Nurí Pashá, el general Antranig y los ingleses, antesala de un robo anunciado
Hay llamativas coincidencias entre el final de la segunda guerra de Artsaj y los sucesos de septiembre de 1918, cuando las tropas turcas intentaron quedarse con la región y eliminar físicamente a los armenios.
El pasado 10 de diciembre durante un desfile militar en Bakú el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, aseguró sin ponerse colorado y haciendo gala de su gusto por la tergiversación histórica, que Ereván, el lago Seván y Syunik eran territorios históricos azeríes, a los que consideró “tierras nativas” donde por siglos vivió su gente.
Sólo para dejar en claro, por si algún despistado duda acerca de esta falacia, la ciudad de Erepouní-Ereván fue fundada por el rey armenio Arkishtí I en el año 782 antes de Cristo.
En contraste, los azeríes, que durante toda su historia y hasta hace cien años se llamaban tártaros a sí mismos, son un desprendimiento de las hordas turcomanas que llegaron al Cáucaso y al Asia Menor en el siglo XI de la era cristiana. Además, el primer registro de un estado azerbaiyano se remonta apenas a mayo de 1918, nada menos que 2700 años después de la fundación de Ereván.
Aclarado este punto, hay que recordar que en el mencionado desfile de principios de este mes, al lado de Aliyev se encontraba el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
En otra memorable página para la vergüenza universal, en la misma fecha en que el mundo conmemora el Día Internacional de los Derechos Humanos, el líder autocrático neo-otomano felicitó “al glorioso ejército azerbaiyano y al ejército turco” y destacó que “hoy es el día en que se bendicen las almas de Nuri Pashá, Enver Pashá (ambos genocidas) y los valientes soldados del Ejército Islámico Caucásico”.
Nurí Pashá era hermano de Ismail Enver, ministro de Guerra del gobierno otomano y uno de los arquitectos y ejecutores del genocidio armenio de 1915-23.
Este general turco fue líder del Ejército Islámico del Cáucaso, victorioso en el sofocamiento del levantamiento de la Comuna de Bakú, entre junio y septiembre de 1918. Uno de los líderes de la comuna había sido el comunista armenio Stepan Shahumyan, a quien debe su nombre la ciudad de Stepanakert, capital de Artsaj.
Tras años de recelos y sospechas mutuas entre azeríes y armenios de Karabaj Montañoso (Artsaj), por entonces una región autónoma de mayoría armenia bajo administración azerí, formando parte de la provincia (guberniia) de Elizavetpol –según la división administrativa establecida por el Imperio Ruso a comienzos del siglo XIX- los hechos se precipitaron a partir de julio de 1918.
El gobierno de la República de Azerbaiyán, que se había proclamado independiente en mayo de ese año, estableció como capital de Elizavetpol a la ciudad de Ganja (Gandzak, en armenio) e instó a las fuerzas otomanas que luchaban en la Primera Guerra Mundial contra ingleses y franceses en esa región, a que “liberara” Karabaj y especialmente la comuna de Bakú.
Mientras tanto, los armenios de Karabaj reclamaban por la soberanía del enclave, aunque sin respuestas. Según explica el historiador Richard Hovannisian, investigador de la Universidad de California (EE.UU.) Nurí Pashá demandó a los armenios que aceptaran la soberanía de Azerbaiyán y “permitir la entrada de las tropas turcas en Shushí”.
En un ensayo titulado “El conflicto armenio-azerbaiyano en torno a Karabaj Montañoso, 1918-1919”, publicado en Armenian Review en 1971, Hovannisian sostiene que tras tres asambleas en Karabaj y otros tanto rechazos a los ultimátum, el ataque turco-azerí era inminente.
Turcos al acecho
El triunfo de las fuerzas turcas en la Comuna de Bakú permitía destinar más efectivos al objetivo de ir contra Karabaj. Entonces Nuri Pashá ordenó a Jamil Jevad Bey que avance sobre Shushí, al mando de la 11° División del Cáucaso.
Ante el inevitable ataque, el alcalde de Shushí, Gerasim Melik-Shahnazarian, y representantes de los sectores comerciales de la ciudad, “urgieron a la 3° Asamblea de Karabaj, que tuvo lugar entre el 30 de septiembre y el 4 de octubre, a ceder y evitar lo que de otro modo sería una masacre”, señala Hovannisian.
Unas 5000 combatientes turcos atacaron desde Askerán y los armenios se vieron forzados a “abrir el camino” a Shushí. Pese a la promesa de no tomar represalias, sólo una semana después de entrar en la ciudad arrestaron a 60 líderes cívicos e intelectuales armenios, erigieron una horca en la plaza central y los colgaron. Cualquier parecido con los sucesos de septiembre-noviembre de este año, es pura casualidad. Presión militar, ultimátum, toma de Shushí por la fuerza, represalias con los prisioneros.
Mientras tanto los armenios de Karabaj esperaban desesperadamente la ayuda desde Armenia, y en especial desde la vecina Zankezur, al sur de la república. Allí operaba el General Antranig Ozanian, junto a sus combatientes, entrenados en la lucha en las montañas.
En verdad el objetivo final de turcos y azeríes era hacerse con el control de Karabaj y de Zankezur y así franquear el paso hacia Najichevan, donde intentaban desplazar a la población armenia, cosa que finalmente lograrían en 1920 y desde allí a Turquía. Era la materialización del viejo sueño panturánico de unir a todos los pueblos de origen turco desde el Mediterráneo al Asia Central. Y obviamente, en ese plan Armenia era una piedra en el zapato.
Campaña oriental
Volviendo a Antranig, su acción militar en Zankezur había obligado a miles de tártaros (azeríes) a escapar al este y refugiarse en Azerbaiyán. Antranig concentró sus fuerzas en Korindzor, Degh y Khndzoresk y desde allí aprestaba el plan para avanzar hacia Karabaj.
Tenía pensado atacar a mediados de noviembre de 1918, pero poco antes de iniciar la marcha recibió una misiva firmada por el alcalde de Shushí, Gerasim Melik-Shahnazarian y por uno de sus jefes militares, Sokrat Bek Melik-Shahnazarian, instándolo a “posponer la acción por otros diez días”. En ese lapso se pensaban “convencer” a los líderes musulmanes a no resistirse al avance de las fuerzas armenias desde Zankezur.
Nunca quedó claro cuál fue el objetivo de esta jugada, pero lo cierto es que le hizo perder un tiempo valiosísimo a Andranig, que ya había manifestado su voluntad de “limpiar completamente de azeríes el sur de Armenia y Karabaj”. Frente a esto el general decidió esperar a tener el consenso de los armenios de Artsaj antes de atacar.
En el interín los musulmanes, al mando de Sultan Bek Sultanov, agrupando a kurdos y tártaros, se prepararon para la emboscada. Cuando Antranig y sus hombres comenzaron el avance el 29 de noviembre, se encontraron con una lluvia de balas y quedaron atrapados a merced del enemigo. Tomó tres días quebrar el asedio de los azeríes. Las tropas armenias sufrieron importantes bajas, pero finalmente llegaron a las cercanías de Shushí, a sólo 40 kilómetros.
Zancadilla británica
Allí Antranig se encontró con otra sorpresa. Fue cuando se acercó hasta su campamento un auto portando una bandera blanca, que en su interior traía a un oficial británico y otro francés. Traían un mensaje del General William Thompson, comandante de las tropas aliadas en Transcaucasia Oriental.
Concretamente, le pedían abandonar la posición y volver a Goris, dejando Shushí bajo el mando de Thompson. El argumento era que la guerra estaba pronta a concluir y que todo el estatus de la zona se definiría en la conferencia de paz posterior a la guerra, en París.
Además, Thompson había ordenado a las tropas turcas evacuar todos los territorios de Azerbaiyán, saliendo por mar hacia Irán.
La razón de fondo no era otra que los yacimientos petrolíferos de Bakú. En la visión británica, el fin de la guerra debía dejarlos como potencia dominante en esa región, por lo que necesitaban poner a Azerbaiyán de su lado, entregando virtualmente la zona con presencia armenia bajo el poder de los azeríes. Era una suerte de autonomía bajo jurisdicción de Azerbaiyán.
Según la hoja de ruta británica para la posguerra, Armenia recibiría en la conferencia de paz los 6 vilayetos orientales del Imperio Otomano (Erzerum, Van, Bitlis, Harput, Diyarbekir y Sivas), con posibilidad extenderse hacia Cilicia, y con salida al mar Mediterráneo. En esa lógica, los Aliados necesitaban “balancear” la situación regional, otorgando Karabaj y Zankezur a Azerbaiyán.
Lo que siguió fue un apoyo bastante explícito a la administración azerí en Shushí, pese a las airadas quejas de los residentes armenios, puesta en manos de Khosrov Bek Sultanov, primero como gobernador general provisional y luego como poder fáctico en Karabaj. La presión de los armenios y los reclamos del gobierno de la República de Armenia lograron, al menos, hacia 1919 dejar Zankezur lejos de las garras de turcos y azeríes.
Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar