempo. Tanto más, si la pesadilla y los golpes nos afectan al mismo tiempo en lo individual y lo colectivo.

No es la primera vez que los armenios vivimos una tragedia. Es más, es parte inseparable de nuestra historia. No es necesario remontarse al Genocidio de 1915. El terremoto de 1988 en el norte de Armenia fue la causa de cerca de 25 mil muertes. Familias enteras desaparecieron y hoy descansan en el interminable cementerio de Gyumrí.

Pero ¿fue el movimiento telúrico la verdadera causa de tantas muertes? ¿se llamó a rendir cuentas a los que permitieron construir en una zona sísmica edificios que cayeron como torres de papel? ¿Se juzgó a los responsables? Lo único que sabemos con certeza es que hay una gran escultura que recuerda a esas víctimas…

Hoy aún no logramos reponernos de la nueva tragedia. A partir del 27 de septiembre y hasta el 10 de noviembre fuimos testigos –ante la indiferencia de gobiernos y organismos internacionales- de una agresión armada que en tan sólo 44 días se llevó la vida de cerca de cinco mil jóvenes armenios. Una generación entera sacrificada. Lo más preciado de un pueblo, sus jóvenes, su futuro…

Ese sacrificio es lo primero que uno se cuestiona al tratar de comprender lo sucedido. Los interrogantes son muchos. Pero ¿saldrá alguien a poner la cara ante tantas familias destruidas? ¿quién o quiénes explicarán a esas madres la razón de que sus hijos perecieran en una lucha completamente desigual, sabiendo desde el principio que lo era?

Una vez más, estamos ante trágicos sucesos. Y una vez más, se busca ocultar responsabilidades tras una nebulosa política. El recambio de ministros y funcionarios civiles y militares no logrará aclarar lo sucedido. Tampoco funcionará como fusible para distender el clima de tensión generado en Armenia luego del humillante resultado en lo militar y en lo territorial.

Los drones turcos fueron el “terremoto” que nos azotó esta vez. Pero así como los que permitieron construir edificios-castillos de arena tenían nombre y apellido, así también la pérdida de tantas vidas tiene sus responsables. Si bien las víctimas civiles y militares armenias fueron literalmente exterminadas por esos drones ¿qué decir de quienes dejaron indefensos a nuestra gente y a nuestros soldados a merced de esas armas asesinas?

Se podrá alegar que no son momentos de buscar responsables sino de aunar esfuerzos para salir de esta difícil situación. Que el peligro externo acecha y que no debemos bajar la guardia.

No agitar las aguas internas durante la guerra era lo más sensato. Pero ahora que la misma ha terminado no se puede hacer la vista gorda y seguir como si nada hubiera pasado. En el más alto nivel gubernamental tendrán que asumir las responsabilidades políticas que les caben y hacerse a un lado. Y a través de una investigación imparcial, habrá que llegar legalmente hasta el fondo de la cuestión.

Es suficiente tanto dolor. El pueblo armenio no quiere más esculturas que recuerden a sus mártires ni más misas de responso. Ya es tiempo de saber de qué se trata.

Ricardo Yerganian

Exdirector del Diario Armenia

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