Nairí con brillo propio en el Teatro Astros
El vuelo de un pájaro, el despertar de una flor, el viento que peina trigales o la espuma del mar, se corporizan en un escenario poblado de danza, color y ritmo. Es el festival anual del Conjunto de Danzas Folklóricas Armenias Nairí de HOM que se ofreció el lunes 21 de octubre por la noche, en el teatro Astros de la calle Corrientes.
Con las emocionadas palabras de la presidente de la Comisión Regional de HOM Arpiné Karamanukian (a su regreso del Congreso Mundial de HOM en la Madre Patria) dio comienzo el espectáculo conducido por Diego Ketchibachian.
Hace mucho tiempo que no se veía un festival de tamaña jerarquía artística en nuestro medio. Es evidente que la dirección de Tereza Sargsian y Vahram Ambartsoumian (dos eximios cultores de la danza clásica) ha logrado transmitir a los jóvenes bailarines la esencia y la sutileza de la danza armenia.
El esforzado trabajo semanal, con largas horas de ensayo, se vió compensado largamente con la gratificación de un público que colmó el teatro y recompensó con generosos aplausos cada una de las interpretaciones. El movimiento sincronizado de cada coreografía, donde brazos y piernas en rítmico juego van dibujando figuras, reflejan disciplina, profesionalidad y encanto.
“País rocoso, País montañoso”, tal como dieron en llamar al espectáculo, contó también con la participación del grupo infantil Shirag, que compartió escena con Nairí en varios tramos del programa, que arrancó con “Mshetsu Zavag”, un colorido cuadro de ritmo sostenido. A continuación, los más pequeños ofrecieron una serie titulada”Shiraguí Sharán”, a la que siguió “Ser im sirunes” a cargo del grupo femenino de Nairí.
Con “Ver Verí” coreografía de Azat Gharibian salió a escena el grupo masculino, ofreciendo toda la fuerza y el empuje que exigía la composición musical, marcando el ritmo con los clásicos “hey” en cada salto y haciendo uso de la destreza entrelazando brazos y piernas para formar una figura sorprendente.
“Sarerí Hovín” trajo nuevamente al Shirag al escenario con las niñas vestidas con sus trajes rojo granada, y la gracia contagiosa de las más pequeñas, que seguidamente dieron paso al cuerpo masculino para ofrecer el divertido “Yarjushtá”.
“Nairuhí” muestra en todo su esplendor al grupo femenino. Suaves acordes de guitarra acompañan la entrada en escena de las intérpretes, que con giros y movimientos sincopados van desarrollando figuras geométricas sobre el escenario, con cruces y sobrepasos cronométricos, a medida que crece el ritmo y la intensidad de las luces para finalizar todas juntas al frente del escenario, mientras la platea estalla en aplausos.
El tan esperado “Kocharí”, -coreografía de Gharibian-, interpretado por el cuerpo de baile masculino, anticipó el final de la primera parte con todos los bailarines en escena cerrando la actuación, armando la figura emblemática de la flor No me olvides, símbolo del Centenario.
Tras un breve intervalo, el clásico “Sardarabad” abrió la segunda parte, con movimientos acompasados y el acompañamiento del público con rítmicos aplausos. Inesperadamente la música festiva armenia dio paso a un “apiazzolado” bandoneón que marcó el ingreso en escena de Vahram Ambartsoumian.
El rostro enhiesto, y su cuerpo elástico buscando altura, se lanzan al medio para dar forma al tango que compartió junto a la bailarina del Teatro Colón Luciana Barrirero. La fiesta de ritmo y color continuó con un emotivo “Im anush Haiastán” sobre versos de Ieghishé Charentz y la fastuosa coreografía de ambos directores.
Sorprendió la puesta de “Zurni”, con la intervención de cuatro varones, en un número de absoluta y moderna originalidad. A los que siguió un trío de mujeres intrepretando “Bingiol” que recrearon los paisajes del pueblo que lleva su nombre.
La danza contemporánea se abrió paso con una novedosa coreografía, interpretando el clásico ”Guiligiá”, de la mano de un cuarteto mixto.
Antes del final, el festivo “Navasard”, el siempre requerido “Kocharí”, y el infaltable “Iligner”, (hilanderas) que con gracia superlativa rescata todo el sortilegio de esta danza, para cerrar el programa con “Arakadz”, donde aparece en toda su dimensión el ritmo, el colorido, y la ductilidad de los bailarines, poniendo un broche de oro a una noche memorable.
A lo largo de estas, más de tres décadas de presencia, en los más variados escenarios, Nairi ostenta hoy una calidad cuasi profesional. Se advierte un crecimiento en la sincronización de los movimientos, la armonía, el despliegue escenográfico.
La selección musical y la sonrisa permanente de cada uno de los bailarines exaltan el profundo sentimiento de armenidad.
El sostenido aplauso final, resultó el corolario de una noche inolvidable.
Edgardo Kevorkian