Hovhannes Virabyan: "Para muchos, Artsaj es un conflicto, es geopolítica, una noticia más en los medios, pero para nosotros los armenios es patria"

22 de septiembre de 2021

El embajador de Armenia en Argentina, Hovhannes Virabyan, brindó una entrevista a Diario ARMENIA con motivo del 30° aniversario de la independencia de la República de Armenia.

—¿Cómo se acuerda del día en que Armenia declaró su independencia treinta años atrás?

—Para responder plenamente a esa pregunta, debemos recordar las condiciones en las que Armenia se independizó. ¿Por dónde empezamos? A menudo lo olvidamos. Yo tenía diez años en el momento de la independencia de Armenia, así que gracias a mis padres, Trabajadores de la educación, con cuya sangre y crianza me enseñaron a amar la Patria, pude entender el significado del acontecimiento. No se perdieron ni un solo mitin; a veces me llevaban a mí también y recuerdo la multitud interminable. Yo era muy chico y todo lo veía inmenso. Primero en la Plaza de la Ópera, ahora Plaza de la Libertad, luego frente al Matenadarán, después los tanques del ejército soviético en las calles de Ereván, luego Hovhannés Igityan, un miembro del parlamento soviético, de cuyo centro de arte yo era alumno en ese momento, maldiciendo a Gorbachov en armenio desde la tribuna más importante de Moscú, en vivo; la lucha por Artsaj, que fue inicialmente encubierta bajo el manto de temas ambientales. Todo esto fue precedido por el devastador terremoto de Spitak, que arrasó un tercio de nuestro país; ni siquiera el poder de la Unión Soviética fue suficiente para eliminar sus consecuencias en poco tiempo; el peso de esa carga recayó sobre los frágiles hombros de nuestro estado recién nacido. Luego comenzó la limpieza étnica contra los armenios en el Azerbaiyán soviético, luego los refugiados, los enfrentamientos… la guerra. Las guerras son siempre crueles y despiadadas, pero son más incomprensibles cuando uno es joven. Cuando la justicia histórica es tuya, y el mundo civilizado está en silencio, cuando los niños inocentes son asesinados, y los poderosos del mundo fingen no ver, cuando en el momento en que todos piensan que ya has caído, te sacudes arriba y, al destruir la mentira, la falsedad, el crimen, avanzas hacia la victoria, en ese momento todos comienzan a estrechar tus manos. Todo esto me resultaba incomprensible a esa edad. Solo con la edad te das cuenta de que el mundo civilizado no es tan civilizado, que la justicia y lo correcto no son categorías políticas, que el mundo no dejará de vivir con dobles y triples estándares, y que el único valor absoluto para el mundo es el interés. Junto con el conocimiento y la experiencia comienzas a comprender que solo en un mundo ideal, utópico, la ley da a luz al poder, y como no es una realidad, estás condenado a hacer todo lo posible para ser fuerte, para depender solo de ti mismo.

—Usted creció en un Estado independiente y soberano. ¿Qué fenómenos, fechas, acontecimientos destaca en estos treinta años como relevantes para esta nueva etapa del proceso histórico?

—Han sido importantes todos los días: la independencia de Armenia es para mí la historia de mi vida, así que todos los días, duros o victoriosos, los siento míos, me pertenecen. Fueron muchos los acontecimientos, pero es obvio que los días más importantes han sido las jornadas en que en silencio, sin alaraca, se estuvo trabajando y construyendo el país, y eso es todos los días.

—¿Cuál de todos estos fenómenos, fechas y/o acontecimientos impactaron su decisión de emprender una carrera diplomática?

—A decir verdad, seguí el ejemplo de mi hermano mayor, mi primo David, que ya trabajaba en el Ministerio de Asuntos Exteriores y aún continúa prestando servicios como Jefe del Departamento de la Región Euroasiática de la Cancillería. Sin embargo, esa decisión se vio influida por otras circunstancias. Estuve fuera de la Unión Soviética por primera vez en 1995, cuando tenía 13-14 años. Habíamos viajado a Francia como integrantes de un conjunto de danzas folclóricas. Por supuesto, fue un choque cultural enorme aparecer de pronto en la era post-soviética, en la posguerra, viniendo de una Armenia sin energía eléctrica ni calefacción, y encontrarme bajo la Torre Eiffel o en la Costa Azul. Sin embargo, de ese viaje quedó un residuo amargo y negativo… me di cuenta de que el mundo no conoce a Armenia, al menos a la Armenia actual. Durante ese viaje, tuve mi primer contacto con mis compatriotas de la diáspora. Recuerdo que uno de ellos me preguntó de qué ciudad era, y al oír que era de Ereván, me preguntó si conocía a Ashot, y a mi pregunta acerca de a qué Ashot se refería, me dio como dato que tenía un auto rojo… Cuando percibió mi sorpresa, añadió que seguramente yo no era de Ereván, ya que si era de allí debería conocerlo…

Era evidente que incluso a nuestros compatriotas había que hacerles conocer la realidad de Armenia tal cual era en ese momento. La desconocían. Más adelante, años después, por cierto, fue "culpa" de la comunidad armenia de la Argentina que viajé a Armenia Occidental. Mariano Saravia de Córdoba estaba escribiendo el libro “El Grito Armenio”, para lo cual uno de mis amigos me propuso acompañarlo como traductor. Ahora puedo expresarme aceptablemente en español, ¿te imaginas cuánto atormenté a Mariano en mi español "brillante"? Entonces, por cierto, si lee estas líneas, le mando un saludo. He estado en unos cien países de todo el mundo, pero ese viaje sigue siendo el más importante de mi vida. Siempre me he considerado pragmático, antes de ese viaje pensaba que lo que perdimos no es nuestro, por eso debemos enfocarnos solo en el hoy, mirar hacia adelante. Eso pensé hasta que el coche se acercó a Kars. El padre de mi madre era de Kars, nunca lo había conocido, cuando nací él ya había muerto. Cuando pasamos la señal de tránsito, en la que estaba escrito Kars, algo estalló dentro de mí… Intenté por todos los medios ocultar mis lágrimas a Mariano, él notó que por supuesto estábamos en silencio… Después de ese viaje, mi visión del mundo cambió mucho. Tenía muchas ganas de que mi boda fuera en la iglesia armenia del Lago Van. No se pudo… la frontera aún esta cerrada. Pero el nombre de mi hija es Ani.

—Sí, a pesar de la crítica situación en 1991 la declaración de la independencia generó una gran alegría y esperanza sino para todos los armenios ciertamente para la gran mayoría, hoy, después de la guerra y la derrota, la situación es muy diferente. Persiste la crisis política en Armenia con la falta de consenso entre el gobierno y la oposición y la confrontación a menudo física en la Asamblea Nacional, el trauma en la sociedad y la incertidumbre y apatía en la diáspora. Se necesita un esfuerzo para redefinir el sentido de la independencia en el contexto actual. ¿Qué se prioriza en este sentido y cómo se puede recuperar el sentido de unión y esperanza que caracterizó la época 1988-1991?

—En lo referido al sentimiento de unidad eso es verdad. En aquellos años Armenia vivía con una filosofía diferente. La vida era dura, pero Armenia, calefaccionada a medias, pobremente alimentada y a la luz de una vela, y mi ciudad, Ereván, esperaban un milagro, un milagro que se llamaba Independencia. Nuestra nación había estado esperando ese milagro durante unos seiscientos años, luego, por un instante, lo saboreó y quiso recuperarlo. Y ese momento había llegado. Las personas se tenían afecto, se ayudaban desinteresadamente, apretaban los dientes, se sobrellevaban en silencio las privaciones y se daban fuerzas, sonreían. Todo eso fue por ese milagro, por el bien de la Armenia que vendría mañana. Los tiempos eran diferentes, las expectativas eran diferentes, nosotros éramos diferentes. Creo que es más complicado volver a encontrar esos tiempos, porque ahora estamos en el lado opuesto, no antes de la victoria, sino después de la derrota, llevamos mucho tiempo viviendo en una situación tensa. Se necesita tiempo para darse cuenta de la gravedad total de lo sucedido, no uso las palabras aceptar o reconciliar, porque no es posible ni necesario. Necesitamos ponernos de pie tanto en lo personal como en lo nacional. La unidad nacional es vital para ponerse de pie. Por cierto, creo que ella está latente, pero en un nivel más profundo, como la esperanza. Tenemos los mismos sentimientos, las mismas emociones, las mismas expectativas, los mismos sueños. Por eso, estamos unidos, no hemos perdido la esperanza. Todo lo que queda es formular objetivos comunes, aprender a caminar juntos hacia ellos.

—Artsaj fue central en el proceso de movilización social en la ex Armenia Soviética que empezó con el pedido de un ejercicio constitucional de cambio de estatus pacífico a la escalada por la intransigencia de Azerbaiyán y la incomprensión/negación de Moscú, siguió la confrontación, la guerra y la independencia casi inevitable. ¿Qué lugar ocupa hoy Artsaj cuyo 70% de territorio se encuentra ocupado por Azerbaiyán en la redefinición del sentido de una Armenia independiente?

—La seguridad de Armenia comienza en Artsaj. Cuanto más fuerte es Artsaj, más fuerte es Armenia. No se necesita demasiada inteligencia para comprender eso. Artsaj también es un símbolo. Artsaj fue la base del despertar nacional de la independencia de Armenia en los noventa. Para muchos, Artsaj es un conflicto, es geopolítica, choque de intereses, una noticia más en los medios de prensa, pero para nosotros los armenios es patria. Artsaj hoy está herido, pero vive. Artsaj es fuerte, estoy seguro, esta vez volverá a levantarse. Pero la rapidez con que ello sucederá depende de cada uno de nosotros y de nuestro trabajo diario. Cada armenio es un garante de la seguridad de Artsaj.

—Las relaciones de Armenia con la diáspora histórica pasaron por altibajos y la institucionalización de estas relaciones nunca se consolidó como una política de Estado, siempre dependió del gobierno de turno. La derrota impactó muy fuertemente a la movilización de la diáspora que no fue despreciable durante la guerra y en plena pandemia global. Actualmente no se ve ningún esfuerzo de parte del gobierno de Pashinyan de una mayor inclusión de la diáspora, por lo menos en términos de alguna institucionalización. Pero la diáspora sigue invirtiendo en un sentido muy amplio en Armenia. ¿Piensa que en esta informalidad de las relaciones se valora el aporte de la diáspora? Y si es así, ¿en qué áreas y en qué sentido lo ve?

—Es obvio que por un lado Armenia, como país, y por el otro la unidad de Armenia y la diáspora, son categorías de peso completamente diferentes. La solidez de la conexión entre la patria y la diáspora es muy importante, y reviste una importancia similar para ambos lados. Estoy seguro de que esta percepción ha estado en el centro de atención todas las autoridades y gobiernos que se han sucedido en Armenia. Lamentablemente, la diferencia radicaba únicamente en las cuestiones de los enfoques y la elección de las herramientas. Es obvio que la profundización y el fortalecimiento de esos vínculos debe ser de carácter sistemático y continuo. Manteniendo las tendencias positivas existentes, también debemos pensar en incrementar el volumen de inversiones, además, estamos hablando de inversiones bilaterales. Por ejemplo, en los últimos años, por primera vez, la República de Armenia ha comenzado a financiar las cátedras de Armenología que operan en universidades de diferentes países. Por supuesto, no en todas aún, pero este es un indicador de la determinación de Armenia de apoyar estos proyectos que surgen de iniciativas originadas principalmente en la diáspora.

Además de ser nuestra patria, Armenia es un país con un sistema bancario desarrollado y estable, un país donde es posible con ciertas inversiones alcanzar desarrollos impresionantes. Esto lo atestigua la compañía Picsart, que recientemente cruzó el umbral de capital de mil millones de dólares, así como los eventos virtuales organizados por la embajada. Cualquier relación debe ser igualmente interesante para ambas partes, mutuamente beneficiosa. Así que esta es una calle de dos sentidos. Armenia, por su parte, debe hacer todo lo posible para estar más representada en la diáspora, para ser útil a nuestras comunidades, a las instituciones educativas, para la preservación de la identidad armenia, y la diáspora debe invertir su experiencia, habilidades y conocimientos. Solo juntos y con esfuerzos mancomunados podemos lograr los resultados deseados.

—Se cumplirán treinta años del establecimiento de las relaciones con Argentina desde donde la presencia diplomática armenia se proyectó en otros países de Sudamérica. Considerando tanto los aportes como las negligencias de estos treinta años, y teniendo en cuenta del fuerte desembarco de la diplomacia azeri desde 2010 y su activismo anti-armenio en tandem con el negacionismo turco, ¿qué desafíos a su misión ve en la actualidad en Argentina. Uruguay y demás países donde representa a Armenia? ¿Cuáles son sus expectativas de las comunidades nuestras en este sentido?

—Sí, en unos meses celebraremos el trigésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países. Durante este tiempo, se ha hecho mucho con el apoyo activo de la comunidad armenia, los esfuerzos de ex embajadores y diplomáticos. Sin embargo, como todo relacionamiento, las relaciones entre los estados también necesitan de un constante enriquecimiento, desarrollo y profundización. Como en cualquier parte del mundo, en la Argentina continuaremos manteniendo los temas del Genocidio Armenio y Artsaj en la agenda de nuestras prioridades de política exterior. Pero también debemos prestar mucha atención a la cooperación sectorial, la implementación de programas concretos mutuamente beneficiosos, dando más pragmatismo y focalización a las relaciones. La comunidad ha hecho una gran contribución al desarrollo de las relaciones entre los dos países, ha cumplido un rol inestimable. Al mismo tiempo, creo que debemos actualizar nuestros enfoques en una serie de cuestiones. No es un secreto que después de la guerra del año pasado, algunos de nuestros compatriotas tienen cierta depresión y pasividad. Incluso he escuchado pensamientos tan "brillantes" como que deberíamos olvidarnos de Armenia y centrarnos en la vida comunitaria. Quiero repetir una vez más que las personas que opten por ese camino serán condenadas al olvido muy rápidamente; lo mismo no ocurrirá con Armenia, porque Armenia siempre existirá y se fortalecerá. Cuanto más fuerte sea la República de Armenia, más fuerte será la diáspora, y la interrelación seguirá siendo válida en sentido contrario. Hay, por supuesto, otras observaciones, reflexiones, sugerencias, pero las guardaré para reuniones más privadas y directas. Sin embargo, es obvio que se necesitan nuevos enfoques, que no deben reemplazar a los existentes, sino complementarse con ellos.

En conclusión, agradezco una vez más la entrevista y las preguntas interesantes. El contenido resultó un poco personal, pero el día es así, el significado del día es así. La historia de la independencia de Armenia es mi historia, nuestra historia. Sus defectos y errores son nuestros defectos y errores, pero son nuestros también los aciertos, las victorias, y, estoy seguro de ello, el futuro brillante. Hoy es el día de la primavera en la Argentina, creo que nuestro día de la independencia no podría ser un día más simbólico. ¡Viva la República de Armenia! ¡Viva la Armenia de mañana!

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