La situación de Artsaj debe preocuparnos

26 de febrero de 2015

tropas karabagh 1 jpgBuenos Aires (Diario ARMENIA).- El conflicto de Nagorno Karabagh cumplió ya un cuarto de siglo. Una guerra provocada por la intolerancia azerí que en el ocaso del régimen soviético no toleró las demandas del pueblo armenio respecto a la devolución de sus tierras ancestrales.

Para contrarrestar los reclamos de justicia armenios, los azeríes provocaron los pogromos de Sumgait en 1988 y de Bakú de 1990 con el sólo objeto de destruir a los armenios y usurpar sus pertenencias, tal como lo habían hecho sus primos turcos durante el genocidio que comenzó en 1915. Luego, encabezado por Heydar Aliev, un antiguo jerarca comunista devenido en fundador de un sultanato que hoy lidera su hijo Ilham, el gobierno de Azerbaidján provocó la reacción de los armenios que mediante una guerra de liberación recuperaron su suelo patrio, estableciendo allí la democrática República de Nagorno Karabagh.

Es imposible para cualquier jurista internacional discutir la propiedad de Artsaj, territorio históricamente armenio cedido a Azerbaidján por Stalin en 1921, mediante una decisión arbitraria, tomada para debilitar a los armenios en su lucha desigual contra Turquía y Azerbaidján.

Los azeríes perdieron la guerra a pesar de su manifiesta superioridad en número de tropas y recursos económicos. En 1994 el arrollador avance los valientes soldados armenios debió ser detenido mediante la concreción de un acuerdo de alto el fuego que aún perdura a pesar de los intentos del enemigo por violarlo en cuanta ocasión sea posible.

La derrota jamás fue asimilada por los jerarcas de Bakú. Sólo les quedó la retórica que utilizan cada vez que su frente interno comienza a resquebrajarse de la mano de la violación de los derechos humanos y la persecución de los opositores. Aliev es un experto en proferir amenazas y hasta no hace mucho era dueño de una billetera repleta de petrodólares que gastaba en equipamiento militar “para recuperar Karabagh de las manos de los armenios”.

Artsaj es una tierra de ensueño. Aquellos que tuvimos la fortuna de conocerla podemos dar fe de ello. Como también podemos certificar cómo lucha el karabaghí para poder subsistir frente a la adversidad provocada, no por el destino, sino por un gobierno déspota que no duda en desperdiciar vidas humanas enviándolas como carne de cañón a combatir contra los legítimos dueños de Artsaj.

En los últimos meses, la ofensiva azerí se acrecentó y prácticamente no hay semana que no se produzcan uno o más intentos de invasión, siempre rechazados por las tropas de defensa, pero a costa de más sangre joven derramada. Bakú persiste en su política de agresión, acusando ahora a los mediadores internacionales de la OSCE de favorecer al lado armenio.

La situación de Artsaj es comprometida pues no tiene recursos para sostener una guerra eterna. El enemigo busca su agotamiento, tratando de minar las fuerzas de un pueblo que ya se acostumbró a convivir con la guerra, pero que anhela la paz para poder desarrollarse y crecer.

Desde la Diáspora, los armenios de todo el mundo no debemos cesar en el apoyo a nuestros hermanos, desde el aporte económico, indispensable para me jorar el nivel de vida, hasta la tarea de concientización en nuestras comunidades, hoy invadidas por la sociedad turco-azerí.

Elevemos nuestros reclamos de justicia, tenemos dónde hacerlo.

Jorge Rubén Kazandjian

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