La hipocresía europea y los tibios pasos de Estados Unidos

28 de septiembre de 2022

El 12 de setiembre a las 00.05, unidades de las Fuerzas Armadas de Azerbaiyán abrieron fuego intensivo - con artillería, armas de gran calibre y vehículos aéreos no tripulados (drones) - contra posiciones fronterizas armenias en dirección a las localidades de Goris, Sotk y Jermuk. El ataque masivo en la frontera oriental de Armenia, por parte del ejército de Azerbaiyán dejó como saldo más de 200 soldados y civiles armenios fallecidos, 300 heridos, 20 soldados capturados y evidencias de torturas, crímenes de guerra que incluyó a cuatro mujeres víctimas de violación, mutilación, asesinato y brutalmente abusadas. Además, la República de Armenia perdió territorios fruto de la invasión ilegal de Azerbaiyán. Los enfrentamientos estallaron dos semanas después de la reunión celebrada entre Aliyev y el primer ministro armenio Pashinyan, desarrollada en Bruselas en el seno del Consejo Europeo, en Bruselas, para convertir el alto el fuego de 2020, alcanzado luego de la guerra de 44 días, en la hoja de ruta de un proceso de paz. Sin embargo, en escaso tiempo esa agenda se transformó en letra muerta y las amenazas y agresiones azeríes se hicieron presentes en el Cáucaso Sur en una nueva y regular violación del alto al fuego por parte de Bakú.

A fin de comprender la complejidad y el origen del conflicto de Nagorno Karabaj que comenzó a principios del siglo XX, es fundamental conocer algunas cuestiones vinculadas a la historia y origen del mismo.  En primer lugar se destaca que el mismo es un territorio que milenariamente formó parte de los sucesivos Estados armenios, desde reinos, imperios hasta la República de Armenia de 1918 hasta 1920, y se encuentra unida a Armenia por lazos culturales, étnicos, históricos y lingüísticos. En 1921, la región cayó bajo control del régimen soviético cuando Joseph Stalin decidió ceder unilateralmente la región “administrativa” de Karabaj, a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán en calidad de región autónoma, a pesar de formar parte de la R.S.S. de Armenia y tener en aquel momento un 95% de población armenia.

Transcurridos siete décadas de opresión azerí, en 1988, ante la inminente caída de la Unión Soviética, y basándose en el derecho de autodeterminación de los pueblos, el pueblo de Nagorno Karabaj (Artsaj en armenio) en el marco de una potestad constitucional vigente, realizó un plebiscito democrático en el que triunfó la propuesta de declarar la independencia, la que se concretó en 1991. En efecto, el 2 de septiembre de 1991, Nagorno Karabaj, inició el proceso de independencia a través de la adopción de la “Declaración de la Independencia de la República”, pronunciada por sus consejos locales, y naciendo así la “República de Artsaj”.

En el camino hacia una plena soberanía, la ya independizada República de Artsaj, creó legítimas instituciones de gobierno. Desde 1992 el principal mecanismo diplomático para la resolución del conflicto ha sido el Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), el cual busca mediar para el establecimiento de una paz duradera.

A partir de este breve repaso histórico y sin lugar a dudas, como sucedió en 2020, nuevamente los sucesos recientes protagonizados entre Ereván (capital de Armenia) y Bakú (capital de Azerbaiyán) no fueron repudiados inmediatamente. De manera que el desinterés demuestra que la atención continua centrada en el desarrollo de la guerra en Ucrania.  No obstante lo cual, los combates recientes entre estas dos ex repúblicas soviéticas deberían encender alarmas y alertar el tablero y sistema internacional. Para Europa y sobre todo Rusia, un nuevo frente en el Cáucaso Sur se produciría en el peor momento y escenario debido a la situación en Ucrania. Si bien son dos conflictos cuyas raíces son absolutamente diferentes lo que se debe considerar es el rol y situación de Rusia y Occidente en ambos terrenos. En el mismo nivel debe prestarse especial atención al “relanzamiento” y envalentonado accionar de Erdogan quien obtuvo credenciales y licencias para desarrollar sus conocidos intereses en la Cáucaso Sur en 2020 y, en la actualidad, por medio de la alianza estratégica a través del eje Ankara - Bakú.

Ahora bien, porqué existe tanta indiferencia por parte de la comunidad internacional: En primer lugar y, desde ya, coexiste una “mala praxis diplomática armenia”, pero al mismo tiempo es un hecho de que Azerbaiyán es un importante suministrador de hidrocarburos. Este último punto, se constituye en la piedra angular de la gran fortaleza azerí frente a los armenios. Azerbaiyán posee dos recursos estratégicos: petróleo y, mucho más importante, tiene grandes reservorios gasíferos.

A partir del desarrollo y consecuencia de la invasión rusa del territorio ucraniano, la palabra gas “brilla” como nunca lo hizo, especialmente en la Unión Europea. En ese sentido, la dependencia energética de Rusia por parte del “club 27", "ha llegado demasiado lejos" (dijo Josep Borrell - Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores), y por ello la UE ha tenido que buscar nuevos socios energéticos para afrontar el invierno y la producción industrial. Bajo este contexto, es que el bloque europeo y Azerbaiyán firmaron el 18 de julio de 2022 un acuerdo para duplicar el suministro de gas natural a través del corredor del sur de gas, que conecta el país con el mercado comunitario a través de Turquía. En ese acuerdo la propia presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, describió a Azerbaiyán como “socio energético crucial” y aseguró que se debe recurrir a proveedores más “fiables” que Rusia. Cabe destacar que la dependencia histórica de Rusia en materia energética golpea de cerca a Europa. Hasta ahora, Rusia cubre más del 60% de las importaciones de gas pero las sanciones que se le quiere imponer a Moscú por la guerra de Ucrania obligan Europa a asegurarse alternativas al suministro de gas ruso.

El conjunto de los elementos históricos y la geopolítica actual permiten comprender la configuración del poder a efectos de analizar desde una mirada más crítica la hipocresía de la llamada comunidad internacional. El estrechamiento de lazos con el régimen de Azerbaiyán se realiza a pesar de las denuncias que hacen foco en las constantes violaciones de los derechos humanos que comete contra sus propios ciudadanos pero en especial en la Guerra de 44 días y en los últimos ataques. A su vez, Bakú y Ankara fueron quienes desataron en septiembre de 2020 una guerra abierta contra la República de Artsaj, en plena pandemia, que tuvo como consecuencia más de  5000 jóvenes armenios muertos y las constantes y reiteradas amenazas de su presidente Aliyev para con la población y Nación Armenia. Pero claro, la demanda energética y la realpolitk presentan una amplia supremacía frente a los derechos humanos.

Similar, por no decir idéntica, indiferencia fue la suscitada a comienzos del Siglo XX cuando el imperio turco otomano ejecuto entre 1915 – 1923 el Genocidio Armenio masacrando 1.500.000 armenios imponiendo una política estatal de negacionismo que rige, perdura y se profundiza continuamente por el tándem turco azerí a escala regional e internacional.

Retomando los recientes sucesos, el pueblo armenio (tanto la diáspora como los mismos ciudadanos armenios en la República de Armenia) esperaron condenas y declaraciones de los principales actores y bloques internacionales. Claramente la parte armenia a lo largo de su historia no buscó ni busca la victimización, simplemente reivindica que sus derechos sean respetados y respaldados como lo pretende cualquier nación democrática del concierto de naciones. La última violación y ataque directo a la República de Armenia por parte del gobierno azerí dan cuenta de esa intolerancia, utilización de la agresión para imponer por la fuerza una falsa paz que promociona el establishment azerí. Desde ya, que las maniobras militares se desataron en un momento en el cual el Kremlin se encuentra en un callejón sin salida en territorio ucraniano y el mundo, voluntaria e involuntariamente, tiene su mirada puesta en esa parte del mapa.

Una clara interrogante radica en cuál es el rol asumido por Rusia a partir de 2020 en base a la nueva realidad y desenlace en la región caucásica. El despliegue ruso en Artsaj con aproximadamente 2000 efectivos, vehículos blindados y 27 puestos de control lejos del frente, intentó desplazar a un papel secundario a Turquía, pero omitió el afán panturquista y neo otomano de Erdogan en su búsqueda de incrementar su influencia en el sur del Cáucaso. Es por ello que la lógica turca se relaciona: en un despliegue militar para aumentar musculatura, en la necesidad de sortear la crisis económica doméstica y en paralelo desarrollar una agenda con Armenia a fin de armonizar y relanzar las relaciones bilaterales sin incluir el reconocimiento del genocidio. De manera que esta política de Erdogan se expresa en un doble mensaje y juego; uno para armenia y una alerta a Rusia por la profundización de su presencia y operaciones en el patio trasero de Rusia. En base a ello cabe preguntarse: Turquía no estaría buscando ocupar el vacío de poder que puede dejar Rusia frente a la debilidad, desgaste o paso atrás que dé Rusia, lo cual será aprovechado por Ankara para tomar posiciones más sólidas y avanzar en el espacio soviético, como ha hecho también en Siria.

En esta realidad los armenios se “alegraron” de que la comunidad internacional finalmente comenzara de manera moderada a brindar atención a los ataques de Azerbaiyán contra Armenia. Ante la invitación de Francia y a pedido de Armenia, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró dos reuniones la semana pasada, una abierta y otra cerrada, para discutir el ataque de Azerbaiyán a Armenia. Los armenios no estaban contentos en que la atención del mundo se centrara exclusivamente en el conflicto ruso ucraniano, ignorando la difícil situación que atraviesa Armenia. Los 15 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (Francia, India, Albania, Gabón, Noruega, Irlanda, Kenia, China, México, Ghana, Brasil, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido, Estados Unidos y Rusia), además de Armenia y Azerbaiyán, pronunciaron comentarios sobre los combates. Solo Estados Unidos y Francia describieron la situación como un ataque dentro de las fronteras de Armenia. El resto de los miembros del Consejo instaron a Armenia y Azerbaiyán a poner fin a sus hostilidades sin nombrar a Azerbaiyán como agresor.

El otro acontecimiento positivo fue la visita sorpresa de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos a Armenia, junto con otros tres miembros pro armenios del Congreso. Dada la decepción por la inacción de Rusia y la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva), los armenios dieron una calurosa bienvenida a la portavoz, quien transmitió un mensaje de gran apoyo, condenando a Azerbaiyán por su ataque a Armenia. Pelosi, la funcionaria estadounidense de más alto rango en visitar Armenia, fue vista con lágrimas en los ojos en el Monumento al Genocidio Armenio. También visitó el Parlamento, celebró una conferencia de prensa y se reunió con el Ministro de Defensa y el Primer Ministro Pashinyan. A lo largo de su visita y en el transcurso de una conferencia de prensa la líder demócrata condenó “los ataques ilegales y mortíferos por parte de Azerbaiyán contra el territorio armenio”. La declaración de Pelosi, después de haber irritado a Xi en agosto con su visita a Taiwán, desató la furia de Aliyev, en ese sentido la Cancillería de Azerbaiyán, emitió un duro comunicado sobre la visita denunciando que  “las acusaciones infundadas e injustas de Nancy Pelosi contra Azerbaiyán son inaceptables”.

El fuerte apoyo, las expresiones y declaraciones de Pelosi son bienvenidas, resaltando que lo fundamental es la continuidad de las mismas y que esas palabras sean  transformadas en acciones concretas y no en papel mojado o “tibias pasos”. Una de esas acciones podría constituirse en la reducción drástica e inmediata de toda asistencia militar a Azerbaiyán de conformidad con el artículo 907 de la Ley de Apoyo a la Libertad, una petición recurrente por parte del lobby armenio americano. Por su parte, y sin dudas, el arribo de la política estadounidense es un mensaje dirigido al propio Kremlin en un momento de debilidad en su campaña militar en suelo ucraniano. Lo importante y principal desafío radica en que Armenia no se transforme en un teatro de disputa de los intereses de actores externos (como sucedió en Siria) y que la intención sea la solución duradera para el conflicto de Artsaj concretándose de manera urgente considerando las demandas de la población de Artsaj y de Armenia.

A pesar de ello, en el complicado gran juego del Cáucaso no ganará quien tenga las cartas marcadas, sino aquel que juegue con varias barajas y en diferentes niveles al mismo tiempo. Pero sobre todo con una apuesta común para Estados Unidos y Turquía: el debilitamiento de Rusia que termina favoreciendo  los  intereses globales, en el caso de Washington, y regionales, en los de Ankara. Indudablemente, Rusia, Turquía y Occidente mueven fichas y la moneda está en el aire mientras las violaciones a los derechos humanos y la limpieza étnica azota y están a la orden del día.

Lucas Koussikian
Licenciado en Relaciones Internacionales

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