El yihadismo, aliado del plan genocida turco-azerí
Los argumentos del negacionismo turco-azerí están en contradicción absoluta con las sagradas escrituras del Islam y sirven como antecedente del actual yihadismo. Existen numerosos testimonios científicamente comprobados que ratifican la tergiversación del Corán y que continúan instrumentando los grupos fundamentalistas y los enemigos de la convivencia entre todas las naciones y religiones.
Los armenios fueron leales súbditos que cumplieron fielmente las prescripciones del pacto de Omar que establecieron, desde el siglo VII, las pautas bajo las cuales los no-musulmanes pueden vivir “sometidos y humillados” bajo un gobierno musulmán y a cambio de ello, se les garantizaba la vida y sus propiedades. En modo alguno, escribe Narciso Binayan Carmona en su libro “Los armenios en la Argentina” (1996), puede atribuirse ningún sentido religioso a las matanzas turcas.
La tolerancia religiosa, según el pacto de Omar, había sido –salvo varias excepciones–, la norma. Mateós Urhaietzí describe en el siglo XII, la invasión turca, sin hablar de persecución religiosa.
Agrega Binayan también que no se puede exagerar esa tolerancia, dando a los diversos estados musulmanes y a los gobiernos de Turquía, un aura de santidad, ya que les corresponden las generales de las características socio-económicas de cada sistema y régimen político vigente en cada país. Evidentemente, como ha sido indicado en diversas ocasiones, los Jóvenes Turcos falsificaron el concepto de la Yihad, para utilizarlo como un instrumento para su política genocida, tergiversando en la letra y en el espíritu, la legislación islámica que administra la vida cuando se invoca el sagrado Corán.
El Diario ARMENIA, en su valioso volumen editado con motivo del 90° aniversario del Genocidio Armenio, publicó un artículo de Andrew G. Bostoz, titulado “El Genocidio Armenio fue una yihad”. Allí se menciona el testimonio de un general turco, que en diciembre de 1918, reconoció que “la matanza y liquidación de los armenios y el saqueo y expropiación de sus posesiones, fueron consecuencia de las decisiones del Comité de Unión y Progreso (de los Jóvenes Turcos)”, describiendo detalladamente el método de acción: para ejecutar su plan genocida, tergiversaron los preceptos sagrados que hoy se proclaman como guía moral de Ankara.
El pastor Johannes Lepsius ha testimoniado los casos de conversión forzada, los registros de 568 iglesias destruidas y arrasadas, de 282 templos cristianos convertidos en mezquitas, de 21 ministros protestantes y 170 sacerdotes apostólicos que fueron, después de sufrir indecibles torturas, asesinados por negarse a aceptar el Islam. Mencionamos también, la contradicción surgida de la persistente negativa de Israel de reconocer el Genocidio: el profesor Yair Aurón lo manifiesta en su libro “La banalidad de la indiferencia”, donde recuerda la importancia de la lucha por el reconocimiento, la reparación y la restitución, afirmando que “…el reconocimiento del Genocidio Armenio por parte de toda la comunidad internacional, primero y sobre todo, por Turquía, es una exigencia de primer orden... para evitar la repetición de tales actos en el futuro”.
Los crímenes perpetrados por el yihadismo en nuestros días, que repiten los crímenes de cien años atrás, nos remiten a una criminal base doctrinaria, el panturquismo, que es la política que sostiene y proclama el actual gobierno de Turquía, cuyo presidente Tayyip Erdogan visitará el mes próximo, la Argentina. Debemos reflexionar y actuar con firmeza acerca de las contradicciones que despierta semejante presencia en nuestro país, la República Argentina, que se ha destacado por sostener una política constante sobre los derechos humanos, a partir de la restauración de la democracia en 1983.
El reconocimiento del Genocidio Armenio mediante la Ley 26.199, fue aprobado por unanimidad en el Congreso y sancionado por el Presidente Néstor Kirchner en 2007. El juez federal Norberto Oyarbide declaró el 1º de abril de 2011 “con entidad de sentencia definitiva” que “el Estado turco ha cometido el delito de genocidio en perjuicio del pueblo armenio, en el período comprendido entre 1915 y 1923”.
Carlos Luis Hassassian