90º aniversario del Colegio Jrimian

Gestos: la visita de Simón Vratsian y la solidaridad con el Líbano

31 de agosto de 2020

Leía en estos días Misceláneas del siglo XX que publica el Diario ARMENIA en relación a los 90 años que cumple el Jrimian.

Sin siquiera saber quién era el autor de las mismas. Su lectura me atrapó y no pude abandonarla, entre sonrisas y nostalgia, hasta el punto final donde me encontré con la firma de quien fuera director del ARMENIA: Ricardo Yerganian.

No fui al “Jri”, sin embargo hay algunos puntos de contacto que me permiten decir que también soy parte de su historia. El texto ágil y divertido que utiliza el autor nos lleva a revivir esa etapa feliz de la vida que es el paso por la escuela.

Conocí el Jrimian en los años 60, cuando recién nos habíamos mudado a Buenos Aires desde La Plata. Por aquellos años, con una familia amiga, solíamos ir cada tanto con los ruidosos y humeantes Issotta Fraschini de la 402 en una interminable hora de viaje, a participar de las reuniones benéficas que se organizaban allí para juntar fondos para la construcción de la sección de la secundaria.

En los años ’70, mi tía, diguin Poghaharian que vivía en Ezeiza, recorría 15 calles de tierra hasta la estación de tren para combinar con el 165 en Temperley y estar en el colegio a las 8:30 de la mañana, donde daba clases de armenio.

Algunos años antes, en 1957, cuando Simón Vratsian visitaba nuestro país, se organizó una recepción en un hotel de la Avenida de Mayo adonde acudimos con nuestras familias.

Unos meses antes de su llegada, mi tío Karekín- quien fuera tipógrafo del Diario cuando aun no tenía linotipo- había dicho que el ilustre visitante, estaba recorriendo las distintas comunidades armenias de la diáspora para recaudar fondos para la construcción del Palandjian Djemarán de Beirut del que era su director.

En unas alcancías de plástico que nos había regalado – un botín de fútbol con los colores de River la mía y una pelota con los colores de Boca la de mi hermana- comenzamos a juntar los vueltos que sobraban de los mandados al almacén o la panadería para colaborar con la colecta.

Con las alcancías llenas llegamos aquel día al hotel. Cuando comenzaron las donaciones y a instancias de mi tío, nos acercamos a la mesa principal y volcamos el contenido sobre la mesa del invitado recibiendo el aplauso de los presentes. Éramos apenas dos niños de 10 y 11 años que estábamos comenzando a entender lo que significaba solidaridad.

Vratsian volvió a la Argentina en 1963 para participar de la inauguración del nuevo edificio del Colegio Secundario del Jrimian. Ese mediodía lluvioso Jrimian estaba de fiesta. Con unos protectores de nylon habían cerrado los laterales del patio cubierto para proteger a los comensales que habían ocupado cada rincón del colegio.

Como miembro de la Agrupación Scout San Vartán estuve presente aquel día colaborando con el servicio. Todo transcurría en forma normal hasta el momento en el que Vratsian tomo la palabra y recordó lo que había sucedido años atrás con dos niños que habían volcado sus ahorros en la mesa de aquel hotel de la Avenida de Mayo en la colecta por el Djemarán, poniendo de manifiesto el valor de aquel gesto. Me atravesó una emoción impensada.

Vratsian.

Hoy el mundo atraviesa una crisis sin precedentes que afecta a todos por igual. Grandes empresa o trabajadores autónomos sufren las consecuencias de esta pandemia mundial de la cual no escapan las instituciones tanto de Armenia como de la diáspora.

El Líbano en general, Beirut y Bourj Hammoud en particular han empeorado su situación después de la explosión que arrasó con el puerto y todo lo que se encontraba en un radio de varios kilómetros.

Hoy más que nunca debemos reconsiderar los gestos que le dan sentido a nuestra existencia: Amor al prójimo, altruismo y solidaridad con aquel que nos necesita, y por eso lo reiteramos, hoy todos somos Lipanán.

Edgardo Kevorkian

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