La reciente tragedia armenia: opiniones

25 de marzo de 2021

La comunidad armenia de Sudamérica, como toda la armenidad, vivió la guerra de Artsaj con un grado de máxima tensión. En distintos contextos, el debate del impacto negativo de lo que dejó la reciente tragedia armenia, adquiere diferentes formas de revisar y reflexionar sobre lo sucedido. 

Para el psiquiatra español Noel Reyes Mena, “la guerra es, en su acepción más completa, un verdadero desastre provocada por el hombre. Es una emergencia, un caos desde todos los puntos de vista”.

En este sentido y para conocer sus opiniones, Diario ARMENIA dialogó con Victoria Minoian (49), Lic. en Administración (UBA) y Magister en Comunicación, Cultura y Tecnología (Georgetown University); Manuel Kabakian (46), periodista, productor y co-conductor de Audición Gomidás; Axel Costanian (27), abogado, participante recientemente del programa Birtright Armenia; Marina Torossian (23), estudiante de Ingeniería en Sistemas, actualmente residente en Armenia a través del programa Birtright; Martín Simonian (48), dirigente comunitario de Córdoba y Viken Seferian (28), empresario, recientemente llegado de Armenia por el programa Birtright, a quienes les formuló tres preguntas a modo de disparador del tema. 

Victoria Minoian

— ¿Cómo viviste los 44 días de guerra?

—Viví con mucha angustia y nervios todo el desarrollo de la guerra. Mi cabeza buscó referentes de lo que sucedía a tal punto que sentí una especie de regresión transgeneracional a los relatos de 1915. Nunca sentí tener esa conocida sensación en el estómago de permanente vibración por tantos días seguidos… bajé 4 kilos… dormí de 2 AM hasta las 7 AM casi todos los días y me tomó algo así como 2 meses poder volver a concentrarme cabalmente en mis tareas rutinarias y profesionales. Me asqueó Occidente con sus instituciones: la ONU, Amnesty International, HRW, el Vaticano y los medios hegemónicos; todos accediendo a los encantos de los petrodólares y el lobby. Son instituciones que para mí no se distinguen de lavaderos de dinero y corrupción. 

— ¿Qué impacto te causó la derrota?

—Esperaba la derrota. Entre el 6/10 y el 14/10 la comencé a esperar a partir de hilar una serie de declaraciones y de algunos hechos que me sorprendieron y no me dieron buenas vibras. La última semana de octubre fue decisiva también si se siguen las declaraciones del Primer Ministro y de Putin. Lo que me shockeó fue el modo en que “se terminó la guerra”, como si hubiera sido una obra de teatro donde de repente, en medio del griterío, los teloneros, director y apuntadores desaparecen de la escena dejando a los actores y al público solos, al tiempo que se corta la electricidad en la ciudad y entras en blackout total. Y en menos de 4 horas sale el director haciendo vivos desde las redes sociales como un polizón, desde la clandestinidad empezando a culpar a todos. Fue bizarro y desolador. Sentí confusión, bronca, engaño, parálisis y pérdida de confianza y de espacio, peligro de extinción. Recordé esa frase de Bismark: ‘Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de una cacería’. 

— ¿Cómo pensás que se puede superar y salir del estado de shock en el que se encuentran los armenios en la actualidad?

Los que estamos afuera de Armenia necesitamos abordar esta nueva realidad con la mirada “del converso” que es pragmática y racional (quizás los de adentro también). Una forma de superar el shock es “haciendo acciones concretas que aporten de manera específica a la mejora del desarrollo en Armenia, sin distinciones partidarias ni ideológicas”. Ir a Armenia y trabajar de voluntario en algo concreto por un tiempo prolongado es una buena opción. Considerar seriamente la ciudadanía armenia. Mudarse. Adentrarse más en la realidad presente del país. Y en lo posible tratar de orientar estas acciones hacia los armenios de Artsaj, porque son los más dañados y hasta hay algunos rastros que indicarían que se perfilarían como los parias del lugar. En eso se puede ayudar a la vez que uno se ayudaría a sí mismo a superar el shock. Pero la diáspora debe recordar que si va, no va ni de patrón de estancia, ni va de víctima. Va como si fuera a una misión jesuítica humanitaria cuyos beneficios son mutuos y aspira a lo mejor dando lo mejor. Nada de haraganerías o estándares mediocres. Es esencial la mentalidad con la que se debe abordar la superación del estado de shock. 

Manuel Kabakian

— ¿Cómo viviste los 44 días de guerra?

—Viví la guerra con mucha angustia e incertidumbre. En base a la información que manejaba, nunca supuse que se generaría una asociación tan grande en contra de Armenia que involucraría tantos países en nuestra contra. Lo viví no mucha intensidad y con un stress que generó serias consecuencias en mi salud.

— ¿Qué impacto te causó la derrota?

—La derrota me generó un shock inesperado y una profunda angustia, si bien era muy difícil ganar una guerra de estas características, y con tanta desventaja, no imagine un final tan abrupto y con consecuencias tan negativas para Armenia, no solo por la pérdida de nuestros jóvenes, sino por las consecuencias geopolíticas, que espero en algún momento se puedan revertir. 

— ¿Cómo pensás que se puede superar y salir del estado de shock en el que se encuentran los armenios en la actualidad?

—Debe haber un llamamiento serio desde adentro de Armenia hacia la diáspora, que las mentes más brillantes de nuestra comunidad en el mundo (que son muchas) aporten lo suyo para poder salir adelante, que se involucre a la juventud y sobre todo que reine la lealtad, el patriotismo, la unión incondicional de todos los armenios y se priorice el sentimiento nacional. 

Axel Costanian

— ¿Cómo viviste los 44 días de guerra?

—Los viví muy a flor de piel. Trataba de estar informado minuto a minuto y quizás eso hacía que no pueda trabajar concentrado o hacer mi vida cotidiana tranquilo. Con mucha tristeza más que nada. 

— ¿Qué impacto te causó la derrota?

Una desilusión muy grande, sobretodo por la forma en la que se firmó “la paz”. Sentí que todas las muertes (tanto en el ’91 como ahora) fueron en vano. Sentí que una vez más el mundo miró hacia otro lado y nuevamente los armenios perdieron injustamente un pedazo de su tierra. 

— ¿Cómo pensás que se puede superar y salir del estado de shock en el que se encuentran los armenios en la actualidad?

—Creo que vamos a tardar mucho tiempo superar el estado de shock porque Artsaj siempre fue algo muy importante para los armenios, o al menos para un sector mayoritario de la diáspora. Habría que empezar por brindarles seguridad a los armenios de que no va a volver a ocurrir lo que sucedió, que los errores cometidos en el pasado se tienen que comenzar a corregir y tratar de demostrarle a la gente que realmente nos importa la situación de los que viven en Artsaj. Comenzar a trabajar exhaustivamente por obtener el status que hace años venimos pidiendo y que finalmente se reconozca Artsaj. 

Marina Torossian

— ¿Cómo viviste los 44 días de guerra?

Fueron días muy duros. Apenas me levantaba leía las noticias y me iba a dormir de la misma forma. Pensando que mientras yo tenía mis comodidades de siempre, un techo, comida y a mi familia a mi alrededor, había cientos de chicos de mi edad o quizás más jóvenes que estaban peleando por nuestra patria, lejos de sus padres y enfrentándose a quién sabe qué.
Compartía información en mis redes sociales, tratando de difundir lo que estaba ocurriendo. No había otra cosa que hacer.
Trataba de hacer una vida normal, pero todos sabemos que después de esos 44 días nada volvió a ser lo mismo.

— ¿Qué impacto te causó la derrota?

Sentí un dolor muy fuerte. Me sentía vacía. Bastaba con cruzar miradas con mi familia o con mis amigos de origen armenio para darme cuenta que todos estábamos sintiendo lo mismo y que necesitábamos respuestas que nadie sabía dar.
El momento en que entendí que realmente habíamos sido derrotados comencé a pensar en qué podía hacer para dejar de sentirme vacía. ¿Cómo podía ayudar? Casi sin pensarlo me inscribí en el programa Birthright, para viajar a Armenia y dar una mano con lo que podía.

— ¿Cómo pensás que se puede superar y salir del estado de shock en el que se encuentran los armenios en la actualidad?

Creo que lo mejor que podemos hacer en este momento es contribuir a que no muera nuestra cultura y seguir luchando por nuestros derechos y por nuestra patria.
Si bien nunca debemos olvidar lo ocurrido, tampoco debemos quedarnos quietos. Hagamos lo posible para que en cada una de nuestras actividades diarias incluyamos algo que grite que somos armenios.

Martín Simonian

— ¿Cómo viviste los 44 días de guerra?

—Los viví de la misma manera que muchos armenios, con intensidad, con avidez por recorrer diferentes sitios en las redes para conocer el día a día de la guerra. Y por supuesto, con mucha tristeza. El hecho de que esta disputa bélica haya sido eminentemente una guerra tecnológica, al ver los videos de los drones o filmaciones de celulares se podía advertir casi en directo la crudeza, lo inhumano que fue los 44 días de la guerra.

— ¿Qué impacto te causó la derrota?

—Dolor, mucho dolor, por los miles de jóvenes fallecidos, por los voluntarios inmolados, por los civiles cruelmente asesinados. Tristeza, mucha tristeza por las miles de familias q lo perdieron todo, su casa, su emprendimiento, sus tierras para labrar. Bronca, mucha bronca, porque fuimos a la guerra sin saber contra qué y contra quiénes nos enfrentábamos, que en varias oportunidades se pudo parar y no se hizo nada y de todo ello el único y exclusivo responsable es el Gobierno, porque no pudo, no supo o no quiso estar a la altura de las circunstancias. 

— ¿Cómo pensás que se puede superar y salir del estado de shock en el que se encuentran los armenios en la actualidad?

—Con un cambio de aire, con un golpe de timón, concretamente con un patriótico paso al costado de Nikol Pashinyan y su equipo. En situaciones muchos menos gravosas dieron un paso al costado Levón Ter-Petrosyan y Serzh Sargsyan. Pashinyan pensó que el arte de gobernar significaba dejarse una prolija barba y dar discursos desde un megáfono. Nunca estuvo en una guerra, nunca administró un pueblo o una provincia, jamás fue ministro y eso se paga caro en Armenia o en cualquier país. Provocó cortocircuitos con Rusia e Irán. Atacó desde los inicios de su gestión a la institución madre del pueblo armenio, la Iglesia Apostólica Armenia. Destruyó el Ministerio de la Diáspora, trató de eliminar de la currícula escolar la historia de la heroica gesta de la República de 1918. No pudo manejar acabadamente el tema de la pandemia del COVID-19 con un Ministro de Salud sospechado de corrupción por sus vínculos con empresas farmacéuticas. Reemplazó a la jerarquía militar del Ejército moldeada en las gestas militares de la década del ’90. Mantuvo durante 44 días un exitismo injustificado a través de la falsa consigna haghtelu enk. Cometió gruesos y groseros errores en el manejo del Servicio de Inteligencia, ya que se les entregó pasaporte armenio a iraníes de etnia azerí que luego actuaron como espías en la contienda militar. No solo el resultado de la guerra, el desastroso y nefasto proceso negociador así lo justifican. Hay situaciones gravosas en lo político y lo institucional que justifican su alejamiento. Y por último, ascendió al poder como el paladín de la lucha contra la oligarquía y hoy personas prominentes de ese sector lo acompaña y hacen negocios con él.

Viken Seferian

— ¿Cómo viviste los 44 días de guerra?

Durante la guerra estuve muy estresado. Ante todo, mi hermano estaba allá cubriendo para el Diario ARMENIA y eso no me dejaba tranquilo. Sabiendo que tenés un familiar en una guerra uno está muy preocupado pero al mismo tiempo estaba orgulloso de que uno de nosotros estaba ahí cumpliendo bien su función. Hubo días en los que me fui del trabajo sin ganas de seguir. Lloraba, tuve momentos de mucho bajón. Hablábamos todo el tiempo de la guerra con mis amigos intercambiando opiniones sobre la mejor forma que se nos ocurría para ayudar. Mi cabeza estaba allí y en el trabajo no rendía como debía. Estuve muy estresado. Me pegó muy fuerte. No pensé que íbamos a vivir otro intento de genocidio en ésta época. 

— ¿Qué impacto te causó la derrota?

Fue un impacto muy fuerte. Desde el primer día sabía que íbamos a perder. Había que ser realistas. En frente teníamos a dos potencias militares. Lo que nunca me imaginé fue la traición de la que fuimos víctimas. Quería que terminara cuanto antes para que murieran la menor cantidad de soldados posible. No fue sólo una derrota de una guerra. Creo que fue una derrota nuestra, interna, y la pagamos muy cara. Fueron 30 años de no hacer nada para evitarlo. Nos mintieron en nuestras propias caras. No mandamos todo el arsenal que teníamos disponible, no hubo suficientemente preparación para una guerra de esta envergadura y con el slogan de haghtelú enk nos mintieron en nuestras caras para tapar la mierda que había abajo. Las marchas fueron necesarias porque somos una comunidad que necesita movilizarse pero las mentiras duelen y te sacan las ganas de seguir trabajando. Da mucha bronca porque de esta forma armenia nunca va a salir adelante y vamos a vivir en guerra. Estoy desilusionado y dolido como armenio. 

— ¿Cómo pensás que se puede superar y salir del estado de shock en el que se encuentran los armenios en la actualidad?

La verdad es que pienso que va a ser muy difícil salir de esta situación de shock. Nos va a costar recuperarnos. Psicológicamente va a ser difícil. Desde que perdimos la guerra, el armenio que fue a las marchas y no era muy activo, hoy se fue. Se desilusionó porque tuvo un bajón anímico. Estamos muy golpeados pero no podemos darnos el lujo de un impase porque la guerra sigue de otra forma con sus secuelas. Tenemos que ver señales de cambio desde Armenia. Es nuestra triste realidad. Pienso que el levante anímico debe venir desde allá. Debemos seguir y no bajar los brazos. Debe haber una bajada de línea muy fuerte desde todas las instituciones comunitarias para alentar a los seguidores. En lo personal, estoy muy golpeado y me cuesta mucho arrancar. Lo viví de una forma muy estresante. El viaje a Armenia y Artsaj, posterior a la guerra, me marcó y puedo decir que hubo un antes y un después en mi vida. 

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