Los armenios hoy
Los armenios nos hemos visto obligados a escribir dos historias paralelas a partir del crimen y la usurpación territorial a manos de los turcos, una en la tierra originaria con todo lo que ella representa y otra en cada lugar presente con su diáspora organizada. En la Madre Patria donde fuimos inquilinos en nuestra propia casa durante setenta años bajo la férrea mano de la Unión Soviética, nuestros hermanos tuvieron la gran virtud de sostener nuestro idioma, cultura y religión, bajo presiones y amenazas, pero como no podía ser de otra manera, ese sistema totalitario dejaría huellas profundas a la hora de finalmente bautizar la República de Armenia, Libre e Independiente.
Por su lado la diáspora, colmada de fidelidad a la identidad de sus orígenes, sostuvo con verdadero estoicismo los principios y valores que hacen a la raza armenia, naturalmente dejando en el camino a través del tiempo, a pesar de los grandes esfuerzos, parte de la solidez del idioma, la cultura y la fe en nuestra Iglesia, esto se hace más evidente en los países occidentales, sin ir más lejos, nosotros somos un ejemplo de ello, tras cumplir su ciclo de vida no asoma un símil del Coro Arax para cubrir el espacio que hemos dejado por estrictas razones cronológicas.
A partir de cumplirse el sueño centenario de la Patria Libre e Independiente, la dualidad nos ha llevado a un terreno extremadamente dubitativo, cuando en realidad, deberíamos avanzar en un rumbo firme y decisivo a fin de construir juntos, originarios y ascendientes, un poderoso bloque que permitiera fortalecer su economía, su expansión y su calidad institucional, generar un pueblo activo de diez millones de personas dispersas por el mundo pero ligadas firmemente, tejiendo una cadena virtuosa, cual asomara al mundo a la República de Armenia con carácter, fortaleza económica y personalidad, sumando capacidades constructivas adquiridas en los cinco continentes. A no dudar que en la Madre Patria hay más de un heredero anacrónico del viejo régimen que desearía recibirnos como turistas nada más, reprobando con vehemencia estos conceptos, es que éstos, finalmente darían por tierra con sus privilegios.
Algunos pensarán que estas manifestaciones pertenecen al mundo de las utopías, otros dirán: “Que puedo hacer yo en un país lejano con culturas y pensamientos distanciados de mi quehacer cotidiano”, pero en realidad están queriendo decir: “Bueno, que se las arreglen como puedan”. Pero resulta que esta forma de pensar no pertenece al armenio, durante muchos siglos nuestro temperamento ha hecho posible la subsistencia de la raza, de su fe, su cultura. Héroes y pensadores han florecido desde las raíces de nuestra identidad y hoy nos llaman para unirnos, sumarnos para sostener y fortalecer la patria soñada.
Con cierta autoridad, habiendo caminado por pueblos y senderos, compartido mesas y debates con mi gente, mirarnos en sus ojos, observar las huellas del sufrimiento en sus rostros, nos han despertado sentimientos ignorados, sentimientos que desearíamos que cada uno de nuestros connacionales de Argentina y la Diáspora toda vivieran personalmente, no buscándolas en las lujosas confiterías de Erevan, en sus hermosos parques y paseos, en las aguas danzarinas de la Plaza de la República, en la majestuosa Opera o en sus modernos centros comerciales, sino visitando los pueblos, viendo las necesidades básicas de los pobladores, aportando una vivienda, una máquina agrícola, un calefactor, una carretilla o simplemente un fuerte abra
Ello les cambiará la vida.
Arto Kalciyan
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