¿El regreso de la historia?

13 de diciembre de 2020

Sabemos que la Federación Revolucionaria Armenia Tashnagtsutiún condena el acuerdo alcanzado entre los gobiernos de Armenia, Azerbaiyán y Rusia, porque lo entiende como una claudicación a la soberanía nacional recuperada y se constituye en amenaza para la seguridad y los derechos del pueblo armenio en el presente y para el futuro. También conocemos que la FRA sostiene desde hace tiempo que Azerbaiyán y Turquía vienen auspiciando "resolver" el problema armenio en Artsaj, aniquilando y desplazando a la población local; y que los daños causados en este último enfrentamiento confirman las intenciones de concretar una nueva campaña genocida.

En respuesta a la agresión turca-azerí, la nación armenia se puso de pie en defensa de sus compatriotas y de la patria milenaria. Las y los armenios se unieron sin precedentes, en todos los frentes y en todos los puntos del planisferio. En Armenia y Artsaj, hombres y mujeres levantaron sus armas, voluntarios y voluntarias llenaron las trincheras y la ciudadanía abrió sus puertas a sus hermanos y hermanas desplazados por la cruel guerra. Las diásporas armenias salieron a las calles por miles para protestar contra los crímenes de guerra de Azerbaiyán y Turquía, así como para exigir la paz y el reconocimiento de la República de Artsaj, y se unieron para recaudar cientos de millones de dólares para las inmediatas necesidades.

Cada uno en su medida fue parte de los esfuerzos para defender nuestro suelo patrio y nuestro pueblo de este crimen contra la civilización. En unidad, apoyamos al liderazgo de Armenia y Artsaj para sostener el difícil desafío de preservar la identidad nacional y llevar a nuestro pueblo a la victoria.

Hoy, el escenario es distinto. La unidad no es la que conocimos en tiempos de guerra. La FRA durante todo el conflicto transmitió al gobierno la necesidad de cambiar el rumbo estratégico de la guerra con propuestas concretas. Luego de la capitulación, se pronunció contra el deshonroso acuerdo que suscribió Pashinyan y fue insultada, y mucho más que otros espacios políticos. En Sudamérica el Tahsnagtsutiún exigió la renuncia del primer ministro y también fue descalificado, particular y lamentablemente por referentes institucionales que se supone bregan por el consenso y la unidad.

Es cómodo castigar a la FRA. Todavía se escuchan y se leen discursos que buscan implicar al Tashnagtsutiún como cómplice del Genocidio Armenio, sólo porque con el acercamiento a los Jóvenes Turcos buscó mejorar la situación de los armenios en un imperio que prometía dejar atrás las conductas del sultán, pero cuando quedó claro que los Talaat, Enver y Djemal eran peores, la FRA los combatió como nadie lo hizo (durante y después). Salvo que pretendamos ignorar a Tehlirian, Yerganian, Dzaghiguian, Torlakian, Shiraguian y su operación Némesis. En fin, las acusaciones son infundadas, simplistas y generalmente vienen de sectores de la política teñidos de autoritarismo totalitario, antinacional, antidemocrático y con una ausente y casi nula capacidad de autocrítica.

El centro político de pueblo armenio, durante el siglo XIX y principios del XX, era Tiflis (la actual capital de Georgia). La FRA intentó durante tiempo prolongado reunir un gobierno de coalición para dirigir el proyecto de la Primera República, pero por entonces no había voluntad para mudar la política a Ereván. El Tashnagtsutiún decidió ir. Asumió la responsabilidad de dirigir un país empobrecido, plagado de enfermedades, que aún atravesaba un genocidio. Cuando la situación dejó de ser sostenible, por la presión turca (de un lado) y la rusa bolchevique (del otro), la dirigencia de aquella gloriosa república tomó las decisiones que estaban a su alcance para preservar el país. Y es gracias a ello, en esa geografía se desarrollaron luego las dos repúblicas que le sucedieron. Esa es la base del estado moderno armenio. Pero, igualmente, las críticas llueven. Parece que el latiguillo “meghavor e Tashnagtsutiúnë” (el culpable es la FRA) revive una y otra vez. Prefiero decir que el Tashnagtsutiún es un actor indispensable en los últimos 130 años de la historia de nuestro pueblo.

Claro, para otros, el Tashnagtsutiún es lo peor de lo peor porque “entregó” la república a los rusos. Así dicen las personas que poco entienden de la historia, que mucho repiten sin cuestionarse lo dado y lo heredado y que seguramente estarían de acuerdo con los y las cobardes que no habrían ido a Ereván cien años atrás, o que probablemente abandonaron sus unidades en Sardarabad o vendieron a sus compañeros armenios a los turcos durante el genocidio.

Para algunos, ser de la FRA también es ser un “fanático ciego” que no hace más que protestar en vano y con malos modales. Sin embargo, quienes reprodujeron y reproducen ese estereotipo no ven que con ese espíritu nacional la FRA nunca dejó de izar la ierakúin, cuando a algunas instituciones les daba vergüenza y otras personas sentían rechazo y aversión al ver flamear esos colores. ¿Vamos a discutir esto? No vale la pena. Lo que realmente importa es que hoy, las generaciones que descienden de los “fanáticos” tashnagtsagán y de los reaccionarios hagatashnagtsagán, izan el mismo pabellón.

Los “fanáticos” de la Unión Juventud Armenia de la FRA realizaban marchas frente a la embajada de Turquía reclamando justicia por el genocidio. Hoy, la marcha es el acto principal de la comunidad los 24 de Abril de cada año. ¿También discutiremos esto? Tampoco vale la pena.

El Consejo Nacional Armenio de la FRA (CNA) trabajó incansablemente durante muchos años para lograr la promulgación de la Ley 26.199, por la cual la República Argentina reconoce el Genocidio Armenio. Así también se alcanzó el objetivo en todas las provincias del país. Con el correr de los años, las tareas se diversificaron y más actores se sumaron a esta lucha por el reconocimiento y contra el negacionismo de Turquía. Los mismos esfuerzos se volcaron en Uruguay y Brasil, con la suerte de un desarrollo del trabajo de Causa Armenia a nivel sudamericano y en coordinación con las oficinas del CNA en Armenia y en las distintas regiones y continentes. Habría que preguntarse si existe alguna versión que supere esta realidad. Nadie se atrevería a tanto.

La FRA en toda Sudamérica, con sus instituciones ideológicamente afines (HOM, HOMENETMEN, HAMAZKAÍN, BADANEGAN y UJA) en conjunto con las oficinas del CNA, educando desde el colegio JRIMIAN y difundiendo a través del DIARIO ARMENIA, iza desde hace muchos años la bandera de Artsaj, canta su himno, tiene en agenda la lucha por su reconocimiento y milita su causa desde los inicios; todo ello en consonancia con el esfuerzo y la sangre derramada por sus compañeros en el campo de batalla. UJA de la FRA organiza las marchas frente a la embajada de Azerbaiyán en Buenos Aires junto a la familia de organizaciones ideológicamente afines, invitando a toda la comunidad, desde hace más de ocho años. Pareciera que había que llegar a este conflicto para que algunas instituciones y connacionales empezaran a hablar del tema, a marchar a la embajada de Azerbaiyán y a levantar la bandera del reconocimiento. ¿Hace falta que lo dejemos por escrito? Nuestros compañeros y compañeras dirían que no. Sin embargo nos empecinamos en perder el tiempo.

Hoy, la FRA se pronuncia en contra del vergonzoso acuerdo que firmó Pashinyan de manera unilateral e inconsulta y pide su renuncia irrevocable. Considera que detrás de la decisión del primer ministro hay una conducta que traiciona los principios que hacen a la viabilidad de nuestro país y a la supervivencia de nuestro pueblo, y que por ello es un acto de lisa y llana entrega al enemigo de suelo patrio ancestral, que no hace más que vulnerar aún más nuestra seguridad y que debe rotularse como traición a la patria. Ante esta declaración, ¿a quién vamos a criticar? A la FRA. ¡Bravo!

Unidad, es unidad de acción. Nunca es ideológica. No todas las personas ni instituciones tienen que pensar igual, porque eso va en contra de las libertades. Nos unimos en la acción para apoyar a los gobiernos de Armenia y Artsaj desde el primer día, sin titubeos. Ahora bien, luego del fracaso manifiesto ¿debemos unirnos en el silencio? Pashinyan es el padre de la derrota ¿por qué deberíamos apoyarlo?, ¿acaso propicia que algo cambie? Nasser perdió la guerra, y renunció. Seguramente, los críticos llaman a esto oportunismo político. A esas personas les recordamos que cuando Serge Sarkissian firmó los protocolos, la FRA en todo el mundo lo tildó de traidor; y quienes hoy critican a Serge en defensa de Pashinyan, en ese entonces lo defendían.

Quizás habría que estudiar mejor la praxis de la FRA y entender que tiene que ver con asegurar que la seguridad nacional sea el punto número uno de la agenda. Por descuidarla, y agotar la vía diplomática (entre otras cuestiones) sucedió lo que ya conocemos. Y toda esta situación de vulnerabilidad puede profundizarse aún más si Pashinyan permanece en la silla. Basta con observar cómo envalentonados, nuestros enemigos, en voz alta afirman que llegarán hasta Ereván.

Algunas instituciones salieron a respaldar a Pashinyan, y a condenar instantáneamente la posición del Tashnagtsutiún. Hoy, los jefes políticos y las instancias superiores de aquellas instituciones piden también la renuncia del primer ministro. ¿Tendrán que acomodar el discurso? ¿Cómo se hace? Parece que el impulso hagatashnagtsagán también nubla la razón y la vista.

Hay un patrón de conducta que hace que la historia se repita. La FRA aparece tomando las decisiones en beneficio del pueblo y la nación, y a un alto costo político que otros no quieren o no pueden tomar. Luego aparecen las y los detractores, desde la comodidad representada en silla, sillón, computadora y televisor; y bien lejos de los problemas. Mientras la FRA fue uno de los primeros en enviar unidades al frente (a apenas 6 hs de iniciados los ataques) y sufrir la pérdida de muchos de sus voluntarios, como también lo hizo en los años noventa y en la guerra del 2016, la comodidad de la falsa militancia nacional y de quienes quieren hacer de la opinión una ciencia termina jugando a la guerra en Twitter. Todo prueba lo mucho que se dice y lo poco que se hace. Porque la comodidad conduce a repetir discursos sin cuestionarlos, a la pobreza de contenido, a la falta de análisis; a que las mentes cerradas siempre tengan la boca abierta.

Hay personas que han pasado por nuestras escuelas, escuchan nuestra música, participan en nuestros campamentos, leen nuestra literatura, disfrutan de nuestros centros comunitarios, asisten a nuestros eventos, se suscriben a nuestros periódicos, e incluso cobran de nuestras arcas, y luego se burlan del Tashnagtsutiún. Lo hacen porque la FRA hace algo que no les satisface. Menosprecian al partido cuando elige una posición política que no coincide con la suya. Nos insultan, dicen que somos el pasado vetusto, que dedicamos demasiado tiempo a la Causa Armenia, que somos muy nacionalistas. Apuñalan por la espalda a una organización de la que reciben tanto pero a la que no le retribuyen nada. Eso es desagradecimiento e injusticia. De todas maneras, nada de eso desvía al partido de sus objetivos.

La FRA, como cualquier organización, posee innumerables errores. Pero, ¿quiénes critican? ¿Quiénes son realmente? ¿A quiénes representan y a cuántas personas? ¿Son parte de alguna organización internacional con 130 años de entrega y sacrificio? Las preguntas se responden en voz baja. No vaya a ser que alguien escuche y pasen vergüenza.

Muchas personas tienen un problema con el Tashnagtsutiún. Pareciera en algunas una cuestión insuperable, algo que no las deja concebir el sueño. Es una preocupación en sus vidas, y es entendible porque la FRA tiene escuelas, publica libros, tiene sus diarios, sus oficinas de Causa Armenia, sus organizaciones juveniles políticas, sociales, musicales y de danza, deportivas, scout, sus organizaciones culturales, educativas, su propia Cruz Roja (HOM). Son personas que tienen un problema: no pueden dejar de hablar del Tashnagtsutiún. Lo intentan, pero no pueden; porque su identidad es casi eso, es ser hagatashnagtsagán. Pareciera que tienen un vacío por dentro. Es complicado ayudar a alguien en ese estado.

La Causa Armenia, para cualquier persona que se considere tashnagtsagán, tiene pilares fundamentales que se vinculan con la reivindicación de los derechos del pueblo armenio. Esta última guerra interrumpió el desarrollo de una Artsaj libre e independiente. Y la situación de vulnerabilidad que deja la derrota compromete también la lucha por el reconocimiento internacional del genocidio armenio, y de su reparación. Por consiguiente, no hay que perder de vista que el próximo paso sea la apertura de las fronteras con Turquía y Azerbaiyán, a cambio del olvido, de matar nuestra memoria y enterrar nuestra lucha.

Y en ese momento, que esperemos nunca llegue, tal vez estemos viendo el regreso de la historia. Posiblemente experimentemos una nueva polarización, donde algunas instituciones de la comunidad se pongan a discutir cómo podemos ser amigos de los turcos y azeríes, vivir en un mundo “mejor” y en “paz” (aunque sea bajo otra bandera), zanjar nuestras históricas diferencias, poder viajar por Turkish Airlines sin culpa y, finalmente, reasignarle al Tashnagtsutiún el mote que consideren merezca tener: un grupo de nacionalistas “dementes y fanáticos” que creen en la “utopía” del desarrollo de una República Armenia libre, independiente y unida.

Comité Aram Manukian de la FRA

Compartir: