En recuerdo del hermano “Bulig”

19 de febrero de 2015

Vartan-BarceghianCon profundo dolor escribo estas líneas sobre quien fuera un Hermano ejemplar y amigo de toda la vida, Vartán Barceghian, que el 8 de febrero pasado pasara a Decorar el Oriente Eterno, como decimos los Masones.

Fue Iniciado en el año 1963, en la Logia “Tolerancia” Nº 4, una de las siete Logias que en 1857, conformó la que hoy se conoce como “Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones”.

Trabajó en Tolerancia, mientras su endeble salud se lo permitió. Al poco tiempo, comenzó a colaborar en el Consejo de la Gran Logia, órgano conductor de la Masonería Argentina, donde llegó a ser electo Vicepresidente 3º de la misma.

Su labor dentro de la Institución, enalteció sus principios, especialmente desde su Logia “Tolerancia”, el Consejo de la Gran Logia y tiempo después, como miembro Honorario de la Logia “Ararat” Nº 404, haciendo conocer a propios y extraños, lo que es el objetivo principal de nuestra Logia Ararat, el Genocidio del que este año se cumple su Centenario.

En un concurso abierto sobre los distintos pueblos que, por distintas razones emigraron a nuestro país, un Hermano de su Logia, de origen judío, ganó el segundo premio, hablando sobre “la inmigración de los armenios a la Argentina”. Su prédica había sido fértil.

En la larga historia de la Logia Tolerancia, solo hubo dos Hermanos que fueron Presidentes seis veces: el Respetable Hermano Bernardo de Irigoyen y nuestro Querido y Respetable Hermano Vartán “Bulig” Barceghian.

Lo poco que sé de Masonería, lo aprendí de la mano de Hermanos de la talla de nuestro muy Querido Bulig, Marcial Ruiz Torres y algunos otros.

A mis doce o catorce años, me indujo a interesarme en los hombres que honraron nuestra Orden, hablándome de sus proezas en silencioso, tesonero y arriesgado trabajo.

Mi padre, Arshak Khatcherian, fue uno de los mejores amigos de don Sahag Barceghian, su padre, y de muy chico me llevaba a su negocio, donde hablaban de nuestra Madre Patria, a través de su pertenencia al Partido Tashnagtsagán.

Allí lo conocí e inmediatamente me impresionó su sabiduría, y confieso que me gustaba ir, ya que aprendía mucho de temas muy diversos. Muchos años de sincera amistad nos unieron, compartiendo vacaciones y salidas de pesca, con amigos en común.

Tantos recuerdos se me agolpan ahora, que sería tedioso narrarlos, pero forman ya parte de mi vida. Los que lo conocimos, extrañaremos sus agudos comentarios y su humor un tanto ácido, haciéndonos olvidar de su sufrimiento físico de tantos años.

Siempre soñé que para ciertas personas debería haber un más allá, que compensara lo que la vida muchas veces les negara.

Si así fuera, seguramente él ya estará en ese sitio.

Rubén Khatcherian

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