Setiembre Mes de la Biblia en Argentina

La Biblia en idioma armenio

17 de septiembre de 2018

Biblia ArmenniaUn hecho trascendental en la vida religiosa del pueblo armenio fue la traducción de la Biblia en el año 436 dC al armenio. Esta versión llamada  la reina de las traducciones por su fidelidad a los originales,  tuvo una repercusión muy grande en la historia del pueblo armenio, pues aseguró una vida nacional propia y dio la clave de la fecunda vida literaria posterior. Sin la traducción de la Biblia al idioma armenio, no existiría un pueblo armenio Cristiano que a través de los siglos alzara la bandera de Cristo y ser la antorcha de la luz espiritual en el cercano oriente.

Este hecho lo consideramos tan importante en la preservación del cristianismo por el pueblo Armenio, como la aceptación de la Fé Cristiana que tuvo lugar en el año 301 dC; porque sin la traducción de la Biblia,  el pueblo pronto hubiera  sucumbido otra vez en las tinieblas del paganismo, puesto que no habría sido empapado del espíritu de la fe de Cristo. 

Surge una pregunta: como se adoctrinaba al pueblo durante aquellos 134 años (que se extendieron  desde el 301 dC y la traducción al armenio en el año 436 dC ?. La Biblia la tenían, pero en griego o siríaco; forzosamente las lecturas bíblicas debían hacerse en esos idiomas y después ser traducidas al idioma del pueblo. Por lo tanto en la Iglesia surgieron dos clases de Ministros: unos llamados Lectores, otros Traductores. El Lector leía la Escritura en griego o siríaco y el Traductor lo traducía al armenio. Pero, se podrán imaginar  que era una tarea difícil y al mismo tiempo poco satisfactoria.

En numerosos casos los Lectores leían mal y no comprendían ellos mismos lo que leían; y en muchos rincones del país no se podían encontrar Traductores.  En una palabra este método de enseñanza era deficiente. Un historiador describe así la situación: “Aunque los maestros día y noche derramaban la doctrina como lluvia torrencial en los oídos del pueblo, los oyentes no se acordaban nada, ni la mitad de lo dicho, ni siquiera podrían retener la apariencia de lo enseñado”. Otro historiador expresa su queja con las siguientes palabras: “Los preceptores gemían y se lamentaban por los esfuerzos infructuosos y el pueblo que regresaba de la Iglesia vacío y hambriento”.

El Sumo Arzobispo Sahag, último vástago de Gregorio el Iluminador que fue designado como sucesor del sillón de la Jefatura Eclesiástica, persona muy querida en las cortes del rey de Persia y del Emperador de Bizancio, ya que por sus mediaciones amistosas se había establecido la paz entre ambos imperios, y otro eclesiástico Mesrob: quien originalmente era un militar que servía en la Corte del Rey, más tarde designado secretario del rey y cronista del reino. Era un creyente fiel y piadoso y conocía las doctrinas cristianas. Le llamaba la atención la profunda ignorancia de su pueblo que no había podido superar  las creencias y costumbres paganas. Sintió en su corazón el llamamiento para servir a su pueblo dejando los honores y comodidades de la corte.

Pasados varios años, un día Mesrob se presentó al Arzobispo y le expuso su idea de dar la Biblia al pueblo en su propio idioma. Sahag también  había pensado en esto. Pero había que vencer muchas dificultades. Alguien debía proveer los gastos y se presentaron al Rey (Vramshabuh) quién prometió toda la ayuda necesaria.    

Pero había otro obstáculo: el alfabeto armenio se había perdido. Tenían que descubrirlo o crear uno nuevo. 

Mesrob había oído que en Mesopotamia, un clérigo siríaco lo tenía. Con este motivo realizó un viaje hacia aquella región, a Antioquía y a Edesa en busca de caracteres perdidos. Pero lo que encontró no le satisfizo, pues era un alfabeto que al estilo del hebreo, siríaco y árabe, carecía de vocales.

Mesrob quería dar a su pueblo un alfabeto con vocales (como el griego). Sin embargo fracasó en todas sus búsquedas. Agotados todos los medios humanos, confió en la oración, pidiendo la ayuda celestial y; se cuenta que en respuesta a su oración tuvo una visión en la cual vio una mano escribir las siete vocales del alfabeto sobre una roca.

Nuestro historiador, Moisés de Joren nos la transmite así: “Y ve una mano escribir sobre la peña, no en sueños ni en visiones, sino surgiendo a los ojos del alma, de lo más profundo de su corazón”.     

Mesrob y Sahag habían logrado la victoria.    

                                                                                                                 Ohannes Haleblian

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