1988: Gyumrí, Spitak y otras ciudades asoladas

La verdadera tragedia es lo que no sucedió después del terremoto

13 de diciembre de 2017

Una vez más estamos conmemorando un aniversario del trágico terremoto que asoló a Armenia el 7 de diciembre de 1988. Al honrar a las víctimas de esa tragedia, debemos decirnos a nosotros mismos que, como nación, no hemos podido reconstruir la zona del terremoto, que casi 30 años después todavía está etiquetada como "zona de desastre".

Más de medio millar de familias siguen sin hogar luego del cataclismo. La mayoría de ellas viven todavía en casas improvisadas y maltrechas diseminadas por Gyumrí, Spitak, Ajurian y otras áreas rurales devastadas por el sismo. Sin embargo, a unos ochenta kilómetros de Spitak, epicentro del terremoto, las grúas salpican el horizonte de Ereván, la capital armenia, construyendo nuevos edificios residenciales y comerciales en una ciudad que se ha convertido en un área de construcción virtual.

No está claro quiénes están ocupando esos nuevos edificios, pero lo que sí está claro es que aquellos que sobrevivieron al terremoto y vieron a sus seres queridos perecer en un instante, todavía no tienen un hogar que puedan llamar suyo.

Sí, los primeros días de la independencia de Armenia estuvieron plagados de complejos desafíos socioeconómicos que siguen afectando a la mayoría de la población, excepto ese porcentaje -la elite gobernante- que eligió alimentar su codicia y continuó saqueando la riqueza nacional del país y, esencialmente, se olvidó de la "zona de desastre". Después de todo, cuando se está  construyendo una mansión, a quién le importa si sus conciudadanos viven en la miseria en recipientes de metal oxidados.

La zona del terremoto solo se convierte en una prioridad durante las campañas electorales, cuando los políticos que prometen reconstruir la región dentro de sus programas de desarrollo nacional.

Luego de más de un cuarto de siglo después de la recuperación de la independencia, Armenia sufre porque la codicia ha prevalecido y guía nuestra política nacional.

¿Por qué construir casas y edificios de apartamentos en Gyumrí, Spitak y otras áreas afectadas por el terremoto cuando uno puede ganar bastante dinero al demoler barrios antiguos en Ereván y construir edificios gigantescos que solo albergan a aquellos que pueden pagarlos?

Las comunidades en la diáspora entraron en acción a partir del 7 de diciembre de 1988 y potenciaron la rápida respuesta internacional al terremoto, con organizaciones comunitarias que se unieron para brindar asistencia crucial y también reconstruir algunas de las áreas impactadas.

Últimamente, sin embargo, los hombres de negocios de la Diáspora también han centrado su atención en las empresas generadoras de ganancias en otras partes de Armenia, con la zona del terremoto recibiendo cada vez menos atención.

Todo esto es el resultado de sucesivos regímenes que adoptaron políticas que no están guiadas por intereses nacionales sino más bien por propios intereses financieros.

Un vistazo rápido al paquete de desarrollo propuesto por el primer ministro Karén Karapetian que contiene algunas iniciativas que pueden avanzar en los sectores de energía y agricultura de Armenia, pero el proyecto está muy centrado en la construcción con el objetivo de aburguesar barrios sin mencionar la zona del terremoto.

Tan solo en los últimos años, tres grandes centros comerciales se han abierto en Ereván, todos financiados por otro grupo de oligarcas que obtuvieron sus riquezas post-soviéticas en Rusia. Ahora se puede presumir que hay una tienda de Gap en Ereván que no le importa a nadie, o percatarse que Armenia se convirtió en una República Bananera hecha y derecha.

Otro nuevo círculo de inversores, conformado por empresarios armenios de Rusia, se ha presentado con la promesa de revitalizar la economía de Armenia. Ninguno de esos planes incluye medidas concretas para erradicar la falta de vivienda en la "zona de desastre" y para recuperar a las familias que dejaron el área después del terremoto, la mayoría de las cuales abandonaron Armenia en su totalidad.

Hemos podido comprobar la generosidad de los empresarios armenios-rusos que tuvo impacto positivo en Artsaj, donde han invertido fuertemente en la construcción de infraestructura y la reconstrucción de áreas devastadas por la guerra, después de llevarse a cabo una evaluación integral de necesidades y emprender proyectos específicos para sacar rápidamente a Artsaj fuera de su estado devastado por la guerra.

Es cuestionable que las autoridades de Armenia al involucrar a estos empresarios, no hayan avanzado en la concepción de que el área de desastre debe ser una prioridad nacional.

Es triste que 29 años después del demoledor terremoto, como nación, le hayamos fallado a nuestra propio pueblo. Al conmemorar a quienes perecieron durante el desastre, también debemos asumir la responsabilidad de nuestra vergüenza nacional.

Ará Khachatourian

Asbarez

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