Nataly Marutian: “Cuando empecé a leer la borra me sentí juzgada por la colectividad”

05 de marzo de 2021

Nataly Marutian es actriz y pitonisa, pero es más conocida por su nombre artístico como Hija de la pólvora. Durante el 2020 su plan era dedicarse por completo a la lectura de borra de café, una tradición que heredó de su abuela. En su cuenta de instagram muestra cómo es la preparación del café, la historia y cómo son las lecturas. Además, en el último tiempo agregó la venta de baklava y deditos veganos. La hija de la pólvora está explotando una tradición milenaria.

—¿Cómo es la historia de tu familia?

—Una parte de mi familia materna es de Van y la paterna de Izmirna. La familia de mi papá se fue a Grecia antes de que empiece el Genocidio y con la Segunda Guerra Mundial vinieron a Argentina. Mi abuela tenía más recuerdos de los alemanes y los ingleses que de los turcos. Mi nombre artístico, Hija de la Pólvora, es por el apellido de mi madre, Baroutian. Mi mamá siempre fue muy polvorita y decía que no por nada es la hija de la pólvora. Cuando llegó el momento de buscar un nombre de usuario para Instagram me pareció copado. Las mujeres de mi familia, mi abuela Silvart, mi tía Betty y mi mamá, las tres se divorciaron. Para mi fueron mujeres de carácter fuerte, mi tía siempre decía que si bien los hombres pueden ser la cabeza, las mujeres son el cuello. A veces hay cabezas que pesan más que lo que resuelven. Que mi abuela se haya divorciado fue algo muy fuerte en ella. Yo adoraba estar con mi abuela y con las viejas, era feliz estando con ellas, el café y las masitas. Mi abuela siempre fue una señora muy independiente y de carácter fuerte. Compartí mucho tiempo con ella y mucho de lo que hago hoy es por y con ella. La pienso y me conmueve, es una persona que yo admiro mucho y me marcó un montón. Lo que hago hoy es lo que hacía con ella. A mi familia le debo todo. Si bien siempre fui rebelde con las cosas que yo percibo como imposiciones, hice lo que quise y tiempo después, en las decisiones que tomé, me dieron todo su apoyo.

—¿Cómo fue tu recorrido hasta llegar a ser la “Hija de la pólvora”?

—Cuando terminé el secundario hice un cuatrimestre de Abogacía y después me pasé a Psicología. Hice dos años de carrera pero algo no me convencía. Después empecé un curso de teatro y era lo que más ansiaba en la semana. Cuando lo terminé me metí en el Conservatorio de Arte Dramático y dejé la carrera universitaria. Me pasaba todo el día en esa escuela, militando en el Centro de Estudiantes en el que tuve un rol muy activo. Ahí encontré un espacio de lucha por las cosas que creía injustas. Crecí mucho.

En mayo del último año de la carrera le leí la borra de café a mi primo y vi que iba a tener un bebé. En diciembre me fueron a ver a la obra de teatro que era el proyecto de graduación y la novia estaba embarazada de 5 meses. Esas vacaciones me llevé para leer la borra y ahí empezó esta actividad. Algo que hacía dentro de mi familia se empezó a abrir y con “el boca en boca” de mis amigas leí en ferias. Después empecé a leer la borra en espacios culturales como el Matienzo y el Quetzal y lo que tenía que ver con el circuito cultural independiente de Capital. Eso me empezó a dar difusión y confianza. No sabía si las primeras lecturas las estaba haciendo bien o no. Después empecé a disfrutar tanto que la gente me decía que se acercaban a mí por lo que irradiaba.

—La lectura de borra empezó casi como una casualidad entonces.

—Fue “el boca en boca” y fue la gente. Hoy tengo un circuito de señoras que me hablan por WhatsApp. Se regalan lecturas entre ellas. Empecé a estudiar astrología y entiendo más de los que hago, al principio lo hacía por intuición. Cuando me empezaron a pedir estudiar y a compartir las cosas por Instagram, me sentí acorralada. Porque como es un arte tiene múltiples interpretaciones y abre la posibilidad que te digan que es mentira. Pero esto no es fáctico, no es perfecto. Las respuestas también son temporales. Lo que para mi lo definía ayer, hoy va por otro lado, se rompe para volver a crear otra respuesta. Me acuerdo estar sobre el regazo de mi abuela viendo borras de café. Muchas cosas fui construyendo yo, otras son heredadas.

—¿Cómo surgieron las lecturas de borra diferidas?

—Cuando empezó la cuarentena obligatoria las inventé. No hubo descanso en mí. Me gusta mucho hacerlo. Mi pensamiento era que si las tarotistas y las reikistas pueden trabajar a distancia y las lectoras de borra nunca estuvieron en una pandemia, no es que no se puede, no se inventó. Siempre que hago una lectura diferida concentro la energía en esa persona, desde la tirada, cuando doy vuelta para leer y lo que veo es su universo. Es un arte y todes formamos parte de una totalidad. Si la otra persona está disponible a abrir, la energía circula. La borra del café es un canal para observar y tomar decisiones. Son metáforas y se pueden resignificar de muchas maneras.

—Además agregaste kits y capacitaciones.

—Todo lo que hago fue por escuchar lo que la gente me pedía. Todo lo que parecía imposibilidad en la cuarentena, se transformó en posibilidad. Las chicas querían estudiar y mi traba era como acercar la cultura a su casa. Ahí empecé a buscar para vender djezbe y café. Después empecé a notar que usaban cualquier taza y no daban las medidas para la receta que yo propongo y tenía que particularizar. Ahí agregué la porcelana. Fue encontrar la manera de dar soluciones. Armé el kit donde tienen todo listo para hacerlo en su casa. También nacieron las capacitaciones donde en cuatro encuentros les doy lo básico para mandarse en el mundo de la lectura. Para leer la borra de café es importante manejar la energía y meditar. Estos cuatro encuentros están guiados por los cuatro elementos. En la segunda capacitación profundizamos un poco más lo que no entró en la primera. Algo que era solo un servicio empezó a tener un producto. Ahora sumo bandejas de deditos y baklava veganos.

—Hablemos de la armenidad y de nuestra colectividad.

—Estoy muy agradecida a la cultura armenia, es muy potente, rica y milenaria. Creo que a veces no dimensionamos el valor del legado. A la gente le gusta esa sensación de que sabemos de donde venimos, muchos no lo saben, y es interesante para saber a donde se va. Por parte de la colectividad, recibo muchas consultas como lectora de borra de café, también me compran café, no se si para probarlo o para apoyarme solamente. Tengo muchos más clientes que no son de la comunidad porque les gusta nuestra cultura. En relación a mí como mujer, rompí y rompo adentro mío los deberes ser que tenemos instalados. Cuando empecé a leer la borra me sentí juzgada por la colectividad. Cuando me lo apropié e hice algo diferente sí vi una aprobación. Cada uno me acompaña como puede.

En relación al patriarcado, hay mucho mandato. Nosotras como mujeres, como hijas estamos haciendo una revolución que seguramente empezó con nuestras madres. Tiene que ver con nuestra independencia económica, con la profesionalización. Nos da independencia, voz, y poder. Que nosotras sigamos cultivando nuestras mentes, que sigamos estudiando para ser mejores, para ser más libres porque, a fin de cuentas, nuestra libertad va de la mano con nuestro conocimiento o con lo que hagamos con él. Me encanta que se hayan organizado y formado Manushagakuir porque me parece clave ese contenido que empieza a circular y que se alce la voz. Empezar a romper esa cosa de la mujer armenia-madre es fundamental. Con la sexualidad también pasa. Hay mucho camino por recorrer dentro de lo establecido por nuestra colectividad. A veces hay una inclinación conservadora pero los tiempos están cambiando. Abrir mi bisexualidad públicamente fue todo un quiebre, muchas veces me sentí juzgada, como si tuviera una carga negativa pero tiene que ver con el amor. Me dolió sentir que se castigue o se enjuicie mi manera de sentir el amor. Lo diverso es lo normal, pero a nuestra colectividad le falta todavía mucho amor en ese aspecto de comprender que hay muchos modos de vivir la vida. Lo mismo dentro de mi familia, es algo de lo que no se habla. Cuando deja de ser un problema para una, deja de ser un problema para los temas. Escuché muchísima discriminación. Hay mucha carga también con el cuerpo de la mujer. Hay que deconstruir un montón.

Nuestra colectividad es conservadora, tenemos una iglesia muy fuerte y es todo parte de la misma moneda. Valoro mucho nuestra cultura pero se sostiene por su conservación. Algo de esta conservación en algunos planos es muy violento. No lo digo como resentimiento, pero lo observo. A mi como bruja en la colectividad me ha pasado de sentirme un poco juzgada por lo que hago y que soy un secreto, que me tengan miedo o que me juzguen por vieja, bruja y puta. A la vez es quien yo soy, lo que puede ser un insulto para mí no lo es. Yo acepto esos lugares.

Sofía Zanikian
Periodista
sofi.zanikian@outlook.com

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