Hablemos de Bizancio, sin entrar en discusiones bizantinas

25 de julio de 2022

¿Quiénes son los bizantinos? me acaba de preguntar un asiduo lector. ¿Y cómo es que han tenido emperadores de origen armenio? ¿Cómo se explica entonces la política hostil de Bizancio con respecto a Armenia?

Trataremos de dar algunas respuestas, sin intención de cubrir los mil años de historia bizantina y sobre todo… sin entrar en discusiones bizantinas.

Si hay dos imperios longevos en la historia de la humanidad, uno es el romano y el otro el bizantino: diez siglos de vida cada uno. A decir verdad, uno es la continuación del otro. Claro que como en las películas, nunca segundas partes fueron buenas…

En pocas palabras: la historia de Roma nace allá por el siglo VIII a. C. con los gemelos Rómulo y Remo, la loba y el cuento de los descendientes de Troya. Luego de un período tribal latino-sabino-etrusco y de monarquía, en 509 a. C. se instaura la República. Con Octavio Augusto comienza el período imperial en el año 27 d. C. que finaliza con la caída de la “ciudad eterna” en 476 cuando unos barbudos del norte irrumpen bárbaramente.

Pero ya desde tiempo antes, todos los caminos conducían a Roma… incluso para pueblos bárbaros de toda calaña. Frente a esa amenaza y dada la evidente decadencia del “imperium sine fine”, a finales del siglo III d.C. y en un esfuerzo por estabilizar la situación, Diocleciano decide –tetrarquía mediante- dividir la administración política del imperio: la de Occidente y la de Oriente.  

Cuanto más lejos mejor, piensa a su turno el emperador Constantino I el Grande y en 330 d.C. funda una segunda capital, la “Nueva Roma”, en la estratégica ciudad de Bizancio, bautizada “Constantinópolis” –Constantinopla- y hoy conocida como Estambul (*).

Cuando el declive del mundo romano ya se torna ineludible, el emperador Teodosio (de origen español) decide que a su muerte, el vasto territorio que gobierna se repartirá entre sus dos hijos: delega la parte oriental -con capital en Constantinopla- en Arcadio y la parte occidental -con centro en Roma- en Honorio. Es el año 395 de nuestra era. Y la partición definitiva del imperio es un hecho.

Los historiadores serán los que –a posteriori- bauticen al Imperio Romano de Oriente como Imperio Bizantino (**), cuya historia se extenderá desde el siglo V hasta el siglo XV  -toda la Edad Media- y tendrá como fecha de vencimiento el 29 de mayo de 1453. Es el día en que la “Polis” caerá en manos otomanas… Y el que marcará el nacimiento de la era Moderna con todos sus descubrimientos científicos y geográficos: el surgimiento del “Nuevo Mundo” será consecuencia directa de la caída de Constantinopla. Pero esta historia es archiconocida.

Vayamos pues, a la nuestra.

Soldados y oficiales armenios en el ejército bizantino

La sofisticada sociedad bizantina no es muy dada al arte de la guerra: sus privilegiados habitantes rehúyen el uso de las armas. Pero carecer de ejército es un lujo que el imperio no se puede permitir dadas las constantes amenazas externas provenientes de Oriente (persas, árabes, turcos) y a veces de Occidente (eslavos, godos, francos). Por ese motivo mantiene un ejército de profesionales contratados, al estilo de ejércitos europeos y americanos de los tiempos modernos.

El ejército bizantino cuenta con relativamente pocos efectivos: su número no supera los 150 mil. Los batallones que se envían para la protección de las diversas regiones del imperio y hasta para la reconquista de Italia, la defensa de Asia Menor y la lucha contra los pueblos eslavos, no superan los 20 ó 30 mil soldados. Pero lo que le falta en cantidad lo tiene en cualidad, organización y disciplina.

Claro que también tiene su desventaja: ante el menor revés o derrota en el campo de batalla, es muy difícil, para no decir imposible, reemplazar en corto tiempo un ejército de dichas características. Para ello echa mano de voluntarios –mercenarios, en buen romance- reclutados en distintos países. Así, vemos entre sus huestes a romanos, bárbaros (hunos, godos, vándalos), eslavos, escandinavos, normandos de Sicilia y latinos (franceses, italianos, alemanes, anglosajones) (***). Y como no podía ser de otro modo… a soldados armenios.

La migración por motivos económicos no es un fenómeno sólo de nuestros tiempos. Campesinos y jóvenes armenios buscan mejor suerte en el bien remunerado ejército al servicio de Bizancio. Y no son sólo habitantes de las provincias armenias bajo dominio bizantino (Pokr Hayk) sino también los venidos desde la Gran Armenia (Medz Hayk) ocupada por los persas y luego por los árabes.

La soldados armenios se enrolan en unidades aliadas comandadas por señores feudales o directamente en las filas del ejército bizantino. Son los que conforman la mayor parte de las tropas asentadas en el “thema” (provincia) de los Armeniacos (****), cuyos límites orientales en el siglo VIII llegan hasta el estratégico río Éufrates, sempiterna frontera natural entre imperios de Occidente y de Oriente.

Otro dato de suma importancia: Bizancio utiliza también a los armenios para la defensa de sus fronteras. Son los llamados “akrites”, asentamientos de civiles y militares en zonas limítrofes y expuestas a mayor peligro (Asia Menor oriental, Tracia, Macedonia). El establecimiento de estas colonias armenias desde el siglo VI hasta el siglo XI, constituye el origen de la actual comunidad armenia de Bulgaria así como de la presencia de población armenia en las regiones de Sebastia (Capadocia), Amasia (Ponto) y Tokat (Ponto occidental) hasta 1915.

Además de soldados, en las filas del ejército bizantino destacarán un sinnúmero de oficiales y generales armenios de conocidas familias feudales tradicionalmente aliadas a Bizancio: los Mamigonian, Gamsaragán, Reshtuní, Knuní, Jorjoruní y otras. Así, desde Mushegh Mamigonian hasta Teodorós Reshtuní –líder de la primera resistencia contra el invasor árabe- encumbrados oficiales armenios del ejército bizantino pasarán a ser figuras de renombre en las páginas de nuestra historia. O viceversa.

Párrafo aparte merece el general armenio Narsís (Nersés) quien en 539 al frente de un ejército bizantino conformado en su mayoría por unidades de soldados y oficiales armenios, expulsa a los godos de Italia y libera a Roma de los bárbaros. En 554 una vez más, las tropas bizantinas al mando de Narsís vencen a un ejército de 75 mil soldados francos y alamanes que habían invadido Italia.

Un año después, el triunfante general armenio es designado por el emperador Justiniano exarca (virrey) de Italia, cargo que ocupará durante 13 años. Más aún, Narsís reconstruirá la ciudad de Milán (la antigua Mediolanum) y será responsable de la construcción de las iglesias de San Apolinario y de San Vitale en Rávena (sede del exarcado) así como de la de San Lorenzo en la ciudad de Milán (1).

Emperadores de origen armenio en el trono de Bizancio

Si bien será en los siglos IX y X cuando emperadores de origen armenio accedan sucesivamente al trono de Bizancio, según algunos historiadores armenios (2) ya a finales del siglo VI aparece un general y comandante de la guardia imperial de nombre Mauricio (en armenio, Mavrik o Morik) que luego de aplastar a las tropas persas, desposa a la hija del emperador Tiberio y a la muerte de éste –al parecer, envenenado por un plato de moras- es declarado emperador de Bizancio. Se dice que es originario de Darón y que su padre Davit, es de la ciudad de Aní. El pueblo de Mavrak en la Armenia actual toma su nombre de la antigua Mavrikópoli, llamada así en honor a Mauricio (3).

El segundo emperador bizantino al que se le asigna origen armenio es Heraclio -fundador de la dinastía Heracliana (610 al 717)- quien, según Sebeós, tiene parentesco con los Arshakuní. Es durante su reinado que se lleva a cabo la campaña militar para recuperar la Vera Cruz, aquella en la que, según la tradición cristiana, fue crucificado Jesús de Nazaret.

Una vez más, unidades armenias del ejército bizantino se lanzan contra los persas e invaden la capital Ctesifonte, donde se guardaba –robada como trofeo de guerra- la tan preciada reliquia de la cristiandad. Y le corresponderá a Heraclio hacer entrada triunfal en Constantinopla el 14 de septiembre de 628 y un año después en Jerusalén –a la sazón parte del imperio bizantino- llevando el madero sagrado.

En el siglo IX destaca el emperador León V, llamado ni más ni menos que “el Armenio”, de la célebre familia feudal de los Ardzruní. Comandante de los ejércitos de Asia, llega al trono de Bizancio gracias a un levantamiento militar en 813. Tal vez debido a su origen -y al hecho de que los oficiales armenios tienen gran influencia en el ejército- prohíbe el culto a las imágenes religiosas, convirtiéndose en un defensor de la política iconoclasta y ganándose el rechazo del Patriarcado.

Es además, quien defiende Bizancio de los búlgaros, los cuales luego de conquistar Adrianópolis llegan hasta las puertas de Constantinopla. En 817 León V aplasta al ejército búlgaro y salva el imperio. En 820 es asesinado en la capilla del palacio el día de Nochebuena. De hecho, la historia de los reyes de Bizancio es rica en intrigas palaciegas, conflictos religiosos, revueltas militares, complots familiares, envenenamientos, cegamientos, asesinatos y otras yerbas…

El renacimiento del imperio bajo la dinastía “Macedónica”

Será a partir del año 867 -con el comienzo de la dinastía denominada “Macedónica”- y hasta el 1025, que Armenia tendrá a sus representantes más renombrados en el trono de Bizancio. El precursor de la dinastía, Basilio I, tiene orígenes humildes: es oriundo de Adrianópolis, nacido en el seno de una familia de inmigrantes armenios.

No olvidemos que es durante el reinado de Basilio I que el “Principe de príncipes” Ashot I Pakraduní es coronado rey de Armenia, con una corona enviada por el emperador bizantino, quien en la correspondencia entre ambos se refiere a Ashot como a su “estimado hijo” y a Armenia como “su más cercana aliada”. Al decir de Ramazian, “los emperadores armenios de Bizancio no sólo no ocultaban su origen armenio –algo que de hecho no podía ser ocultado- sino que por el contrario, enfatizaban que eran connacionales y descendientes de los reyes de la Gran Armenia (Medz Hayk)” (4).

Señalemos aquí que el origen armenio de esta dinastía (para algunos mal llamada “Macedónica”) lo confirman historiadores de diversas épocas: desde el historiador y futuro emperador Constantino VII -nieto de Basilio- quien en su “Vita Basilii” destaca que su abuelo es “oriundo de Macedonia y de nacionalidad armenia Arshakuní”(5), hasta los europeos J. B. Bury, C. Diehl, H. Gelzer, A. Rambaud y O. Spengler, todos ellos coinciden en que no existen dudas sobre las raíces armenias de Basilio y de sus sucesores.

Y por esas coincidencias del destino, “en el siglo X tres renombrados coemperadores-regentes (por minoría de edad de los emperadores) Romano Lecapeno, Nicéforo Focas y Juan Tzimisces, también son de origen armenio” (6).

Según el historiador y célebre bizantinista francés Charles Diehl, “durante el reinado de esta dinastía, Bizancio atraviesa un periodo de 150 años de grandeza incomparable (…) Desde finales del siglo IX y principios del siglo X el imperio pasa a la ofensiva en todos los frentes. En Asia los árabes retroceden hasta la línea divisoria del Éufrates, los ejércitos imperiales entran victoriosos en Cilicia, Siria y Palestina y la caballería de Juan Tzimisces llega hasta las puertas de Jerusalén. En Europa el poderoso imperio búlgaro es ahogado en sangre por Basilio II (apodado “el matabúlgaros”). Mediante un avance no visto desde los días de Justiniano, el imperio expande su dominio de Siria al Danubio y desde Armenia hasta el sur de Italia” (7).

A estas conquistas militares habrá que sumarle los logros en el terreno diplomático: la creación o el fortalecimiento de Estados “amortiguadores” o tapón, a lo largo de las fronteras del imperio (las repúblicas de Napoli, Gaeta y Amalfi en el sur de Italia; los principados eslavos de los Balcanes; Crimea, Armenia e Iberia) los cuales conforman la primera línea defensiva como aliados de Bizancio.

Otro importante logro, en materia religiosa, es la conversión de Rusia al cristianismo. En lo relacionado con la labor administrativa, los avances sólo son superados por la época de Diocleciano, mientras que en el terreno legislativo la obra de Basilio I es comparable a la de Justiniano.

No cabe duda que la presencia armenia en la vida de Bizancio –y no sólo a lo largo de la citada dinastía- es remarcable: según los bizantinistas A. Kazhdan y C. Toumanoff, en el periodo comprendido entre los siglos X y XII, una parte considerable -del 15 al 25 por ciento-  de la aristocracia bizantina está compuesta por armenios y según H. Bartikian, durante el reinado de Basilio II hay 40 nobles de origen armenio, de los cuales 34 son militares de alto rango (8).

Inevitablemente esta estrecha relación al más alto nivel social entre Armenia y Bizancio, a la que se sumarán los lazos políticos, traerá aparejada influencias recíprocas en el arte y en la cultura, y especialmente, en la arquitectura y en las letras.

La política de Bizancio con relación a Armenia

¿Cómo se explica entonces, la política -por períodos hostil- de Bizancio con relación a Armenia?

Digamos en primera instancia que para Bizancio, Armenia no sólo es un Estado “amortiguador” sino un escudo, que defiende una de las fronteras más sensibles del imperio contra los peligros que acechan de Oriente: los persas, luego los árabes y finalmente los turanios.

Por más heredera de Roma en Oriente, sólo en contadas ocasiones Bizancio logrará utilizar el sabio instinto político de sus antecesores romanos. Veamos pues, algunos ejemplos de la política de Bizancio con respecto a su “aliada” Armenia:

– En el año 387, el Reino armenio de Medz Hayk es repartido por primera vez entre Bizancio y Persia. No hay que obviar que los najarar (príncipes o señores feudales armenios) están divididos, como es habitual, en pro persas y pro romanos.

– En época de Teodosio II, Bizancio acepta en el año 428 repartirse definitivamente el Reino Arshakuní de Armenia con el imperio de los sasánidas persas, fortaleciendo así a sus contrincantes y debilitando su popia posición, lo que le valdrá estar en una situación de inferioridad en los dos siglos posteriores.

– En vísperas de la batalla de Vartanants (año 451) contra el invasor persa, los príncipes armenios buscan aliados externos y piden ayuda a Bizancio. El emperador Flavio Marciano se niega. Más aún, ordena a los najarar bajo su jurisdicción no participar en el levantamiento contra los persas e informa a éstos de los planes armenios de sublevarse…

– En época de Justiniano (527 al 565) se decide dividir la Armenia bajo dominio bizantino en cuatro provincias (Primero, Segundo, Tercero y Cuarto Hayk) con el claro propósito de “dividir para reinar”. Es más: muy dado a las leyes, Justiniano promulga una por la cual intenta disgregar a las familias feudales armenias con el claro propósito de subyugarlas totalmente a su poder. Esto le valdrá una sublevación de los armenios en el año 540, que será sofocada por el emperador bizantino.

– En el año 582, con el ya mencionado emperador Mauricio (Morik) en el trono, los armenios al mando de la familia Mamigonian se alzan contra los persas. Los najarar piden ayuda al emperador bizantino para continuar la lucha. Morik responde que está dispuesto a ofrecérselas siempre y cuando la Armenia bajo dominio persa sea anexada a Bizancio. El conflicto deriva en una larga guerra entre ambos imperios y finaliza con la victoria de Bizancio. Armenia en su totalidad pasa a formar parte del imperio bizantino en 591.

– Debido a su política de anexar y asimilar y no de fortalecer una Armenia independiente, en los siglos VII y VIII el imperio bizantino no logra crear una sólida barrera de contención contra los árabes. Por tal motivo Armenia le será arrebatada por éstos en el año 700 luego de más de una década de conflicto armado con Bizancio.

Para ser justos hay que señalar también que en el mismo periodo, con su sola presencia en los límites de Armenia, el imperio bizantino tuvo un rol importante en el mantenimiento de la autonomía armenia bajo dominio árabe. Esta presencia impidió a los árabes sojuzgar por completo a los principados armenios y debido a la amenaza que representó, obligó finalmente a los califas –temerosos de una alianza de Armenia con Bizancio- a reconocer la independencia del Reino Pakraduní.

– Con la llegada de los primeros emperadores de la citada dinastía “Macedónica”, la política con respecto a Armenia parece tomar un rumbo más claro: Bizancio apoya la existencia del reino Pakraduní y se asegura ese Estado “amortiguador” durante los siglos X y XI contra el avance de las tribus turanias.

– Pero con el correr de los años, la política de Bizancio vuelve a cambiar: la intolerancia y el odio por motivos religiosos (aferramiento de los armenios a su iglesia “cismática”) y el afán por abarcar más posesiones lleva a cometer el error de no seguir apoyando la independencia del reino Pakraduní, esa “barrera” tan necesaria para su existencia misma.

Esta ceguera política llega a su apogeo con Basilio II y sus sucesores, quienes en 1045 acaban con el reino de Aní luego de imponerle un doble frente contra Bizancio y los turcos selyúcidas. La consecuencia lógica será la tragedia militar de Manazkert en 1071 que abrirá las puertas de Asia Menor a los turcos…

Para concluir, nada mejor que las palabras del francés Jacques de Morgan: “Lo que necesitaba Bizancio de Armenia, no eran súbditos sino un reino aliado que se extendiera desde el Tigris hasta el Mar Negro y desde el Éufrates hasta el Mar Caspio, con diez millones de habitantes y legiones dispuestas a defenderla de los enemigos. Armenia tenía esa capacidad. Y crear un Estado de esas características significaba la salvación del imperio bizantino. Pero siendo una ciudad capital plagada de conflictos religiosos y palaciegos, Constantinopla estaba lejos de los grandes lineamientos de la política romana” (9).

Ricardo Yerganian
Exdirector de Diario Armenia  

Notas
(*) El nombre Estambul –en turco: Istanbul- proviene de la variante turca del griego “is tin poli” que significa “en la ciudad” y que hace referencia a Constantinopla, la ciudad por antonomasia. Armenios y griegos denominan hasta hoy “Bolís” y “Poli”, respectivamante, a la ciudad fundada por Constantino el Grande.

(**) Los historiadores suelen dividir la historia de Bizancio en tres períodos: del 330 al 770 es el del imperio romano de Oriente; del 771 al 1071 el del imperio bizantino propiamente dicho y finalmente, del 1071 al 1453 el del imperio griego.

(***) Alemanes y anglosajones se consideraban “latinos” debido a su pertenecia a la iglesia de Occidente.

(****) Los themas eran las principales divisiones administrativas o circunscripciones provinciales del Imperio bizantino. Se establecieron en la segunda mitad del siglo VII, a raíz de las invasiones eslava y búlgara de los Balcanes y de las conquistas árabes del norte de África y Medio Oriente. Los primeros themas fueron creados en base a las áreas de asentamiento de las tropas de campaña del ejército romano de Oriente y sus nombres correspondían a las unidades militares que existían en esas áreas.

(1) S. Ramazian, Historia de las relaciones y cooperación militares armenio-griegas, Atenas, 2010, pp. 64-66.

(2) Las obras del historiador medieval Sebeós (Historia de Heraclio) y de los bizantinistas Nicolás Adontz (Armenia en la época de Justiniano) y Sirarpí Der Nersesian (Armenia and the Byzantine Empire) son algunas de las que arrojan luz sobre la historia de las relaciones de Armenia y Bizancio.

(3) S. Ramazian, op. cit., p. 71

(4) (5) S. Ramazian, op. cit., pp. 80-81.

(6) A. Rambaud, Etudes sur l´Histoire byzantine, París, 1919, p. 180,  J. H. Rosser, Historical Dictionary of Byzantium, Second Edition, Scarecrow Press, 2011, p. 52.

(7) Ch. Diehl, Byzance, París, 1924, pp. 13-14.

(8) S. Ramazian, op. cit., p. 90.

(9) J.de Morgan, Histoire du peuple Arménien, París, 1919, p. 160.

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