Más problemas para Armenia (I)
No es un secreto para nadie que Armenia está desde hace varios años condicionada por los graves problemas socioeconómicos que la afectan, donde la corrupción, el nepotismo, las mafias y muchos otros flagelos de todo tipo hicieron que el cuarto de siglo que pasó desde que recuperó su independencia fuese poco menos que un calvario para su sufrido pueblo.
El terremoto de Gyumrí en 1988 y la guerra de liberación de Karabagh atrajeron la atención de la Diáspora en los primeros años de su nueva etapa democrática. Decimos democrática porque de algún modo la tenemos que calificar, pero es también otra verdad indiscutible que dicho derecho popular de elegir y ser elegido libremente se ha respetado muy poco en el país.
De todas maneras y a despecho de todas estas vicisitudes, Armenia continuó avanzando en búsqueda de un futuro mejor de la mano casi exclusiva del esfuerzo de su pueblo y la mano tendida de una Diáspora a la que todavía no se le reconocen plenamente sus derechos de incorporarse definitivamente a la Nación de todos los armenios.
Dentro de este contexto regional, donde estamos rodeados de enemigos, cuasi enemigos y algunos pocos amigos, Armenia conserva un poderoso vínculo con la Federación de Rusia con la cual mantiene varios acuerdos económicos, políticos y militares. Es casi una concepción generalizada y tal vez muy acercada a la realidad, que Armenia depende de ese vínculo para mantenerse indemne de los ataques de Turquía, Azerbaidján y de otros peligros regionales que no dejan de acecharla.
Pero esa creencia también trae aparejadas otras sensaciones. En el terreno económico esa dependencia ha sido casi tóxica en los últimos años donde la crisis que afectó a Rusia replicó también en Armenia con todo lo que ello implica. El gigante ruso es como esos supuestos amigos cuyo abrazo no es sincero y que de pronto puede transformarse en un problema de difícil solución.
Podemos enumerar aquí una serie de hechos que demuestran que esa teoría no es errónea. Cabe recordar por ejemplo, los programas de radicación que se llevaron de Armenia a miles de jóvenes familias con promesas de dudoso valor, o el repentino cambio de las reglas de juego para los trabajadores inmigrantes que de pronto quedaron varados de un lado u otro de las fronteras. También podemos mencionar las maniobras de las empresas rusas con los ferrocarriles armenios, las redes de distribución de energía o gas natural, y más recientemente, la imposición de pertenecer a una asociación comercial liderada por Moscú con reglas e imposiciones desfavorables que la alejaron de Europa y su mercado.
En este breve resumen no podemos olvidar el capítulo militar. Moscú ha sido y es casi el único proveedor de las armas que Armenia tanto necesita para su propia protección y la de Artsaj también. Aquí, el supuesto aliado no reparó jamás en la inconveniencia de proveer también todo tipo de armamentos y pertrechos militares a nuestro enemigo Azerbaidján. Obviamente, los argumentos son variados y giran en torno a la “paridad de fuerzas” y otras sanatas fáciles de detectar.
Hoy, Armenia debe digerir un nuevo escenario regional donde el “amigo” de pronto se alió con uno de los enemigos y está a punto de hacerlo con el otro. Ankara y Moscú ya establecieron un eje, Ereván debe despabilarse y actuar, pero real y lamentablemente parece ser demasiado tarde.
Jorge Rubén Kazandjian