La guerra en Ucrania tensa la cuerda en Armenia por el conflicto de Artsaj

03 de marzo de 2022

Mientras tiene lugar la avanzada rusa, en Ereván buscan cómo mantener un delicado equilibrio frente a Rusia, su aliado estratégico, en momentos en que se abre un escenario incierto en la región.

Sobre llovido, mojado. El comienzo de la guerra en Ucrania por parte de las fuerzas rusas el pasado 24 de febrero, y el masivo repudio a la agresión de Moscú, junto a la creciente batería de sanciones económicas y presiones de todo tipo al régimen de Vladimir Putin, encuentra a Armenia en una posición muy vulnerable.

Ya es sabido que Rusia es un socio estratégico de Armenia, pero desde hace años y mucho más desde la segunda guerra de Artsaj en 2020, Rusia es el principal aliado en la disputa política, militar, diplomática y hasta económica con Azerbaiyán. Y la garantía –relativa, pero garantía al fin- de que Armenia, literalmente, no desaparezca del mapa a manos del tándem Erdoğan-Aliyev.

Ésta es la razón por la que Armenia fue el único país que el pasado 25 de febrero, al día siguiente de la invasión rusa a Ucrania, votó en contra de la moción para expulsar temporalmente a Rusia del Consejo de Europa.

En otra votación en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas el 28 de febrero en Ginebra, Armenia se abstuvo de condenar a Rusia tras el pedido de convocatoria “urgente” del Consejo que hizo Ucrania tras la agresión.

Y además, Armenia integra el lote de 35 países (China, India, Irán, Irak, Kazajstán y varios latinoamericanos, entre otros) que se abstuvieron de votar contra Rusia en la sesión de emergencia de la Asamblea General de la ONU el pasado 2 de marzo.

La resolución obtuvo 141 votos a favor del retiro de tropas del Kremlin y sólo 5 previsibles votos en defensa del régimen de Putin, la propia Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea.

El abrazo del oso

Hay dos motivaciones geopolíticas clave para entender estas posiciones de Ereván en el campo diplomático. Por un lado, Armenia forma parte de la alianza militar liderada por Moscú en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) y tiene al menos dos bases militares rusas en su territorio, una en Gyumrí y la otra en Syunik.

Pero además, gran parte de la frontera de Armenia con Turquía en el oeste, y con Azerbaiyán en el este, con foco en Syunik y el corredor de Berdzor (Lachín) están custodiadas por fuerzas rusas. Ni hablar de las 5000 tropas desplegadas en distintos puntos de Artsaj, con epicentro en Shushí y monitoreo en los límites del enclave armenio, para evitar una virtual “invasión” azerí.

El 20 de noviembre de 1845, tras la resistencia de las tropas argentinas en el combate de la Vuelta de Obligado frente a la poderosa escuadra anglo-francesa, el General José de San Martín le confió a su gran amigo Tomás Guido: “Los interventores habrán visto que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”.

Es muy probable que en Armenia no conozcan quién fue el Libertador de América ni mucho menos la Batalla de la Vuelta de Obligado. Pero a casi 180 años de aquella sentencia y a 14.000 km de distancia los armenios y su gobierno saben, por propia experiencia, que la mejor manera de no ser “engullidos” cual empanada por el panturquismo armenóbofo y racista es cuidar y alimentar sus vínculos con las otras potencias regionales. Y fundamentalmente con Rusia.

El segundo punto relevante para explicar la posición de la Cancillería armenia es la buena sintonía del presidente ucraniano Volodímir Zelenski con Azerbaiyán. Incluso hay versiones, nunca desmentidas en forma categórica, que en los últimos años Ucrania le proveyó a Aliyev fósforo blanco, un agente químico utilizado por Azerbaiyán contra la población civil en Artsaj, y claramente un arma prohibida por las convenciones internacionales.

En este contexto, Azerbaiyán también hace su juego. Votó contra Rusia en la ONU y envió ayuda humanitaria para los desplazados y afectados en Ucrania. Pero en paralelo, Ilham Aliyev, el presidente azerbaiyano, se jacta de haber firmado apenas dos días antes de la invasión rusa a Ucrania un acuerdo con Vladimir Putin, que establece una suerte de alianza política entre los países.

Además, ambos países realizarán ejercicios militares conjuntos, reconocen mutuamente la integridad territorial y combatirán el separatismo, música para los oídos de Aliyev y el discurso oficial de Bakú frente al conflicto de Artsaj.

“Para nadie es un secreto que ya se está formando un formato de cooperación de facto y trilateral (Rusia, Turquía, Azerbaiyán). Todavía no se ha formalizado, todavía no ha habido reuniones de cancilleres, ni hablar de presidentes, pero se está formando sobre la base de intereses comunes, pragmatismo y similitud”, explicó Aliyev. Y agregó que “las características comunes de los sistemas de gobernanza y los valores con los que están comprometidos los tres países”.

Si se refiere a la vigencia de autocracias, represión de la oposición y la prensa libre, Aliyev vuelve a confirmar aquello de “a confesión de parte, relevo de pruebas”. Habría que ver de todas maneras, cómo toma el Kremlin el voto pro Ucrania de Turquía y Azerbaiyán en la Asamblea General de Naciones Unidas.

Nubarrones en el horizonte

Para Armenia los próximos meses y años serán complejos, y mucho más con el escenario incierto que platea el conflicto ruso-ucraniano y lo que está detrás, la ampliación de la OTAN hacia el este.

En una entrevista con Civilnet, Eric Hacopian, analista y consultor político armenio-estadounidense, señaló recientemente en relación al conflicto en Ucrania que “el mundo que conocimos desde 1991 hasta 2022 ya no existe, y todo empezó de nuevo el 24 de febrero”.

Consultado sobre el impacto de la crisis ucraniana en Armenia, distingue dos tipos de riesgos, los inmediatos, más relacionados con la economía, los efectos de la devaluación del rublo, la desaceleración de la economía rusa, la suba de las materias primas y los recursos adicionales que habrá que destinar a las importaciones, y además la esperable caída de las remesas de armenios residentes en Ucrania y Rusia a sus familias que viven en Armenia.

Pero tal vez las implicancias de más largo plazo están en el campo político y ahí aseguró que “el lado ruso está presionando a todos a tomar partido por uno u otro. Es difícil mantener la neutralidad, de todas maneras, Armenia no reconoció la independencia de las dos regiones (Lugansk y Donetsk), afirmó.

Y dejó una perlita. Consultado sobre el nuevo acuerdo Putin-Aliyev, consideró que “si usted lee el acuerdo es clave que intentan meter a Azerbaiyán en la Unión Euroasiática, se habla de ejercicios militares conjuntos, con los que Rusia intenta reducir la influencia de Turquía en el ejército azerí. Es sintomático que tras el acuerdo no hubo ninguna palabra oficial de Turquía”.

Además, señaló que “al ver el lenguaje gestual, es muy claro que éste (el de Putin-Aliyev) es un ‘matrimonio forzado’ y creo que Aliyev entendió las implicancias”. No es un dato menor, teniendo en cuenta que todo el tiempo Aliyev le está pidiendo a Rusia avances en la negociación de la apertura de rutas y comunicaciones.

El otro aspecto relevante es qué ocurrirá con el Grupo de Minsk de la OTSC y la pretendida mediación y solución diplomática al conflicto de Artsaj. Los copresidentes del Grupo de Minsk son Estados Unidos, Francia y Rusia, y el grupo también lo integra Turquía además, claro, de Armenia y Azerbaiyán.

Turquía es aliado incondicional de Estados Unidos desde hace más de siete décadas y hoy es la segunda fuerza militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el organismo que está en el ojo de la tormenta de esta crisis en Ucrania.

Estados Unidos lidera la alianza occidental y las sanciones contra Rusia y Vladimir Putin, mientras que Francia se alinea con Occidente pero es el único presidente de un país relevante que mantiene la línea telefónica abierta con el presidente ruso.

Para Armenia este “cortocircuito” en el Grupo de Minsk es un grave problema, toda vez que desde su conformación a fines de los 90 fue la apuesta de Ereván para solucionar en forma pacífica el conflicto de Artsaj, y mucho más después de la guerra de 2020, algo que Bakú no ve con buenos ojos.

Y un dato más que eriza la piel de sólo pensarlo. ¿Qué pasaría en Armenia si la guerra en Ucrania termina con inestabilidad política en Rusia y Putin fuera del Kremlin?

Más allá de las consideraciones sobre el presidente ruso, lo cierto es que en noviembre de 2020 fue el único político con las espaldas suficientes para frenar a Recep Tayyip Erdogan y forzar a Aliyev a detener su marcha en Shushí, evitar la caída de Stepanakert y sentar al autócrata azerí en la mesa de negociaciones con Armenia.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

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