La semana en la que Nikol Pashinyan eligió atacar a la Iglesia armenia

En apenas una semana, el gobierno de Nikol Pashinyan protagonizó sucesos que revelan una estrategia centrada en el control político por encima de la defensa de la nación y las libertades fundamentales con algún fin que cada vez le cuesta más disimular. Este conjunto de acciones contribuye a que se viva un clima político cada vez más hostil hacia quienes piensan distinto y alimenta la resignación en el ánimo colectivo de los armenios.
La Iglesia armenia acusada en Bakú y criticada en Armenia
La respuesta de la Iglesia Apostólica Armenia al jeque Allahshukur Pashazade, quien afirmó que Echmiadzín se erige sobre “territorios históricamente azerbaiyanos” y acusó a la Iglesia armenia de ser una amenaza regional, fue inmediata y contundente: Echmiadzín calificó sus acusaciones de “mentiras de la maquinaria propagandística azerbaiyana” y recordó que la existencia del pueblo armenio se remonta a milenios mientras que el nombre “Azerbaiyán” solo se adoptó en el siglo XX. Sin embargo, en lugar de respaldar a la Iglesia, el gobierno de Pashinyan decidió desacreditarla y nada dijo sobre las afirmaciones de que Echmiadzín “pertenece” a Azerbaiyán.
En una inesperada arremetida el viernes 30 de mayo, Pashinyan tildó a los obispos de “mafia espiritual” y abogó por que el Estado interviniera en la elección del próximo Katolikós, imponiendo un cuestionario de “integridad moral” a los candidatos, en abierta violación de la separación constitucional entre Iglesia y Estado. Su esposa, Anna Hakobyan, añadió insultos y sarcasmo al cuestionar la asistencia de Karekin II Patriarca Supremo y Katolikós de todos los armenios a una conferencia sobre libertad religiosa en Berna, Suiza.
La conferencia de Berna, organizada por el Consejo Mundial de Iglesias y la Iglesia Protestante Suiza a iniciativa de Echmiadzín, fue un muy importante espacio en el que el Katolikós denunció la invasión de Azerbaiyán, exigió el regreso seguro de los desplazados de Artsaj, reclamó la liberación de prisioneros de guerra armenios y advirtió sobre la destrucción de sitios religiosos. En lugar de respaldar estas demandas urgentes, Pashinyan y su gobierno optaron por desacreditar a sus propios líderes espirituales.
Nunca antes desde el Ejecutivo armenio se había cuestionado la autonomía de la Iglesia ni propuesto someterla al poder político. Expertos y organizaciones civiles alertan que estas acciones violan la Constitución y buscan silenciar a quienes aún conservan la confianza de la ciudadanía. La pareja presidencial describió a las iglesias como “almacenes de construcción” y fuentes de “perversiones”.
La arremetida continuó fuerte mientras este cronista escribe su artículo de opinión. Efectivamente, el primer ministro Nikol Pashinyan intensificó sus ataques contra la Iglesia Apostólica Armenia y acusó sin pruebas al Katolikós Karekin II de romper su voto de celibato y tener un hijo, a pocas horas de darse a conocer un enérgico comunicado emitido por el Consejo Espiritual Supremo en la Madre Sede de Santa Echmiadzín condenando “la vergonzosa campaña antieclesiástica promovida en los últimos días”.
En paralelo, los primados y consejos representativos de las diócesis armenias de Sudamérica emitieron una declaración conjunta expresando “profunda preocupación” por los ataques verbales al Katolikós y al clero. Recordó que la Iglesia fue “el cimiento firme” de la identidad armenia y condenó cualquier acción que “socave la confianza” en sus instituciones. Hizo un llamado a la “moderación, civilidad y responsabilidad” de las autoridades para preservar la unidad nacional.
Flexibilidad constitucional: ¿pragmatismo o capitulación?
La semana había comenzado el lunes 27 de mayo con un anuncio en el segundo foro internacional “Diálogo en Ereván” en el que Pashinyan aseguró que estaba dispuesto a enmendar la Constitución si el Tribunal Constitucional considerara inconstitucional el futuro tratado de paz con Azerbaiyán, una “flexibilidad” que huele a una nueva capitulación.
Por otro lado, en ningún momento de ese discurso, pronunciado ante diplomáticos de alto rango y periodistas de todo el mundo, mencionó a los prisioneros armenios recluidos en cárceles de Bakú, un complejo tema sobre quienes la oposición —y la mayoría de la ciudadanía y las organizaciones de la diáspora— exige que el gobierno accione ante organismos internacionales para exigir su liberación. Ignorar su destino equivale a ofrecerlos como moneda de cambio a cambio de promesas vacías de paz, sin garantías de que se respeten las fronteras.
Un 28 de mayo sin pueblo
Las descalificaciones, insinuaciones y omisiones graves no fueron los únicos síntomas de alarma de la semana. En una decisión que ya no sorprende, el gobierno prohibió el acceso del público al acto del Día de la República el 28 de mayo. El monumento de Sardarabad quedó cerrado a los ciudadanos por “razones de seguridad”, cuando en realidad temían que el público abucheara al Primer Ministro, algo que ocurre cada vez con más frecuencia. Impedir por la fuerza el homenaje a la victoria de 1918 contra las fuerzas turcas es tan absurdo como injustificado. Por primera vez en años, un evento destinado a celebrar esta epopeya se convirtió en una ceremonia hermética, rodeada de cordones policiales.
Horas después, la FRA-Tashnagtsutiún de Armenia rindió su propio homenaje a los héroes en el mismo lugar donde nació la República de Armenia. Allí, entonaron también el himno de la República de Artsaj, un símbolo que expresa sin rodeos hacia dónde no quiere ir el gobierno.
Syunik bajo fuego y la consigna de la pasividad
Mientras tanto, las Fuerzas Armadas de Azerbaiyán reanudaron los ataques indiscriminados en Syunik. El 29 y 30 de mayo, viviendas civiles en Khoznavar sufrieron daños y la población vivió horas de pánico: cristales rotos, heridos y animales muertos por la metralla azerbaiyana. Varios habitantes de la zona aseguraron a Diario ARMENIA que existe una directiva explícita del Ministerio de Defensa que obliga a no disparar ni responder.
Exigir pasividad ante un agresor que exhibe abiertamente su voluntad expansionista equivale, cuando menos, a traicionar la misión misma del Estado. La seguridad de los habitantes de Syunik parece valer menos que mantener la narrativa de un “pacifismo total”.
De este modo, Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán, sigue ampliando su estrategia de presión: niega los incidentes en la frontera y acelera la construcción de infraestructura en territorios ocupados —como el nuevo aeropuerto de Berdzor (Lachin), inaugurado junto a Recep Tayyip Erdogan de Turquía y Muhammad Shehbaz Sharif de Pakistán que se juntaron para escribir un nuevo capítulo en la estrategia de esta hermandad—, y gana tiempo para imponer condiciones más duras en las negociaciones con Armenia para la firma de un tratado de paz.
Un ataque multifacético con un propósito velado
Tras una semana en la que ocurrieron numerosos e inquietantes sucesos, esta ofensiva revela un plan más amplio: silenciar a quienes defienden la verdad histórica, restringir el espacio de las voces críticas y preparar el terreno para aceptar concesiones que vulneren derechos.
No es normal que el Primer Ministro insulte al Katolikós y desacredite a la Iglesia Apostólica Armenia, cierre Sardarabad a sus propios ciudadanos, ordene permanecer inmóviles ante los ataques de ametralladoras en Syunik o esté dispuesto a reformar la Constitución para complacer a Bakú. Tampoco es aceptable no hacer nada para rescatar a los 23 prisioneros armenios ilegalmente retenidos en Bakú y tratar de borrar todo lo que tenga que ver con Artsaj.
El gobierno actúa así para no provocar la reacción de Azerbaiyán. Está claro, entonces, que el verdadero objetivo de deslegitimar a la Iglesia no es religioso ni moral, sino político: presionar a toda la sociedad para que acepte sin rechistar las exigencias de Bakú.
Ni en Armenia ni en la diáspora podemos acostumbrarnos a esto. La Iglesia Apostólica Armenia fue siempre un sostén fundamental de nuestra identidad y de nuestra resistencia. Si no alzamos la voz ahora, lo que hoy nos parece aberrante mañana terminará por parecer normal.
Como señalamos en una nota editorial del año pasado, hay un nuevo frente en la lucha de nuestro pueblo: el enemigo interno, corrosivo, peligroso y perfectamente identificable. Enfrentarlo con la fuerza de nuestras convicciones es la única forma de defender lo que somos.
Pablo Kendikian
Director de Diario ARMENIA