Opinión

Es nuestro pueblo quien construirá su futuro

20 de junio de 2018

PuebloEl viaje a Armenia apenas días después de tener lugar la denominada “Revolución de Terciopelo”, era realmente una oportunidad única de poder ver sobre el terreno de los acontecimientos el comienzo de lo que muchos ya identifican como un nuevo tiempo de nuestra querida patria.

En esta época de rápidas comunicaciones y nutridas opiniones a través de las redes sociales, no fue complicado poder situarnos en el centro de las protestas debido a la transmisión en directo de varios sitios web armenios que durante varios días cubrieron todas las manifestaciones populares.

Lo que allí se observó fue un líder, casi en solitario, que mediante una cuidadosa estrategia fue elevando de a poco la tensión política hasta arribar a su objetivo, deponer a Serge Sarkissian, un gobernante bastante seguro de sí mismo, pero poco inteligente a la hora de evaluar las voces que le aconsejaban no continuar en el poder.

Muchos decían por las redes que se vivía un particular estado de alegría por el acceso de Pashinian al poder. Que la confianza y la esperanza habían renacido en la gente merced a la confianza que les generaba el joven conductor político, experiodista él.

En una primera instancia, no se avizoraba optimismo u otro sentimiento extraordinario en las calles, pero llamativamente, al conversar con el hombre o mujer común, aquel que atiende un negocio, conduce un taxi o nos sirve el café de cada día, su predisposición era diferente a la de otros años. Tal vez aún se estaba procesando el reemplazo de gobierno y el cambio de humor estaba latente en las personas.

Sí se pudo ver cómo aquellos mismos jóvenes que años atrás estaban alejados de la política debido a los sinsabores que esta les producía, ahora estaban considerando la militancia como una herramienta para alcanzar los cambios que Armenia necesita para salir de su letargo.

También es cierto que el crédito ganado por Pashinian es bastante grande pues como conversaba con nuestra amable guía de turismo, una joven socióloga que ya militaba en las protestas desde hace tiempo, el pueblo sabe de las limitaciones de su nuevo líder y seguramente tendrá la paciencia necesaria para acompañarlo en su recorrido político.

Y algo de eso también pudimos hablar con armenios ya de otras generaciones, ya cansados de promesas vacías de verdad y desconformes con todo lo que tenga aroma político. Cuánta esperanza debe acumular un jubilado que cobra algo más de cien dólares por mes. Cuánta confianza en el futuro debe reunir aquel que no puede ir a un hospital porque la salud pública es un bien casi inexistente y tiene además otras tantas necesidades sin cubrir. Es difícil pare ellos, no tienen ya tiempo.

Pashinian no debe ser considerado un mago, pero sería un enorme aliciente para la voluntad popular que el líder elegido fuera fiel a sus consignas. No mentir ni defraudar es la primera cosa que un gobernante surgido del clamor popular no puede permitirse.

Ahora bien, dejando un poco de lado los temas sociales y políticos, tenemos que decir que Armenia sigue tan bella como nunca, que sus tesoros son cada vez más valiosos, que su gente tan luminosa nos llena el corazón como sucedió en Stepanakert donde pudimos compartir el Día del Niño. Ver esas criaturas vestidas de punta en blanco -a pesar seguramente de las limitaciones económicas de sus padres-, celebrar con cantos, juegos y danzas, nos dio la seguridad que el porvenir de Armenia y Artsaj es muy venturoso.

Porque es el pueblo quien construye su futuro y nuestro pueblo sabe resurgir de sus cenizas porque lo hace una y otra vez.

Jorge Rubén Kazandjian

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