La orden fue: “Primero Talaat”

15 de marzo de 2022

El martes 15 de marzo de 1921, a las 11 de la mañana, Nicolás Jessen, de 40 años de edad y dueño de una carnicería, se dirigía a pie a visitar clientes sobre la calle Wittemberg, en el barrio Charlottembourg de Berlín. Los primeros rayos del sol no eran tan cálidos aún como para salir sin su abrigo. Tomando por la calle Hardenberg, Jessen percibió que a unos veinte metros atrás suyo, un hombre de fuerte estructura, abrigado con un pesado sobretodo de invierno, caminaba lentamente balanceando su bastón sobre la vereda derecha en dirección al Jardín Zoológico.

Fue entonces que un hombre joven, con el sombrero caído sobre la frente y de perfil aguileño que venía de cruzar de la vereda de la Escuela de Música, lo sobrepasó. Cuando llegó a la altura del individuo que llevaba el pesado abrigo, sacó la mano del bolsillo derecho de su abrigo y la dirigió hacia la nuca de él. Un disparo lo estremeció. Jessen comprendió que estaba en presencia de un asesinato cuando el individuo de fuerte contextura cayó hacia adelante y vio la cara contra el piso en medio de un mar de sangre que brotaba de su cráneo estallado. El hombre joven avanzó velozmente sobre el charco de sangre, arrojó el arma y desapareció doblando por la calle siguiente.

Los gritos surgían de todas partes: ¡Detengan al asesino!, se escuchó gritar. Jessen escuchó decir al fugitivo en un alemán muy básico: “Yo armenio, él turco. No hay daño para Alemania. Déjenme, esto no los concierne a ustedes”. Los transeúntes comenzaron a golpear al cautivo y Jessen junto a otra persona salvaron del linchamiento al joven ejecutante llamado Soghomón Tehlirian.

La víctima llevaba un pasaporte turco extendido a nombre de Alí Salim Bey. Su verdadero nombre era Talaat Pashá, ex Ministro del Interior del gobierno de los Jóvenes Turcos, el mayor responsable del plan de exterminio de los armenios. Se domiciliaba en una casa alquilada en el número 4 de la calle Hardenberg de Berlín. El contrato de locación había sido firmado por el Secretario de la Embajada de Turquía en Alemania. 

—¿Usted reconoce la premeditación de su acto? preguntó el magistrado Schulze a cargo de la audiencia de acusación a Tehlirian.

—Sí, y lo repetiría si fuese necesario. Yo estaba dispuesto a sacrificar mi vida.

—¿Quién lo ayudó?

—Nadie, actué solo.

—¿Tenía usted un conflicto personal con la víctima?

Ninguno. Pero bajo sus órdenes mi madre, mi hermano, mi hermana, mi familia y mi pueblo fueron masacrados.

—¿Entonces, usted admite haber premeditado el asesinato?

—Sí.

El intérprete hacía señas desesperadas al inculpado ya que cada respuesta afirmativa no hacía más que agravar jurídicamente su situación. No obstante, Tehlirian continuaba sus pasos:

—Yo cumplí con mi misión. Pueden hacer conmigo lo que ustedes quieran.

—¿Entonces, usted no vino a Berlín para estudiar mecánica?

—Era mi objetivo antes de la guerra.

—¿Cuándo tomó usted la decisión de asesinar a Talaat?

—Cuando lo juré sobre la tumba de mi madre.

Soghomón Tehlirian se convirtió en el emblema de los héroes justicieros de la Operación Némesis que se había decidido en el IX Congreso de la FRA-Tashnagtsutiún. Junto a él evocamos también a Aram Yerganian, que vivió en la Argentina, Arshavir Shiraguian, Misak Torlakian, Stepan Dzaghigian, entre otros. La elección del primero de los ajusticiadores fue realizada por sorteo y la suerte recayó en Tehlirian.

La orden de Armen Garó, responsable de la operación, fue muy precisa: “Primero Talaat. La orden es abatirlo sin demoras y dejar de lado a los otros criminales, aún si se escapan”.

Cómo trató la noticia la prensa europea

La prensa europea, con excepción de la alemana, no tuvo, en general, ni una palabra de compasión para la víctima.

El periódico alemán Morgen Post tituló “El ex Primer Ministro turco asesinado por cuestiones políticas”.

Le Figaró de Francia se refirió en los siguientes términos sobre la caída del “tirano”: el 14 de octubre de1918, cuando Franchet d´Esperey conmocionó el frente de Macedonia y agonizaban las fuerzas armadas turcas, el Ministerio que Talaat presidía debió dimitir. El 14 de noviembre, huyó primero a Suiza, luego a Holanda y de allí, bajo la amenaza de extradición, pasó a Alemania. Fue allí que este tirano de pequeña envergadura, pero con ambiciones desmedidas, expiró por el gesto de venganza de un oprimido”.

El 17 de marzo, el diario francés La Meuse de Lorena editó un recuadro titulado: “Un turco asesinado en Alemania” y felicitó al matador por haber ejecutado la sentencia de una Corte Marcial por contumacia al día siguiente de la guerra, cuando los Aliados exigieron el enjuiciamiento de los dirigentes de los Jóvenes Turcos.

El 19 de marzo, finalmente el diario alemán Hessischer Volksfreund (El amigo del pueblo de Hess) no dudó en estigmatizar el silencio cómplice de su país en relación al martirio de los armenios: “los torrentes de sangre que corrieron en Armenia durante la guerra se conocieron en Alemania con posterioridad al conflicto. Razones de Estado prohibieron hablar del tema. ¡Razones de Estado! Esa gran frase que todos los criminales de guerra la tomaron en su boca cada vez que necesitaban justificar sus siniestros emprendimientos. La perspectiva oriental no cambia para nada el hecho que a la sangre de Talaat se une un mar de sangre. Talaat Pashá quería resolver la Cuestión Armenia por medio de las armas y la sangre. Creía en la receta de Bismark según la cual los grandes problemas del momento no se resuelven por medio de los discursos o de las decisiones democráticas sino por las armas y la sangre. Los Jóvenes Turcos se montaron sobre el caballo equivocado, no porque hayan querido caminar junto a Alemania, sino porque quisieron aplicar la política de la fuerza de los alemanes”.

Solo la prensa turca de Constantinopla y Ankara se sumó al duelo para anunciar las circunstancias de la muerte del Pashá. Las exequias se llevaron a cabo el 20 de marzo en Berlín en medio de una enorme afluencia de gente. El Dr. Behaeddine Shakir, otro genocida, fundador y miembro del partido de los Jóvenes Turcos que fue ajusticiado por Aram Yerganian el 17 de abril de 1922 en Berlín, pronunció la oración fúnebre.

El 3 de junio de 1921, menos de tres meses posteriores al atentado, los jueces de la Corte Criminal de Berlín declararon al acusado inocente de la muerte con premeditación. La absolución fue recibida con frenéticos aplausos por una multitud de compatriotas y simpatizantes que había invadido la sala del Tribunal. Una hora más tarde, Tehlirian abandonó la prisión en un auto cubierto de flores. La prensa no se equivocó. En su conjunto, consideró que el veredicto fue un acto de justicia que honraba a la nueva Alemania.

Parte del texto fue extraído del libro “Operación Némesis, los vengadores armenios” de Jaques Derogy traducido al castellano por Abraham Aharonian, cuya edición fue realizada por la Editorial Diario ARMENIA en el año 2019 y que fue solventada gracias al aporte de la Fundación Jean y Carmen Apkarian.

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