Fernando Ohanessian: “En las relaciones entre los Estados lo que prima es el poder y no el derecho”

01 de septiembre de 2020

Fernando Ohanessian es Dr. en Relaciones Internacionales (Universidad del Salvador), Licenciado en Ciencias Políticas (UBA) y ha realizado numerosos cursos de especialización, enfatizando las relaciones internacionales, los procesos de integración regional y la seguridad colectiva. También ha participado en congresos nacionales e internacionales como disertante y como representante de entidades públicas y privadas. En esta entrevista para el DIARIO ARMENIA sabe destacar con simpleza una complejidad de orden geopolítico como pocos. Además, su entrañable historia familiar es relatada desde el corazón y con una mirada luminosa.

—¿Cómo es tu historia familiar?

—Mis abuelos por parte de mi madre nacieron en Marash. De allí, obviamente en la época del Genocidio, transitaron el difícil camino de escaparse a Siria, donde vivieron varios años hasta su llegada a Buenos Aires a principios de la década del 30, siguiendo una corriente que fue común a muchos armenios. Por el lado de mis abuelos paternos, nacieron en Canakkale, Dardanelos, y emigraron a Grecia primero, también huyendo del Genocidio, para luego llegar en la misma época a Buenos Aires. Mis padres nacieron en Buenos Aires. De mis abuelos solamente conocí a mi abuelo materno, Peniamín, con el que por suerte, pude hablar mucho a lo largo de varios años. Incluso, ya a comienzos de mi carrera en la Universidad, pude aprovecharlo más porque muchos de mis profesores querían indagar en la historia del pueblo armenio. Siempre valoré y me hizo pensar mucho el hecho de que sobrevivieron al Genocidio, luego llegaron a un segundo país desconocido que, en general, tenía un vacío de poder terrible porque eran países que estaban sufriendo las consecuencias y el caos del fin de la Primera Guerra Mundial. Finalmente se establecieron en el otro lado del mundo, con un idioma totalmente ajeno. Es admirable que hayan podido forjar un presente y un futuro que permitió, después a mis padres, vivir mejor de lo que vivieron ellos. Lo propio con mis padres, Elisa y Juan, que se preocuparon para hacer de sus hijos personas de trabajo, personas de estudio y tratar de darle una vida mejor. Muy fiel a las costumbres de nuestra colectividad, con mis dos hermanas, Araxi y Mariana, arrancamos trabajando juntos en un negocio familiar y después tuvimos una formación universitaria que hizo que cada uno siga sus respectivos caminos. En mi caso, pude formar una familia con mi esposa Verónica y nuestros dos hijos, Malena y Facundo, que son los que me permiten tener la fuerza vital para encarar la vida con alegría.

—¿Cuál es tu formación?

—Desde jardín de infantes hasta séptimo grado lo hice en San Gregorio, después me crucé de vereda e hice el secundario en Marie Manoogian. Ahí conocí al que fuera el director, Adolfo Koutoudjian, que en las horas libres en lugar de darnos recreo nos hablaba de la Guerra Fría que, sumado a la historia familiar, influyó en gran medida para que estudie Ciencias Políticas en la UBA. Luego hice el doctorado en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. Mi tesis doctoral fue sobre la relación estratégica brasileño-argentina. Soy un defensor de la necesidad de la integración entre estos países y otros de la región. Fui durante muchos años docente de grado y posgrado de las materias Geopolítica, Geoestratégica, Política Exterior Argentina en la UCA, en la Escuela de Guerra Naval, en la Escuela de Guerra Conjunta y en la Universidad de la Defensa Nacional.

Un objeto. El legado que me conectó y me permitió disfrutar de horas y horas con mi abuelo fue el tavlí o tavleh (como decía él). Además, servía de excusa para que en la explicación de su estrategia puedan darse algunas lecciones de vida. Es un gran juego, creo que tiene la combinación ideal de azar, estrategia y pasión; como la vida misma. El tasbih es otro elemento que me trae muchos recuerdos, mi abuelo lo usaba permanentemente, no por el lado del uso religioso que le dan los musulmanes, sino que era costumbre simplemente ocupar sus manos con este elemento. Por suerte, conservo los originales.

—¿Cómo ves la política exterior de Turquía en la región? Me refiero al Cáucaso sur, al Mediterráneo Oriental, al Medio Oriente y al norte de África. ¿Qué está buscando?

—De Erdogan para acá, Turquía tiene una política exterior activa, de alto perfil, ambiciosa y con poder de fuego. Las Fuerzas Armadas turcas son las más grandes de Medio Oriente y las sextas más grandes del mundo. Dicho de otra manera, conceptualmente, cuando analizo un país veo su capacidad y voluntad. Lo que podemos decir es que Turquía viene mostrando una voluntad creciente de influir en las cuestiones geopolíticas de su región y una capacidad media. A mayor capacidad mayor es la influencia. Estamos hablando de un país que pretende un asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Históricamente, y así se vende al mundo, se lo conoce como un puente entre Occidente y Medio Oriente. Por otro lado, la llegada de Erdogan le imprimió un perfil más pretencioso. Algunos lo llaman el neo-otomanismo, que tiene que ver con sentir y creer que puede y debe influir en lo que eran los viejos territorios que van más allá de su frontera actual. Ahí entra desde ya el Cáucaso y antiguos casos que lo vinculan desde lo étnico, o incluso, desde un lugar más autoritario. Lo que uno puede ver es que esta búsqueda lleva a Turquía a presentarse en más de un conflicto como Estado mediador, como por ejemplo el conflicto Israel-Siria, Israel-Palestina o pretender mediar en la crisis nuclear iraní junto al Brasil de Lula. Este es un ejemplo de Turquía mediadora. Hay ejemplos de Turquía como actor involucrado haciendo jugar sus intereses como en la crisis Siria o en su puja contra Irán por influir al Cáucaso o el mundo musulmán en su puja shiismo y sunismo. También, influyendo el escenario de Libia en el norte de África con sus propios intereses y haciéndolos jugar de una manera activa, dejando atrás la política kemalista de no injerencia en asuntos de terceros Estados. Resumiendo, Turquía se siente una potencia regional y está dispuesta a jugar el juego geopolítico que eso implica. Alejada ya por diversas razones de la pretendida incorporación a la Unión Europea, se ha inclinado más al escenario medioriental, caucásico y del norte de África y está dispuesta a hacer jugar sus intereses que, en muchos, casos generan conflictos.

—¿Cuál es el potencial estratégico de Armenia?

—Rescato algunos factores como su población étnicamente homogénea y con fuertes sentimientos nacionales. También el factor de la diáspora, que genera y logra apoyo financiero, involucrarse en cuestiones productivas y logra poder de lobby muchas veces para atender los intereses armenios en general. Hay un tercer factor muy importante, que no logra aprovecharse del todo, y es su ubicación geográfica. Muchas veces decimos que es un capital que tiene Turquía como nexo entre Oriente y Occidente y, aunque en menor medida, corresponde lo mismo para Armenia. El problema de unir y de ser nexo es que tiene vecinos hostiles, entonces no puede aprovechar ese ser un camino obligado. Por ejemplo, la ubicación puede hacer que sin tener recursos se tenga un beneficio, en gran medida, por la gestión de ductos que pasarían por tu territorio. Ese es un atributo que da la ubicación y ya no el recurso en sí sino la necesidad de que los ductos pasen por determinado territorio. Para aprovechar todo el potencial estratégico, Armenia debe resolver la conflictividad militar, lograr crecimiento demográfico, que es algo que preocupa y mucho, y la tasa de crecimiento de la población. Después el potencial está en su industria más tradicional, agricultura, industria metal-mecánica y la minería. Creo que tiene mucho para aprovechar en el mundo que se viene: el turismo aventura, turismo histórico. Incluso utilizando la fuerza de la diáspora con desarrollos de software y de tecnologías de la información y la comunicación.

—Estamos en el año del centenario de la firma del Tratado de Sèvres, ¿cuál es tu reflexión?

—Respecto del Tratado de Sèvres voy a ser breve: la geopolítica me enseñó que en las relaciones entre los Estados lo que prima es el poder y no el derecho. Yo no esperaría nada respecto a lo normativo. Se puede ver lo que les ocurrió y les ocurre a los kurdos y el Kurdistán también involucrados en el Tratado de Sèvres. Cambiando de latitud, ¿cuál es la realidad sobre nuestros derechos sobre Malvinas?

—Viniendo para nuestra región: ¿sigue siendo posible una verdadera integración latinoamericana luego de tantos intentos?

—Respecto a la integración latinoamericana, yo creo que es deseable y será posible en función del compromiso de la clase decisora de nuestros pueblos porque fuimos educados en la exclusión, entonces difícilmente la gente salga a las calles a pedir la integración. En general, pasa el recelo, ocurre la competencia y la desconfianza. Creo que es un proceso que tiene antecedentes lejanos, pero el latinoamericanismo en sí tiene que ver con los años de 1930 y hay pensadores peruanos, mexicanos y obviamente argentinos que ya vieron la cuestión con mucha claridad hace casi 100 años. Que no haya ocurrido una verdadera integración tiene que ver con las propias desinteligencias y con los intereses que esta integración toca. Tanto hacia afuera como hacia adentro. Toda integración tiene ganadores y perdedores y esos sectores son reacios a que la misma tenga éxito. Pensemos algo tan sencillo de imaginarte a los Estados Unidos o China negociando con Sudamérica en una sola voz o con cada uno de los doce países en separado. Para complejizar esto aún más, lamentablemente me parece que la integración latinoamericana, puesta en esos términos, es un conjunto demasiado grande y heterogéneo y que difícilmente logre una integración profunda. Si pensás en Sudamérica también ocurre lo mismo porque hay países demasiado diferentes y con intereses difíciles de armonizar. Por lo tanto es muy sensible que para que haya una integración profunda encuentres la unidad justa, que es lo que no se ha logrado. Tal vez hay que ser menos pretenciosos y sobre la base del MERCOSUR o del MERCOSUR ampliado, tal vez se logre una integridad viable.

—Finalmente, ¿cuál es tu visión de la colectividad armenia?

—Respecto a la colectividad primero quiero ser muy respetuoso para la gente que trabaja transpirando la camiseta desde adentro. Creo que se ha avanzado mucho con respecto a uno de los que fue los males principales que eran tener demasiados caciques o demasiadas divergencias. Creo que es algo complejo porque la colectividad yo veo que debe tener tres planos distintos, uno para adentro; otro hacia afuera, hacia nivel nacional y las relaciones con los estamentos del país; y otro como diáspora y su relación con Armenia. Entonces me parece que hace falta claridad para entender que estos tres planos ameritan o necesitan cursos de acción distintos para cada uno. Respecto de la comunidad para adentro, las instituciones, con el paso del tiempo y las generaciones deben reinventarse y deben seguir proporcionando educación, cultura, deporte. En el nivel nacional, hay que lograr ser aceptados, conseguir armonía con el gobierno de turno. Eso también es todo un trabajo en sí mismo. Finalmente como diáspora, potenciando lo que pueda necesitar Armenia, logrando poder de lobby a nivel internacional, apoyo financiero, dando una mano a veces con creatividad y con involucramientos colectivos en la propia Armenia. Si se lo mira en perspectiva histórica, creo que el trabajo que nuestra colectividad está realizando en sus diversas instituciones es admirable. Incluso desde afuera es muy admirado y remarcado el espíritu que prima entre los armenios argentinos. Mirando desde adentro esto es dinámico y siempre hay cosas para mejorar.

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