Miriam Bidyeran: "La tercera y cuarta generación de armenios de Rosario retomó el trabajo que sus abuelos habían trazado"

16 de julio de 2021

Miriam Bidyeran es Licenciada en Comunicación Social y docente de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Actualmente es directora de Inclusión y Accesibilidad del área de Derechos Humanos de la UNR.

Pese a saber de su origen armenio, no conoce mucho de la historia familiar y su apellido fue modificado. Con la reapertura del Centro Armenio de Rosario, Miriam se insertó en la comunidad junto a sus hermanos y llegó a formar parte del mismo.

—¿Cómo empezaste a trabajar en el área de discapacidad?

—Yo siempre trabajé dentro de la secretaría de extensión en la Facultad de Ciencia Política y en el año 2010 apareció un grupo de estudiantes con discapacidad visual que no tenía forma de acceder a los contenidos porque los textos de estudio estaban en formato papel. A partir del 2011 generamos un programa de producción de contenidos educativos accesibles en distintos soportes. Empezamos a escanear los textos y producirlos en formatos digitales. A partir de eso se creó en la Facultad de Ciencia Política el área de inclusión y accesibilidad. Ahí generamos dos programas, uno que continúa en la actualidad que es "Léete algo", producción sonora de contenido en formato de audio para estudiantes de toda la universidad. Los programas de accesibilidad académica están integrados por estudiantes, docentes y personal no docente. Después trascendió y empezaron a leer textos en el laboratorio de sonido de la carrera de comunicación social. Gracias a los programas estos estudiantes ya se recibieron.

Siempre hubo distintos programas y proyectos de voluntariado universitario donde se producía material para alumnos con discapacidad auditiva que eran financiados por la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación. Esos programas en el 2010 finalizaron la financiación y los proyectos, al ser de voluntariados, terminaron. Nuevamente apareció una necesidad y fue una decisión política e institucional crear este área de accesibilidad e inclusión, que haya una persona que la coordine y seguir generando actividades para estos estudiantes. Hay un agradecimiento enorme de los estudiantes pero también es una responsabilidad institucional que la facultad esté preparada para recibir a todos los estudiantes.

—¿Cómo continuó el trabajo durante la cuarentena?

—Nosotros trabajamos para las doce facultades y para las escuelas medias. Es un trabajo gigante. Durante la pandemia seguimos con el trabajo. Lo hicimos en equipo con todas las facultades. Para todas se producen contenidos accesibles en distintos formatos digitales. El programa "Léete algo" continúa con lectores desde su casa. Nosotros les mandamos los materiales, ellos leen determinados trayectos y después se compilan. Todas las producciones se están alojando para su conservación en una biblioteca accesible.

—¿Se han contactado de otras universidades para tomar el ejemplo o hacer algo en conjunto?

—Estamos dentro de la Red Interuniversitaria Nacional del Consejo Interuniversitario Nacional y dentro de esta red todas las universidades tienen distintos programas de contenidos accesibles. Se trabaja en un catálogo general y nos vamos compartiendo los textos en caso que se necesite. Se produce mucha cantidad de material diariamente.

Tenemos un grupo de voluntarios de 1200 lectores que semanalmente son convocados para leer desde sus casas. Tenemos los materiales y los recursos así que no descartamos en algún momento producir textos sonoros pero no académicos.

—¿Qué sabes de la historia de tu familia?

—Cuando éramos chiquitos, mi papá siempre nos contaba que su papá había venido de Armenia. Viajaba siempre pero se casó acá y tuvo tres hijos. Mi abuelo volvió a Armenia a buscar a la familia pero no volvió nunca más. Justo fue para la época post Genocidio, época de guerras, suponemos que algo pasó. No sabemos mucho a que se dedicaba, sí que era algo relacionado a la agricultura pero algunos dicen que era vendedor. Tenemos cartas que le escribía a mi abuela cuando viajaba y a algunos amigos en Buenos Aires. Hay cartas que le escribían a él pero en otros idiomas. También hay algunas fotos de él. Pero la historia se cortó ahí. El apellido está mal escrito y no hay otro escrito igual. Él vivió en varios lugares. Acá se conformó una familia con este apellido pero no sabemos el idioma ni la cultura. Mis compañeras del Centro Armenio de Rosario que se criaron con sus abuelos saben cocinar por ejemplo, transmitieron cultura. A raíz de una nota en el diario local que anunciaba que se reabría el Centro Armenio en Rosario fue que con mi hermano nos metimos y llegamos a la comisión. Me empecé a vincular de grande.

—Contanos sobre tu formación.

—Hice toda la formación en escuelas públicas, el jardín, la primaria, la secundaria y la universidad. Estudié Comunicación Social en la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario. Después hice una maestría en Comunicación Digital. También soy docente en la carrera de Comunicación Social en una materia electiva. Todas mis investigaciones y proyectos tienen que ver con la discapacidad en la universidad. Trabajé muchos años en la secretaría de extensión de la facultad coordinando un área de discapacidad destinada a estudiantes. Ahora estoy en la Dirección de Inclusión y Accesibilidad del área de Derechos Humanos de la UNR, un espacio de gestión institucional donde trabajamos diferentes programas y proyectos con el objetivo fundamentalmente de garantizar los derechos constitucionales de las personas con discapacidad en el ámbito de la universidad. Un camino para transformar la universidad, para reflexionar, para transversalizar esta temática en perspectiva o a través de proyectos de índole académicos, de extensión, de investigación y siempre en perspectiva de derechos humanos.

—¿Como es la relación desde Rosario con el resto de la comunidad armenia de Sudamérica?

—Antes de la pandemia viajábamos a Córdoba, Montevideo y Buenos Aires. También muchos chicos y chicas de Rosario han viajado a Armenia. Las actividades son las movilizadoras para generar vínculos con otras comunidades. Personalmente, al no tener familia en otra parte es más difícil. Una deuda pendiente es saber algo más del apellido familiar.

—¿Cómo ves a la comunidad armenia en argentina en general y en rosario en particular?

—El sentido de memoria histórica se ha convertido en una columna para la comunidad de Rosario, así como también para toda la comunidad de Argentina. Mientras el Estado turco siga negando el “Holocausto”, seguiremos levantando las banderas de lucha para que esta tragedia sea reconocida por quienes la llevaron adelante. 

En nuestra ciudad tuvo una pausa en sus actividades en la década de 1990 pero a partir del 2003 hasta la actualidad, la tercera y cuarta generación de armenios de la ciudad de Rosario comenzó a reunirse para retomar el trabajo que sus abuelos habían trazado.

Desde 2004 a la actualidad, la Colectividad Armenia de Rosario trabaja constantemente para la preservación de la memoria de sus ancestros, en la difusión de su cultura, tradiciones y en la unidad de sus miembros a través de la organización de eventos sociales, culturales, educativos y deportivos. También muchas actividades vinculadas a los Centros Armenios de Buenos Aires y de Córdoba. 

Sofía Zanikian
Periodista
sofi.zanikian@outlook.com

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