La literatura como puñalada

19 de noviembre de 2019
El alambre no se percibía desde la hierba – Relatos sobre la guerra de Karabagh (Hecho Atómico Ediciones, 2015).

El alambre no se percibía desde la hierba – Relatos sobre la guerra de Karabagh (Hecho Atómico Ediciones), es un libro de cuentos escrito por Levón Khechoyan y Hovhannés Yeranyan, adaptado por Alice Ter-Ghevondian y traducido por la misma Ter-Ghevondian y Ana Arzoumanian. El alambre no se percibía desde la hierba, no es un libro sobre Armenia o sobre la guerra de Artsaj: es una puñalada. Lo siniestro se adapta a lo cotidiano y esa mirada única desde el mismo epicentro subyace en ello. Una gramática mayor.

Texto inédito en nuestro país y traducido directamente del armenio, esta acertada publicación de El alambre… resulta una exquisita muestra de la originalidad narrativa de una, podemos llamar, nueva literatura armenia.

Los quiebres culturales sociales como respuesta a tiempos turbulentos. Y esa identificación cultural se ve amenazada frente a la épica de la contienda, se desdibuja el concepto de nación ante los enfrentamientos bélicos y la poesía debe hacerse cargo: hay que recrearse cual ave Fénix. El orden social se ve sacudido frente a la violencia. Walter Benjamin destaca dos funciones de la violencia como medio para fines de derecho: la primera función de la violencia es creadora de derecho, pues una vez fundado, el derecho tiende a monopolizar toda otra violencia que le sea exterior. La segunda función de la violencia es conservadora de derecho, pero dicha conservación no puede ser realizada más que a través de una violencia legal a la violencia natural por el control de la violencia general.

Esto es: la poesía, la literatura en general, la prosa, no están para echar un manto de tranquilidad frente a la crueldad sino para enfrentarla, tanto héroes como desertores. Así, Khechoyan y Yeranyan relatan su registro testimonial en El alambre…

Khechoyan (Georgia, 1955-Ereván 2013) era filológo y cuenta con casi veinte publicaciones traducidas a varios idiomas y una cantidad destacada de premios. Entre 1988 y 1994 participa de la guerra de Artsaj y en sus narraciones historiográficas está destacado su paso. Poco antes de morir, Khechoyan fue galardonado con la medalla de segundo grado de la República de Armenia “Por Servicio a la Patria” que rechazó en protesta contra las condiciones socioeconómicas que vivía la población de Armenia y sus compañeros de armas.

Yeranyan (Armenia, 1963), director de cine y crítico de teatro, cubrió como periodista la guerra de Artsaj para medios gráficos y la televisión armenia; es autor de documentales sobre autores clásicos y modernos de la cultura armenia. Una novela y varias colecciones de relatos fueron también premiadas, entre ellas, la condecoración del Primer Ministro por los méritos en la literatura armenia.

En esta apuesta de la editorial Hecho Atómico, El alambre…, el libro divide las narraciones de Khechoyan con “El temblor de la tierra”, “El maestro” y “El intercambio”; mientras Yeranyan hace lo propio con “El sapo, o un guion para la película filmada” y “Día engañoso”.

Una vez concluida la lectura de El alambre no se percibía desde la hierba…, todas las sensaciones desarrolladas en el proceso se resumen en una: la desolación. El hambre descrito, los terrenos yermos, los compañeros perdidos, las condiciones climáticas de la estepa helada, los vientos filosos arremolinados entre tanta montaña, las pesadillas que llenan las noches y la misma realidad de los días, el vano intento misericordioso de paz, resaltan en la prosa más exuberante.

“Ellos sacaron dos ataúdes de su Uaz y nosotros los dos del nuestro; y no mirábamos ni a la tierra ni a los ataúdes sino cara a cara. Los comunicadores de la radio, colgados de los pechos de los comandantes aseguraban la comunicación con las montañas de ambos lados; todo dependía de qué orden iban a dar. Uno de la aldea que conocía a los rehenes y vino con nosotros abrió el ataúd, miró y dijo: ‘sí, son nuestros’. El doctor tocó con la palma de mano la herida bajo la axila del muerto, siguiendo el hilo de sangre recorrió el cuerpo por las por las costillas delgadas hasta los calzoncillos, dijo: ‘pasaron apenas dos horas que los fusilaron’. Dijo: ‘ellos nos engañaron a nosotros, y nosotros a ellos’. Volvíamos, entre las cepas el pájaro todavía llamaba con la puntualidad pausada del reloj”, de “El intercambio”, un cuento de Khechoyan. Lo suyo resulta de una resistencia y entereza incólume a pesar de todo lo vivenciado. El preciso trabajo de traducción de Ter-Ghevondian y Arzoumanian permite hilar el proceso de escritura. Uno realista, por supuesto, que explora alejado de los vaivenes de la guerra, la misma condición humana frente a la vida y frente a la muerte. El autor fue combatiente durante la guerra de liberación de Artsaj y como tal, la búsqueda de simbolismos no termina en su prosa: denuncia.

Yeranyan describe la adversidad climática destacada más arriba: “Los pozos de numerosas minas y bombas estalladas llenos de agua amarilla dificultaban nuestro camino, teníamos que esquivarlos cada tanto. Si no entrábamos al bosque a tiempo nuestra marcha podía resultar inútil. La lluvia, el barro, el arco iris, la tempestad, el sol que aparecía y desaparecía de golpe, y hasta la neblina que nos cubría de los patrulleros que, a veces, aparecían en la cuesta de enfrente, eran úun más detestables que el enemigo”. En los escritos de Yeranyan, el sufrimiento, la dolencia, traspasa lo físico: el estoicismo obligado del soldado frente a la penuria se desmorona. Como hombre dedicado al cine, Hovhannés Yeranyan todo lo ve al detalle y así lo narra. La realidad de una Armenia militarizada (uno de los países más militarizados del mundo) se refleja en “El sapo, o un guion para película filmada”. La concepción social hacia la guerra es la del deber y la nación: la vida por la patria. Su realidad es esa y no otra, el varón va a la guerra. Y claro que puede no volver, pero para eso hay más varones.

“Para Uzbó fue fácil, era huérfano, nunca se preocupaba por el desconsuelo de alguien. No sabemos si Avó y Karót están vivos todavía. La madre de Avó no lo soportó y no pudo esperarlo. La madre de Karót mandó a Armencho con nosotros, dijo, tenés que ir a sustituir a tu hermano. No lo maldigas a Aram. Que ya tiene vergüenza de estar vivo”. Qué cuánto valor tiene la vida humana se pregunta uno. Armenia tiene fronteras frágiles, inestables, y eso dificulta la definición de una identidad.

Lala Toutonian
Periodista
latoutonian@gmail.com

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