Desempleo y crisis económica

Las mujeres de Artsaj y el trabajo en el extranjero

16 de enero de 2019
Chai-Mary

Mary Chalian

Cuando el padre de Mary Chalyan enfermó, surgió la necesidad de ver cómo iba cubrir sus gastos médicos. A los 28 años, ella decidió viajar a Rusia en busca de un trabajo bien remunerado, cosa que no podía encontrar en Nagorno Karabagh, su tierra natal. Era 2014, y para entonces, Marietta Mnatsakanyaya había regresado de su temporada de trabajo en Ucrania a las orillas del Mar Azov, pero decidió no volver a irse para cuidar de su madre enferma.

Chalyan, de 31 años, y Mnasatkanian, de 51, son dos ejemplos de las tantas mujeres de Nagorno Karabagh que dividen su vida en dos para poder mantener a sus familias. La falta de oportunidades tiene raíz en la tasa de desempleo que alcanza al 12.9% y que se eleva en el caso de las mujeres a un 13.8%. Cuando los presupuestos familiares se reducen, ellas también suelen irse. De hecho, en 2017, de las 1500 personas que viajaron a Rusia en busca de un empleo, el 16% eran mujeres.

Sin embargo, aun trabajando en pequeñas empresas o en restaurantes, durante cuatro meses por temporada, las mujeres no la tienen fácil. Es que buscar un futuro mejor es un desafío para las jóvenes que reúnen el coraje para enfrentar las normas sociales que exigen que permanezcan en sus casas.

Mary Chalyan

Chai-Mary-1Su título en administración de empresas hizo poco por Mary Chalyan, quien desde que se graduó en 2007 solo trabajó en varias tiendas comestibles en Marduní, la ciudad de 4500 personas donde nació y creció.

“Ganaba unos 35,000 dram al mes. Mientras tanto, tenía que comprar alimentos a crédito por el doble de mi salario en la misma tienda", asegura. La situación no era sostenible y su familia corría el riesgo de perder el departamento. Entonces, pensó que ya era momento de buscar nuevas opciones fuera de su mundo conocido. En 2014 luego de consultar con familiares que vivían en la ciudad rusa de Stávropol, viajó a Dzhubga, ubicada en el Mar Negro a unos 170 kilómetros al norte de Sochi, lugar que cuenta con una gran comunidad armenia.

Las conexiones familiares son el recurso principal utilizado por las mujeres que buscan trabajo en el extranjero, principalmente porque se sienten más seguras y menos propensas a ser explotadas, aunque esto puede suceder igualmente.

"Encontré empleo en un café que pertenecía a un pariente de mi madre. Trabajé durante cuatro meses desde las 7 am hasta las 2 am, fin de semana incluido, por 1,000 rublos (15 dólares) por día. No era exactamente el trabajo soñado”, suspira.

Tan pronto como pudo cambió de lugar y desde entonces se encuentra en una tienda de comestibles, dedicada principalmente a los turistas. “Me gusta trabajar en el bazar local, es más fácil y gano más según el día”.

A fines de septiembre, cuando los turistas abandonan la ciudad, Chaylan empaca, compra regalos y vuelve a casa. Lo que reúne en esos tres o cuatro meses le alcanza para cubrir la atención médica y otros gastos.

Pese a todo, algunas cosas le resultan cada vez más complicadas. “Cada año se hace más difícil decir adiós a mis colegas y amigos de allí. Por supuesto que extraño a mis padres, pero durante estos cuatro años, esa pequeña ciudad se convirtió para mí en mi segundo hogar ", admite.

Marietta Mnasatkanian

Marietta Mnatsakanya

Marietta Mnatsakanya

Marietta Mnasatkanian se despierta temprano en la mañana. Para lavar y secar las hierbas que necesita para hacer los típicos zhingalov, un fino pan con hierbas de Artsaj que requiere mucho tiempo. De hecho, para hacer decenas de ellos y luego venderlos, la paciencia es de suma importancia.

"Comencé de casualidad. Siempre los cocinaba para mi familia, luego un día un familiar me llamó y me dijo que alguien quería comprar algunos. Se corrió la voz y hoy mis panes zhingalov son la principal fuente de ingresos para toda la familia".

En 2007, presionada por dificultades financieras, Mnasatkanian decidió abandonar su ciudad natal, Marduní. Las normas sociales imponían que no estaba bien que viajase sola, por lo que su esposo, Yura, fue con ella. En 2007, la pareja se mudó a Kyrylivka, una pequeña ciudad de 3.500 habitantes en el mar de Azov al sur de Ucrania. Tuvieron que dejar atrás a sus cuatro hijos -el más pequeño de solo seis años- que quedaron al cuidado de su madre.

La pareja alquiló un local por aproximadamente 30 grivnas al día (aproximadamente 6 dólares). Marietta cocinaba comida para llevar durante el día y Yura asistía atendía una parrilla por la noche.

Los panes zhingalov fueron un éxito, pero tuvo que adaptarse al gusto ucraniano y se dedicó además a los chebureki, los típicos pasteles fritos de este país rellenos de carne picada. "No tenía idea de lo que eran antes de llegar, y mucho menos cómo se horneaban". Tuve que aprender rápidamente. La gente comenzó a hacer colas de veinte metros de largo. Todos querían probarlos”

Dejar a sus hijos fue difícil, pero sus ingresos pagaron las facturas, la educación de los niños e incluso les permitió comprar un auto. Los nueve meses restantes del año, Marietta trabajaba en una panadería local y Yura era mecánico.

Chai-Marietta-1En 2013, su madre se enfermó y estar en el extranjero durante un tercio del año ya no fue una opción. Después de algunos meses en una panadería local, Mnasatkanian decidió establecer su propio negocio.

Los sombreros Zhingalov son un producto popular, y los buenos se venden rápido. Cada uno cuesta alrededor de 500 dram y ella vende unos 40 por día, lo que hace que la familia pueda sobrevivir.

“Al principio hacíamos todo nosotros, hasta recolectar verduras, pero los clientes aumentaron y me quedaba poco tiempo para cocinar. Este año, mi hijo Artak se fue al servicio militar obligatorio y tuve que encontrar a alguien que me pudiera entregar verduras frescas todos los días", explica.

El trabajo de temporada es una práctica del pasado para Mnasatkanian. Estar en casa es todo lo que quiere, sin embargo, considera aquellos años como un punto clave para conseguir una vida mejor para su familia.

Knar Babayan

chai-khana.org

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