La mediación humanitaria de España ante las masacres de las comunidades cristianas de Persia durante la ocupación otomana

29 de abril de 2020
Pierre Franssen en Urmia (1935). Fotógrafa: Annemarie Schwarzenbach.

Este año se cumple el 105º aniversario del inicio del Genocidio Armenio, y el 100º aniversario del cierre de la Legación española en Teherán. La diplomacia española frente a los crímenes cometidos contra la población cristiana por parte del Imperio Otomano es prácticamente desconocida en la propia España y en el exterior. El año pasado se organizó en el Palacio Real de Madrid una excelente exposición bajo el título de “Cartas al Rey. La mediación humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra”, centrada en la labor de la Oficina Pro Cautivos en la búsqueda y liberación de desaparecidos y prisioneros de guerra durante la contienda. Las alusiones al genocidio armenio fueron escasas, y en lo que se refiere a los episodios que tuvieron lugar en el noroeste de Irán, en aquella época todavía llamado Persia, totalmente ausentes.

Durante la Primera Guerra Mundial, España mantuvo abiertas tres legaciones diplomáticas en los territorios de Medio Oriente envueltos en el conflicto, concretamente en Constantinopla, Jerusalén y Teherán. Los respectivos representantes fueron Julián María del Arroyo y Moret, Antonio de la Cierva Lewita y José Romero Dusmet. Todos ellos informaron al Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid del desarrollo de la guerra en las regiones en las que estaban acreditados. Por lo general, la campaña de Persia ha sido bastante ignorada por la historiografía en las publicaciones referidas a la Primera Guerra Mundial, pero todavía aún más obviada son las masacres cometidas por las tropas otomanas y las milicias kurdas dentro del territorio, tanto en las primeras incursiones que tuvieron lugar a comienzos del conflicto, especialmente durante los primeros meses de 1915, como en la primera mitad del 1918, una vez que el ejército ruso se replegó como consecuencia de la revolución bolchevique. Persia fue un país neutral durante la Gran Guerra, pero el noroeste del país fue un escenario importante de enfrentamientos entre las tropas rusas y otomanas, y de las milicias kurdas y cristianas que las apoyaban, respectivamente.

En ese momento, la provincia de Azerbaiyán Occidental de Persia era el territorio con mayor población cristiana, fundamentalmente armenia y asiria. Cuando Tabriz, capital de la región, fue ocupada por las tropas otomanas en 1918, las potencias aliadas solicitaron a España, el único país neutral con representante en Teherán, que representara sus intereses. Gran Bretaña, además, le hizo la petición especial de defender a las comunidades cristianas, ya que ningún otro gobierno tenía la capacidad de hacerlo. El representante de España en Teherán, José Romero Dusmet, quien había llegado en 1911, designó como vicecónsul de España al misionero lazarista Pierre Franssen (1881-1959), de origen holandés, quien había llegado procedente de París en 1912. Gracias a ello, el sacerdote obtuvo la inmunidad diplomática necesaria para proteger a los cristianos de la región frente a las autoridades otomanas. En un primer momento, los oficiales otomanos en Tabriz se negaron a reconocer su nuevo cargo, pero una vez que Romero Dusmet llegó a la ciudad procedente de Teherán, la situación cambió drásticamente. En las casas de su congregación pudo albergar a numerosos cristianos, especialmente armenios, que iban a ser liquidados por las tropas de ocupación. Además, apropiado de banderas españolas, logró poner numerosos inmuebles de las potencias aliadas bajo su protección, entre ellos propiedades de los Estados Unidos, cuyos representantes en la zona, una vez que finalizó la violencia, señalaron que, en calidad de cónsul de España, Franssen fue el único representante de una nación cristiana y neutral en la provincia de Azerbaiyán que gracias a sus enormes esfuerzos, y bajo la protección divina, pudo evitar una masacre mayor de armenios y cristianos autóctonos perpetrada por los turcos. El obispo armenio Nerses Melik-Tangyan también agradeció personalmente a Franssen su total compromiso en la protección de los armenios de la ciudad.

En enero de 1954, el padre Franssen fue condecorado con la encomienda Isabel la Católica por el representante de España en Teherán, Emilio Beladíez. Fue la primera y última vez que se le reconoció su labor humanitaria. José Romero Dusmet, quien, desde su posición en Teherán, así como durante el viaje realizado a Tabriz en el verano de 1918, también hiciera grandes esfuerzos en salvar vidas, no ha tenido en España homenaje alguno. La designación de un sacerdote como cónsul de un país neutral en la contienda, como lo fue España, durante la Primera Guerra Mundial, con el fin de defender la vida de quienes estaban siendo perseguidos por su credo religioso, ha sido un hecho único en el mundo.

Una pequeña parte de los armenios y asirios originarios de esta parte de Persia llegaron a Argentina durante las décadas siguientes. Así se puede comprobar en las listas de pasajeros del puerto de Buenos Aires, donde aparece su ciudad de procedencia, el país de nacimiento, su credo religioso y los idiomas que hablan. A mediados del siglo XX, de cerca de 17.000 armenios que habían llegado por vía marítima, alrededor de 280 procedían originalmente de Azerbaiyán Occidental. A través de los documentos que han guardado los descendientes de los migrantes asirios originarios de Persia que llegaron al país, también se puede comprobar los vínculos que tenían con los sacerdotes lazaristas que ocuparon un rol determinante en la protección de los cristianos, entre los que se encontraban aquellos que trabajaron estrechamente con Pierre Franssen y José Romero Dusmet.

Fernando Camacho Padilla
Profesor de historia en la Universidad Autónoma de Madrid. Desde hace varios años investiga las relaciones políticas y culturales entre Irán y el Mundo Hispánico.
fernando.camacho@uam.es

Compartir: