La corrupción, esa enfermedad del poder

21 de abril de 2016

panama-papersHace no muchos días una investigación emprendida por un importante número de reconocidos periodistas de todo el mundo ya bautizada como Panamá Papers, mostró cuán profundo es el alcance de la corrupción al filtrar decenas de miles de documentos confidenciales pertenecientes al bufete de abogados panameños Mossack Fonseca.

La mayoría de la información mostraría el ocultamiento de importantes propiedades a nombre de empresas que sólo existen en los documentos, ganancias y activos difíciles de justificar, evasión tributaria y una serie de posibles delitos sepultados en una montaña de datos.

La avidez de la prensa por encontrar nombres identificables en las extensas listas dio resultado: Aparecieron desde jefes de estado en funciones, líderes de la política mundial, personalidades públicas y de las finanzas, los negocios, el arte y hasta el deporte. El escándalo no hizo más que demostrar una vez más que cuando se trata de dinero, los escrúpulos pueden ser convenientemente descartados.

Por supuesto, aquellos empresarios, políticos o personalidades de todo tipo y calaña que se vieron reflejados en las listas apareciendo en la integración de sociedades creadas en paraísos fiscales que, se cree, podrían haber servido para concretar maniobras de lavado de dinero, pronto comenzaron a blandir una serie de excusas y justificaciones muy poco verosímiles en la mayoría de los casos.

Claro que ahora es tiempo de vergüenza pública para unos  o momento de enfrentarse a la justicia para otros, cualquiera de estas dos instancias traerá a las personas o empresas  involucradas consecuencias difíciles de evaluar, al menos en este primer tiempo de los acontecimientos.

La confianza pública es fundamental para quienes ejercen actos de gobierno, en especial cuando se maneja un lenguaje conveniente contra esta verdadera calamidad que es la corrupción. De pronto, quienes dicen luchar contra este flagelo, se ven en la obligación de justificar sus propios actos, aunque supuestamente hayan sido cometidos en otros tiempos. Este escenario es compartido por funcionarios de todos los gobiernos del mundo.

En Armenia, las sospechas de corrupción y de ocultamiento de bienes no son recientes. Algunos años atrás fueron involucrados en este tipo de maniobras altos funcionarios del gobierno, empresarios millonarios y hasta algunos líderes de la iglesia armenia.

Hetq, un sitio web de investigaciones muy respetado por la seriedad de sus informes, encontró que tres de las empresas mencionadas en los Panamá Papers, son de propiedad total o parcial, a su nombre o de testaferros, de un controvertido funcionario armenio a cargo de un organismo de gobierno cuya misión es ejecutar los fallos judiciales. Mihrán Poghosian, intentó defenderse asegurando que la información sobre su persona "no se correspondía con la realidad". Y luego de lamentarse por compartir los titulares de las noticias junto al dictador azerí Ilham Aliev, también inmerso en la lista negra, resolvió renunciar a su cargo.

Este proceso recién comienza, ojalá pueda servir para transparentar la gestión y los actos de gobierno de muchos funcionarios que hasta ahora sólo se preocuparon por resolver el futuro económico…  de su familia.

Jorge Rubén Kazandjian

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