La fe es mucho más que palabras
A veces no somos mejores que los del tiempo de Isaías, de los cuales el Señor dijo: “Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi” Isaías 29:13.
En nuestro tiempo, la noción de la fe se ha descarrilado en algunos sectores en los que se pone énfasis en decir ciertas palabras, pronunciar una “confesión positiva”, anunciando con confianza excesiva una descripción de salud, prosperidad u otra bendición. Algo así como una mantra espiritual. Una fórmula mental de “como la Biblia dará resultado para usted” ocupa una posición primordial y central, mientras que rara vez se enfatiza la cuestión de una verdadera fe del corazón y comunión con el Cristo viviente.
Hay muchos más que asisten hoy a las Iglesias cuya fe se ha adormecido. Por supuesto que nunca lo admitirán. Declararían tener fe en Dios y en su Palabra. Se ponen de pie los domingos por la mañana y recitan el Credo de los apóstoles.
Pero si observa con atención, verá un cristianismo híbrido. Verá personas que piensan que el objetivo del cristianismo es leer la Biblia todos los días, intentar vivir una vida buena de la mejor manera posible y ganarse así la aprobación de Dios.
El verdadero cristianismo se trata más bien de conocer a Jesús y confiar en él, apoyarnos en él, reconocer que toda nuestra fortaleza proviene de él. Ese tipo de fe no solo es lo que agrada a Dios, sino que es el único canal por medio del cual el poder de Dios fluye a nuestras vidas para que podamos vivir de manera victoriosa para él. A esto se refería Pablo al escribir “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Esto concuerda bastante con lo que dijo Salomón al dedicar el Templo: “Que el SEÑOR nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros antepasados; que nunca nos deje ni nos abandone. Que incline nuestro corazón hacia él, para que sigamos todos sus caminos y cumplamos los mandamientos, decretos y leyes que les dio a nuestros antepasados” (1 Reyes 8:57,58). En esta frase Salomón mostró gran entendimiento del hecho que Dios mismo debe inclinar nuestro corazón hacia el, pues de otro modo nos descarriamos.
Por eso la predicación legalista nunca produce verdadera espiritualidad. Puede aparentar lograrlo por el momento, peno no puede durar. Los cristianos se vuelven fuertes únicamente al ver y comprender la gracia de Dios, la cual se recibe por fe.
Hace unos años, había salido a caminar con mi nieta, cuando aparecieron dos hombres indigentes que se dirigían hacia donde estábamos nosotros. Su aspecto desaliñado le producía miedo. En su pequeña mente pensó que estaba a punto de ser lastimada. Ya me tenía de la mano, pero instantáneamente sentí que se apretaba contra mí a la vez que se aferraba a la pierna de mi pantalón; “abuelo” me susurró, por dentro mi corazón desbordaba. Ese reflejo instantáneo de extenderse buscando mi ayuda significaba que ella pensaba que yo podía hacerle frente a cualquier cosa y a todo.
Este era un regalo más precioso que cualquier suéter que pudiera regalarme para Navidad. Me mostró que tenía una profunda fe en mí. Yo la socorrería. Supliría su urgente necesidad. La cuidaría.
Justamente es eso lo que deleita el corazón de Dios. Cuando corremos hacia él y nos apoyamos sobre él creyendo en oración, él se regocija. Él no quiere que salga por cuenta propia e intente ganarme sus estrellas de mérito para poner en mi cuaderno. Más bien desea que nos apretemos a él, que caminemos junto a él lo más cerca posible. No se interesa tanto en lo que hacemos, sino en que primero recibamos de él. Al fin y al cabo, ¿Qué podemos hacer o decir o conquistar sin primero recibir gracia del trono de Dios para brindarnos oportuno socorro en nuestro tiempo de necesidad (Hebreos 4:16)? Y todo eso que recibimos sucede a través de la fe.
Es posible que en su vida hoy haga falta detener toda lucha que se hace por fuerza propia. Afloje, y clame a Dios con una fe sencilla. Recuerde que nunca ha quedado nadie desilusionado al poner su confianza en Él. A lo largo de toda la historia de la humanidad no ha habido una sola persona que haya dependido de Dios para luego descubrir que Dios lo había defraudado.
Pastor JIM CYMBALA*
*Jim Cymbala es pastor de la iglesia Brooklyn Tabernacle desde el año 1972. Reside en Nueva York con su esposa, Carol, quien dirige el Coro del Tabernáculo de Brooklyn, ganador de un premio Grammy.