La historia de Gayané, la mujer azadamardig de Berdatzor
STEPANAKERT (Ani Azadian para Aparaj.am).- La mujer armenia no sólo tiene hijos valientes como leones, sino que en el momento preciso sabe plantarse junto a su hijo y a su hermano. Ella está lista para defenderse con las armas, si fuera necesario.
Muchas veces hemos tenido oportunidad de oir o de leer acerca de las hazañas de las valientes mujeres en la guerra de Artsaj; en particular, del auxilio que brindaron a los soldados en la primera línea.
Todos conocen a Gayané de Berdatzor, que es como llaman a la azadamardig Arrustamian. Ella nos cuenta que “a pesar de que han pasado muchos años desde la guerra, visito Berdatzor con frecuencia; no he cortado mis lazos y no ha finalizado mi misión, ni allá, ni en otras partes. Considero que el trabajo administrativo es muy incompleto. No hay entusiasmo en los pueblos. Las posibilidades que hay en esta tierra no están empleadas correctamente. Y esta tierra tiene recursos económicos ilimitados, que puede transformarla si se actúa con una visión de futuro”.
Como se involucró con la causa
Su historia arranca “en 1988-1989, cuando comenzó el Movimiento Karabagh. Todas aquellas personas que eran hairenaser (patriota), consideraban su deber aportar algo al Movimiento. Algunos lo hicieron escribiendo peticiones y solicitudes, o haciendo huelgas de hambre; otros, realizaron actos concretos. Yo pertenecía a este último grupo. Era consciente de que mis posibilidades eran muy limitadas...
En el ’89 ya se había conformado un grupo en el que coincidíamos en las mismas ideas. Y por esos días era necesaria una persona de confianza para que Berdatzor se conecte con la red de nuestro sistema. Allí aparecí yo, desde diciembre del ’89 hasta el 15 de mayo del ’91 cuando tuvo lugar la tristemente célebre operación “anillo”, mediante la cual las fuerzas unidas del OMON de Azerbaidján y el ejército soviético vaciaron los pueblos armenios”.
Recuerdos imborrables
Han pasado 23 años de esa operación, pero los recuerdos de Gayané son imborrables. Apenas si puede contener las lágrimas. “Mis recuerdos están muy vívos. Las mujeres prisioneras estaban rodeadas por el OMON turco-azerí y los soldados rusos. Los hombres habían sido llevados a Lachín, incluso a algunos los habían torturado”. Agrega que “justamente de esa operación, comprendimos muchas cosas: debemos ser más fuertes, estar más armados, más organizados, para no permitir que se repita la historia en la que nuestra nación siempre aparece entre las víctimas o los deportados. Como consecuencia de la Operación Anillo se despobló Berdatzor, y yo, junto con los demás, salí del pueblo.
Después de la liberación de Shushí, también Berdatzor y Kashatagh (antes Lachín) fueron liberadas, y regresé otra vez, ya que no era un soldado solamente. Quiero mucho a la gente del lugar; tengo muchos amigos, con quienes hasta hoy estoy en contacto”.
Según Gayané, el patriotismo exige sacrificios. “Por lo general, nuestro amor a la patria proviene de nuestros padres. Los míos aceptaron con gran dificultad que yo marchara a Berdatzor. Mi mamá tuvo un infarto por mi causa; pero las circunstancias dictaban nuestras acciones. El momento lo llevaba a uno, o lo detenía en el camino por donde había que pasar. Me sentaba junto al aparato, mientras los muchachos vigilaban el camino, en guardia, ya que los azeríes atacaban periódicamente. Ahora, cuando recuerdo ese temor y esas vivencias, comprendo que no tenía sentido tenerles miedo, porque cuando apenas los enfrentábamos, ellos ya no estaban”.
Firme, con Karabagh
Gayané regresó a Stepanakert en 1991. Junto a la comandancia se había creado el puesto 61. Junto con otras dos chicas ocupamos ese puesto. “Yo estaba en el 61 cuando Arkadi Der-Tatevosian (Komandos) convocó a las mujeres a integrarse a la guerra. Intensos combates tenían lugar; nuestros muchachos morían; si podíamos prestar atención médica de inmediato, era posible salvar varias vidas. Vinieron del servicio de rescate “Spitak” de Armenia, para organizar cursos en el centro de estudios. 13 chicas aprendimos lo necesario.
Nos integraron en la unidad cercana a Shushí, y recorrimos todo el camino de las operaciones militares. Al principio fue muy difícil. No sabía tomar una jeringa, y peor aún, no me animaba a inyectarla en una vena, en lugares oscuros. En esos momentos pensaba que si por lo menos pudiera salvar la vida de un solo soldado armenio, entonces, mi presencia en el campo de batalla estaba justificada. Puedo decir satisfactoriamemte que hemos salvado muchas vidas: nuestro trabajo dio buen resultado”.
Reflexiones como universitaria
Gayané es historiadora egresada, y desde la primera etapa del Movimiento Karabagh era consciente de que nuestra tierra no se liberaría solo con proclamas; que para liberarla también había que derramar sangre. Y marchó a la primera línea. “Cuando uno se encuentra en estado constante de estrés, no piensa en el próximo paso; uno comienza a vivir cada instante. En época de guerra, el tiempo corre de otra manera, contraria a las leyes de la física. Si ves cómo el hijo de tu vecino es decapitado por una bomba casual, ya no tienes nada para temer o para pensar, con respecto a ir al campo de batalla. Es decir, sentado en tu casa, las posibilidades de morir son las mismas. Y estando en el campo de batalla es posible que puedas salvar la vida de un soldado armenio, o, junto con los demás, evitar la avanzada del enemigo. Creo que todos hemos ido a la guerra con esta forma de pensar”.
Para Gayané, la batalla más difícil fue la de Sanasar (ex Kubatlú). “Fueron tremendamente difíciles esos combates. Cerca de Jdzaberd los enfrentamientos eran muy intensos. Allí murió una de nuestras compañeras, Margarita, una francotiradora, durante una operación de distracción. En la misma batalla tuvimos también dos mujeres heridas. Kariné tuvo una herida en el cerebro y hoy es una discapacitada”.
Fortaleza de espíritu
Según Gayané de Berdatzor, el estado de ánimo es un factor determinante. “Puedo decir, con total convicción, que nuestros compañeros se sentían firmes y tranquilos, porque ellos tenían acceso a los primeros auxilios. Es decir, si teníamos posibilidades de llegar, serían salvados. Nosotras estuvimos con los muchachos en la primera línea; apenas un paso detrás de ellos”.
La luchadora mujer opina que sólo se ha cumplido una etapa de nuestros objetivos. “Creo que persisten muchos errores. Debemos crear la Armenia unida. Todavía tenemos mucho que hacer, para continuar y transmitir nuestro legado a las próximas generaciones. Dios no lo permita, pero si hace falta estaremos otra vez en la primera línea. El que vaya no debe tener problemas de salud ni de edad. No sé en ese momento en qué estado me hallaré, pero un cosa es clara: como sea estaré al lado de mi pueblo”.
La tarea realizada por Gayané en los años de la guerra no pasó inadvertida para el estado. “Fui generosamente condecorada, -por demás-, por la República de Artsaj. Los muchachos han hecho cien veces más que yo. Acepté las distinciones: la Cruz Militar en segundo grado, y la medalla de la liberación de Shushí”, -reconoce Kaiané.
Entonces (en la víspera del 9 de Mayo de 1992) solo sabíamos que habría una operación; pero después comprendimos que participamos de un gran hecho histórico. “En general no me gusta hablar de lo que vi en la defensa de nuestros hogares: quizás no sea el momento aún. Pero no descarto que un día reúna todo lo visto en la guerra y lo publique como mis memorias”.
Finalizando la entrevista afirmó que “no considero mi tarea como de gran envergadura. Era como la pequeña piedra, quizás, que no permitió que las grandes se desmoronen. Nuestros muchachos eran aquellos gigantes a cuyo lado estábamos nosotras firmes, para no permitir que ellos se desplomen”. Así evaluó la tarea realizada esta bella mujer armenia y sintetizó: “nosotros tenemos un objetivo supremo: la prosperidad del pueblo armenio sobre su tierra. Por eso hemos transitado duros caminos”.