Es una referencia única para conocer cómo era la vida en Armenia y el Cáucaso durante la Edad Media. En el mundo hay apenas un puñado de colecciones de manuscritos semejantes.

Madenatarán, un tesoro universal en el centro de Ereván

28 de mayo de 2019

La visita al Madenatarán, tomando la avenida Mashtóts hacia el noreste en el centro de Ereván, es una parada ineludible para todo aquel que llegue a la capital armenia, o al menos, para sacar la clásica foto junto a la estatua de Mesrop Mashtóts y el niño. Por empezar, el niño de la estatua tiene nombre conocido. Es Koryun, discípulo y biógrafo de Mashtóts, el monje y lingüista creador del alfabeto armenio en el año 406.

Pero Madenatarán es muchísimo más que eso y coloca a Armenia entre los países del mundo que más y mejor conservan su patrimonio histórico, artístico y cultural.

Recordemos que madenatarán es una palabra compuesta que significa reservorio de papiros, documentos antiguos o libros. Hasta la invención de la imprenta en el siglo XV los libros, en general biblias o material de carácter religioso, eran copiados a mano por los monjes, que pertenecían a la selecta minoría que sabía leer y escribir. Pronto se integró el trabajo de los artistas, que dieron vida a los textos con imágenes y colores.

El Madenatarán y el Instituto Mesrop Mashtóts de Manuscritos Antiguos es el mayor reservorio de manuscritos armenios del mundo. En la actualidad cuenta con unos 23.000 manuscritos completos y fragmentos, comenzando por los documentos que guardó durante siglos el archivo de Echmiadzín.
Sin embargo, en épocas de persecusiones miles de documentos se han perdido irremediablemente. Sólo en 1170 en Baghraberd se perdieron unos 10.000 manuscritos que fueron quemados durante la invasión de los turcos selyúcidas.

Con los años llegaron muchos documentos al Madenatarán, aportados por el Instituto de Lenguas Orientales Lazarev de Moscú, el Seminario Nersisian y la Sociedad Etnográfica Armenia, ambos de Tiflís (Georgia), el Museo de Literatura de Ereván y más recientemente, donaciones de coleccionistas privados armenios de distintos países.

El emplazamiento actual del Madenatarán comenzó a construirse en 1944 pero las obras tardaron varios años, hasta que abrió sus puertas formalmente como instituto de investigación y museo en marzo de 1959. Acaba de cumplir 60 años administrado por el Estado nacional, pero en su interior cobran vida varios milenios de historia armenia.

Mashtóts y algo más

Hasta aquí pareciera ser un museo más, con mayor o menor interés que otros para sus visitantes. Ahora bien ¿cuál es entonces la importancia del Madenatarán y por qué destinar recursos públicos para su mantenimiento?
En primer lugar, en el mundo hay apenas un puñado de instituciones que guardan documentos únicos, semejantes a la colección del Madenatarán de Ereván. Además, la preservación de los documentos históricos, muchos de ellos, sin dudas, de incalculable valor patrimonial, permite conocer cómo eran la vida, las creencias, los modos de trabajo y la cultura hace cientos o miles de años.

Desde 1997 la colección de manuscritos del Madenatarán forma parte del proyecto Memory of the World de la UNESCO, que agrupa “un repertorio del patrimonio documental de interés universal”.

Algunos de los documentos que pueden verse son escrituras del historiador Movsés Khorenatsí, de Yeghishé y Koryun o figuras clave de la literatura medieval armenia como Krikor Naregatsí o Nersés Shnorhalí. También está el llamado Evangelio de Lazarian –traído desde el Instituto Lazarian, de allí su nombre- que data del año 887, o el Evangelio de Echmiadzín (siglo X), que incluye una cubierta tallada en marfil del siglo VI, presumiblemente de origen bizantino.

Los visitantes también se sorprenderán en el pabellón donde pueden verse muestras de pigmentos naturales, semejantes a los que utilizaban los artistas en el Medioevo, o una minúscula Biblia de bolsillo, se dice que “es la más pequeña del mundo”, que contrasta con otra Biblia de grandes proporciones pero partida en dos pedazos.

Según especialistas del Madenatarán esa Biblia –de unos 50 x 70 cm abierta- fue cortada adrede, para reducir el peso y poder transportar y preservar cada pedazo en una iglesia distinta en tiempos del genocidio. Gracias al cuidado de una anciana, que guardaba una de las partes pero sabía que existía la otra, con los años pudieron reunirse ambos trozos de Biblia y hoy se exhiben juntos en el Madenatarán.

Si bien allí puede verse gran cantidad de obras originales de carácter teológico y religioso como Evangelios, Biblias, salmos y libros litúrgicos, también hay textos de historia, filosofía, astronomía, cosmología, jurisprudencia, medicina, música, gramática, filología y literatura, entre otras disciplinas. Incluso hay traducciones de textos antiguos del griego y el siriano, cuyas únicas versiones son las que sobreviven en Ereván, traducidas al armenio.

Las estatuas

En un primer golpe de vista, la entrada del Madenatarán muestra la imponente figura de Mesrop Mashtóts con Koryun, interpelando literalmente a los visitantes. Pero no es lo único que llama la atención. Lo primero que hay que decir es que durante la construcción del edificio en la década del 40 del siglo XX, se buscaron referencias del pasado.

El historiador de la arquitectura Murad Hasratyan destaca que la fachada del Madenatarán tiene influencias de la iglesia Surp Arakelóts de Ani, la antigua capital del Reino Bagrátida (Dinastía Pakraduní).

En la explanada, antes del ingreso al edificio antiguo –hay también una parte nueva inaugurada en 2012- se observan seis grandes estatuas que representan a figuras prominentes armenias en distintas disciplinas académicas y simbolizan, en alguna medida, los aportes de Armenia en esos campos. Fueron instaladas allí entre 1963 y 1967 y representan de izquierda a derecha a Toros Roslin, pintor y miniaturista del siglo XIII y maestro en el arte de la iluminación; Krikor Datevatsí, teólogo y filósofo de los siglos XIV y XV; y Ananiá Shiragatsí, matemático, astrónomo y cosmólogo del siglo VII, considerado el padre de las ciencias exactas en Armenia.

Del lado derecho se encolumnan, el célebre historiador y cronista del siglo V Movsés Khorenatsí, autor de “Historia de Armenia”; Mkhitar Gosh, pensador y jurista del siglo XII; y el poeta Frik, que vivió a fines del siglo XIII y comienzos del XIV, durante la dominación mongola de Armenia.
Este simple recorrido es una hoja para que la próxima vez que viaje a Armenia, quizás el lector se detenga unos minutos a observar alguna de estas cosas.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

Un tesoro invaluable

El proyecto Memoria del Mundo de la UNESCO admitió en 2012 como patrimonio documental a la colección del Madenatarán, propuesta por el gobierno de Armenia. El conjunto de más de 23.000 manuscritos producidos entre los siglos V y XVIII comparte un raro privilegio con un grupo muy pequeño de casos semejantes. Entre los algo más de 200 casos que tiene el Registro de la Memoria del Mundo, la UNESCO menciona una colección de manuscritos y libros árabes de Tanzania, manuscritos antiguos de literatura dongba del pueblo naxi de China, una colección de manuscritos de la época de la Reforma en República Checa y un fragmento manuscrito en búlgaro antiguo cirílico del siglo XI. También hay una colección de 180.000 papiros de Egipto que van del 1500 A.C hasta el 1500 D.C, pertenecientes al Archivo de la Biblioteca Nacional de Austria; así como manuscritos persas y manuscritos bizantinos del siglo XI presentados por Georgia. Incluso hay una colección de 25.000 tablillas de barro con escritura cuneiforme de origen hitita, encontradas en Bogazköy, presentados por Turquía, una burda apropiación de un legado que los precedió en miles de año en la zona. Con esos tesoros comparte el proyecto la colección del Madenatarán. Pero no es el único registró que pidió incorporar Armenia. En 2013 la UNESCO incluyó una colección de notas manuscritas y música cinematográfica del compositor Aram Khachaturian. Y dos años antes, el organismo había incorporado al proyecto la Primera Exploración de Byurakan, un trabajo que contiene datos de una investigación astronómica única, que tuvo lugar en el Observatorio Astrofísico de Byurakán entre 1965 y 1980.
C.B.

Compartir: