Libertad o Muerte, (Մահ կամ Ազատութիւն ) una consigna que se hizo real

09 de octubre de 2020

Artsaj y Armenia luchan por su libertad, nuestro enemigo turco azerí trata una vez más de borrarnos de la faz de la tierra. Cien años después del genocidio los herederos de sus perpetradores nos ponen a prueba sobre nuestro sagrado suelo armenio. Cien años después los nietos de los sobrevivientes pelean por defender su patria a sangre y fuego como lo hicieron los grandes de nuestra historia.

La guerra es cada vez más dura, más intensa, nuestros valientes soldados resisten bañando con su sangre el campo de batalla. Más de trescientos militares armenios murieron en combate contra el invasor genocida que cobardemente no deja de atacar objetivos civiles con la intención de amedrentar a nuestro pueblo. Pero solo consigue elevar el espíritu que siempre nos caracterizó como nación. Y mientras que Aliyev y Erdogan deben apelar a mercenarios terroristas para que reemplacen a la tropa propia que huye despavorida de los valerosos soldados armenios, nuestra nación, la misma que se encuentra desparramada en todo el mundo envía sus voluntarios porque entiende que la historia de 1915 no puede repetirse, no podemos ser nuevamente víctimas de la barbarie turca.

La muerte es la misma en todos lados, el hombre morirá sólo una vez, pero ojalá que lo haga en sacrificio por la libertad de su Patria“, así reza el párrafo final del Himno de la República de Armenia, ese que entonamos con orgullo una y otra vez. Y no es ciertamente una premonición o vaticinio, sino claramente el sentimiento real de quien se sabe armenio, que lleva su identidad a flor de piel y que no duda en entregar su vida al servicio de su causa nacional.

Apenas iniciados los ataques azeríes, la FRA-Tashnagtsutiún activó una movilización interna fruto de la cual varios cientos de sus militantes se presentaron espontáneamente poniéndose a disposición de las autoridades militares como voluntarios para defender el territorio patrio.

Muchos de ellos, eran veteranos de la Guerra de Liberación, otros, militantes que habían participado de la guerra de los cuatro días de 2016 y también algunos provenientes de diferentes países del mundo. Nuestros compañeros quedaron agrupados e identificados como el “Movimiento de Voluntarios” de la FRA y quedaron bajo las órdenes de la subdivisión de Fuerzas Especiales del Ejército de Defensa de la República de Artsaj.

La urgencia del momento los envió prontamente a las primeras líneas de combate donde algunos tomaron parte de la operación militar que recuperó la estratégica colina de Varangatagh en el extremo noreste de Artsaj. Otros se incorporaron a las fuerzas que combaten a lo largo de las fronteras con Azerbaiyán. El objetivo fue cumplido, pero el cruento enfrentamiento se cobró la vida de varios combatientes armenios entre ellos algunos de nuestros compañeros.

Khegham Musheghian, Yervant Tadevosyan, Vikén Muradian, Kevork Hadjian, Mher Harutiunian, Kristapor Artín, Manug Torossian, Taniel Tovmasian y Garén Badalian, son algunos de los fedayis tashnagtsagán que hicieron honor a su juramento de combatir hasta la última gota de sangre por la libertad de su patria. Entre ellos había altos dirigentes partidarios, renombrados artistas y jóvenes profesionales a quienes el amor a su bandera y a su identidad armenia los transformó en héroes. Dejaron atrás todo, familia, amigos, trabajo y se fueron a la guerra sabiendo que el sacrificio los reclamaba, que su vida iba a ser la ofrenda que los inmortalizaría.

Nuestros soldados son los dueños de nuestros corazones rotos, dan todo con enorme entrega solo a cambio de la satisfacción de sentir que cumplen con su deber enfrentando a miserables mercenarios apátridas solventados por las arcas de Turquía.

Azerbaiyán ya sabe lo que es perder una guerra, sabe lo que es dejar atrás a sus muertos huyendo de la respuesta militar armenia. Por eso de la mano de su socio turco invierte millones de dólares para intentar una vez más perpetrar una matanza que incluya a los inocentes civiles. El salvaje ataque a la Catedral de Shushí es una prueba más de su barbarie.

La guerra avanza y se lleva vidas, destruye bienes y destroza el futuro de miles de familias armenias que solo quieren vivir en paz sobre el suelo que les pertenece ancestralmente.

No queda más que resistir luchando hasta que la victoria llegue finalmente.

Jorge Rubén Kazandjian

Compartir: