Opinión

La intolerancia, pasaje directo a la desunión

02 de noviembre de 2017

intoleranciaEl término intolerancia tiene varias acepciones: Algunas se pueden referir por ejemplo, al rechazo de algún medicamento, alimento o vestimenta, y tienen más que ver con cuestiones meramente físicas. Pero, hay otras acepciones de esa palabra más dañinas y peligrosas para las personas porque tienen que ver con la pacífica convivencia y buen uso de costumbres y tradiciones. En este contexto podemos incluir la intolerancia a las ideas y pensamientos ajenos, sean estos personales o colectivos, a los que se les exterioriza una oposición muchas veces expresada en términos descomedidos e inapropiados.

Alguna vez nos hemos acercado a través de estas columnas a la utilización de las redes sociales en nuestra comunidad. Entendemos que es imposible sustraerse de los avances tecnológicos que nos empujan a este tipo de comunicación frío e impersonal, que también puede convertirse un una herramienta para descargar enojos y frustraciones, tal vez sin reparar el enorme daño que se causa al hacerlo.

Días atrás, una institución juvenil de nuestra comunidad hizo circular a través de esas redes una nota referida a un caso de extrema actualidad, desde una visión admisible para muchos y no tanto para otros. Siempre, al emitir una opinión existe el riesgo de que haya quien no la comparta, pero vale la pena tomar el riesgo de transmitir un pensamiento, dejando atrás el temor o la indolencia que invade a quienes prefieren no expresarse.

El debate siempre es sano si las partes que participan de él lo hacen con honestidad de criterio y deseos de confrontar ideas para alcanzar un mejor desarrollo común. Sin embargo, en este caso, hubo muchas personas, la mayoría de ellas reconocibles integrantes de nuestra colectividad que prefirieron la agresión con epítetos muy cercanos a los insultos, en clara oposición a la obligación de conservar las formas y si fuera necesario disentir, hacerlo con altura y sin ataques y ofensas innecesarias.

La intolerancia está siempre en las redes y muchas veces es protagonista porque hay algunos “iluminados” que utilizan esa vía para obtener sus réditos personales, políticos y hasta comerciales. Pero resultó muy triste comprobar que esa famosa “grieta”, denominación que algunos tomaron para identificar diferencias de opinión políticas, nos invadió sin motivo alguno. La virulencia gráfica es símbolo de impotencia y no deja de responder a oscuros objetivos promovidos por aquellos individuos que sin tomar responsabilidades o compromisos, prefieren ser espectadores con derecho a voz y voto.

Repetidas veces hemos hablado de la crisis que soporta desde hace décadas nuestra comunidad. Tratamos de ser positivos y aportar ideas para hallar los caminos que nos rescaten de ella. También hablamos del rol de las instituciones comunitarias y sus responsabilidades, pero en esta ocasión, no son las organizaciones el problema, sino aquellos que permaneciendo fuera de ellas se sienten con el derecho a expresar su supuesto desacuerdo del modo más inconveniente: el embate personal.

La intolerancia nos sobrevuela cada día y apenas podemos sustraernos de hacer mención de otras maneras de sectarismo comunitario que observamos desde nuestro lugar de trabajo.

Una colectividad deja de ser fuerte cuando desde su propio seno se ataca a sus pares por pensar distinto. Es imposible imaginar un futuro promisorio cuando en este difícil presente comunitario se les impide a los jóvenes elaborar su impronta desde su propia experiencia, personalidad y carácter.

Pensemos, luego opinemos. Y si nos equivocamos por apresurarnos, una disculpa es siempre  bienvenida.

Jorge Rubén Kazandjian

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