Las dos nuevas narrativas de Azerbaiyán

30 de julio de 2025
Ph. David Ghahramanyan

En las últimas semanas, Azerbaiyán puso sobre la mesa dos ejes discursivos respaldados por un poderoso aparato propagandístico que comienzan a perfilarse como temas de debate en foros internacionales y académicos. Ambos narran la visión oficial de Bakú sobre el futuro de Nagorno Karabaj y las relaciones con Armenia.

La primera de estas narrativas sostiene que el éxodo de la población armenia de Karabaj fue voluntario. Hikmet Hajiyev, asesor presidencial para Asuntos Exteriores, afirmó en una entrevista con el diario alemán Berliner Zeitung que “no expulsamos a los armenios de Karabaj: ellos mismos tomaron la decisión de irse”, tras rechazar un programa de reintegración que ofrecía ciudadanía azerbaiyana y plena convivencia conforme a la Constitución. Para Hajiyev, esta explicación zanja de raíz cualquier acusación de limpieza étnica y subraya la normalidad de la oferta de derechos civiles dentro de las instituciones de la república.

Ese mismo argumento se replicó en el aula de la Universidad Torcuato Di Tella, donde Vasif Huseynov, del AIR Center, defendió la legalidad de los procesos abiertos contra exlíderes de Artsaj y negó la existencia de un bloqueo en el Corredor de Lachín. Según Huseynov, las actuaciones judiciales “responden al derecho soberano de Azerbaiyán” y no pueden interpretarse como persecución política. Su intervención incidió en la tesis de que la población armenia decidió marcharse por propia voluntad, rechazando “influencias externas” y cuestionando los informes de organizaciones internacionales que hablan de un desplazamiento forzado.

El Parlamento de Artsaj calificó esas afirmaciones como una manipulación cínica que busca justificar un crimen de Estado y engañar a la comunidad internacional presentando como legal lo que fue una limpieza étnica forzada. "La población de Artsaj jamás habría abandonado voluntariamente su tierra ancestral", señalaron los representantes de Artsaj en un comunicado. El bloqueo de 10 meses y el ataque militar del 19 de septiembre de 2023 obligaron a los armenios a huir para no ser aniquilados.

El otro tema emergente es la cuantificación de “los daños” que, según Bakú, habría sufrido Azerbaiyán a manos de Armenia. Hajiyev adelantó en la misma entrevista con Berliner Zeitung una cifra preliminar: 150.000 millones de dólares. Según el funcionario del país agresor, el cálculo agrupa la destrucción de infraestructuras, el deterioro del patrimonio cultural y las pérdidas económicas ocasionadas durante el conflicto. El asesor subrayó que, aunque este asunto no forma parte de las negociaciones formales, ya está circulando como un elemento de la agenda futura.

La relevancia de esta valoración se reforzó en la 17ª cumbre de la Organización de Cooperación Económica, celebrada en Stepanakert, ahora bajo administración azerí, donde el presidente Ilham Alíyev dedicó gran parte de su discurso a exponer esas cifras. Alíyev aseguró que 65 de las 67 mezquitas de Artsaj fueron destruidas y que “casi todos los pueblos quedaron reducidos a escombros”, datos respaldados, según él, por una comisión estatal creada ad hoc.

Con estos dos ejes, el del éxodo voluntario y el de la enorme factura por “daños”, Azerbaiyán busca consolidar un relato post conflicto que legitime su soberanía sobre Nagorno Karabaj y siente las bases de futuras demandas. Mientras tanto, organismos de derechos humanos y expertos independientes siguen advirtiendo sobre la limpieza étnica y señalando, además, irregularidades en los juicios contra ciudadanos armenios.

De esta forma Bakú va adelantando el compás de las próximas discusiones con Armenia con nuevas referencias. Además, mantiene viva la noción expansionista de “Azerbaiyán Occidental” como telón de fondo de sus ambiciones territoriales, algo que comenzó con mayor intensidad inmediatamente después de la guerra de los 44 días y logró instalar en ciertos sectores de la comunidad internacional.  

Pablo Kendikian

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