La vida que resta, un texto de Diego Tatián sobre su abuelo sobreviviente del Genocidio Armenio

11 de abril de 2023

“La vida que resta” es un texto de Diego Tatian sobre Krikor, su abuelo sobreviviente del Genocidio Armenio, publicada en su cuenta de Facebook. Tatian, ex Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba entre otros muchos títulos, escribió un texto en el que asocia con un libro de Giorgio Agamben. Éste, un italiano de origen armenio, dedica su vida a la filosofía, un intelectual que se destaca por sus ensayos donde confluyen estudios literarios, lingüísticos, estéticos y pensamiento político, bajo la determinación filosófica de investigar la presente situación metafísica en occidente y su posible salida, en las circunstancias actuales de la historia y la cultura mundiales. Además, sus estudios religiosos, literarios y artísticos, lo convierten en uno de los pensadores más desafiantes de nuestro tiempo.

Hace algunos años, Giorgio Agamben escribió un libro llamado El tiempo que resta. Tomo prestado ese título, tan hermoso y cargado de sentido. El tiempo es siempre un resto con el que se debe hacer algo. La expresión “lo que resta” designa tanto “lo que queda” (por ejemplo después de una desgracia, de una obra de la muerte, de una destrucción), como “lo que falta”. La ética es quizá el ejercicio de una responsabilidad por lo que queda, en las dos acepciones de esa encrucijada.

En una vida cualquiera, los restos del destrozo que inflige el tiempo devoran poco a poco el tiempo cada vez más reducido de lo que todavía falta. Librado a su propia espontaneidad, el tiempo cierra, se cierra. Frente a esa fuerza, la ética es una vida a contratiempo, contra el tiempo; arte de mantener abierto lo que falta y demorar durante el mayor tiempo posible que los restos de lo destruido lo invadan todo, y no dejen ya nada por venir. (También la política es -aunque no sólo- un trabajo por mantener abierto lo que aún no sucedió). O bien: arte de transformar esos restos en abono de “lo que falta” y en nacimiento de una curiosidad por lo desconocido. Arte de convertir la memoria en porvenir, la herencia en invención, la experiencia en experimentación.

La persona que está en el centro de esta fotografía es Krikor, mi abuelo. Se trata de uno de los restos más antiguos de un relato que se pierde poco antes de esa fotografía, en un genocidio más atrás del cual no hay nada -nada resta-. En esa fotografía, tomada en 1922, Krikor tiene diecinueve años. Tras haber logrado sobrevivir a ese genocidio contra los armenios que comenzó en la primavera de 1915, fue alojado en un orfelinato de algún lugar del Líbano, donde aprendió el oficio de sastre, donde se hizo comunista y de donde debió huir hacia algún confín remoto del mundo por haberse vuelto comunista. Allí fue tomada esta fotografía. Después de perderlo todo, lo que resta para Krikor es, apenas, su vida. Pero impresiona en la mirada una confianza en lo que falta, aunque no se tenga nada -nada- más que la vida que resta.

Spinoza llamó “conatus” a esa fuerza -que es un deseo, una curiosidad, una generosidad, una valentía, una preservación- de lo que resta.

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