Opinión: El Genocidio no le pertenece a la República de Armenia (No vayan con lapiceras)

04 de abril de 2022
Ararat Mirzoyan y Mevlut Cavusoglu, los cancilleres de Armenia y Turquía el 12 de marzo de 2022

Soy argentino, de origen armenio. No soy armenio. Soy un orgulloso hijo de armenios.
Soy hijo de armenios que sufrieron en carne propia el Genocidio.
Mi papá, Mardirós, que nació en 1903, marchó en una de las tantas  caravanas de la muerte junto a su madre y hermanos.

Vio morir gente de hambruna y pestes. Vio matar gente por los soldados turcos. Vio a esos mismos soldados turcos violar niñas y mujeres. Vio cometer atrocidades que no se atrevió nunca contar. Vio a mi abuela, Sara, regalar a un beduino, a su hijo más pequeño, Ohannes, para salvarle la vida. Vio como mataron a su padre, Garabed, en la matanza de Adaná en 1909.  

Tras un periplo que empezó en Beirut, bajaron de un barco, con su hermano Agop, en el puerto de Buenos Aires. Corría enero de 1924. Su única posesión era una liviana valijita de cartón atada con una piola. Dentro: un par de calzoncillos, dos de medias y un pantalón roído por el uso. Siempre decía como chiste: “Después de la valija, todo fue ganancia”. Pero en su corazón llevaba lo que nunca pudo perder: un inmenso dolor y una gran esperanza. Así vivió, hasta su muerte.

Motivados por mi abuela, escaparon de la caravana una noche sin luna. Terminaron en un orfanato. Los turcos atacaron ese orfanato para matar a todos los niños armenios. Querían el exterminio total. Yo y mis hermanos lo escuchamos; yo y mis hermanos los vimos llorar. A nosotros que no nos vengan a contar que los turcos no fueron los asesinos.

Esta es mi historia, pero también es la tuya, la tuya y la tuya. Es la de todos los que asumimos el compromiso de mantener viva la memoria, de no borrarlos,  de no dejar que hayan muerto en vano. La memoria siempre viva.  Nuestro “mangal” con la brasas encendidas.

Muchos otros llegaron a la Argentina y también a otras tierras, a otros países. A reconstituirse como seres humanos.  Instalaron en simples habitaciones altares y escuelas.

Mi historia personal es la historia de todos. Hablo por todos. Escribo por todos.

Cuando formaron familia, a nosotros, sus hijos, empezaron a contarnos lo que habían vivido, callando lo inenarrable para no mortificarnos. Ellos también querían olvidar, pero nunca pudieron.

Las diásporas se fueron armando cuando empezaron a buscarse y encontrarse: ser armenio era el común denominador. Las diásporas se formaron casi exclusivamente con los sobrevivientes que bajaron de loa barcos. Ninguno de ellos bajó de los aviones.

Y Ud., señor Primer Ministro Nikol Pashinyan, ¿qué tiene para contarnos? ¿De dónde vinieron sus abuelos?  ¿Padecieron el Genocidio?

Tengo la impresión que lo que poco que Ud. sabe del Genocidio, lo leyó. Nunca se lo contó ni una viejita ni un viejito que vivió esa tragedia, sino que, con sólo recordar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, hoy a Ud. le daría mucha vergüenza negociar con Turquía “sin condiciones”: la principal, no hablar más del Genocidio, no reclamar más. Olvido total.

La lucha por el reconocimiento que los turcos nos deben por el Genocidio que perpetraron, no es su materia. Ni siquiera es materia de la República de Armenia. Es materia de las diásporas armenias que hay por el mundo entero y de los pocos armenios que emigraron a Armenia durante y después del Genocidio. Es materia de todos los que honramos la memoria de las un millón quinientas mil víctimas armenias, cuyos parientes en su gran mayoría no vivimos en Armenia.

“Sin condiciones”, ordenaron los turcos y su gobierno, transitorio como todos los gobiernos, se va a sentar a aceptar “sin condiciones”, la renuncia a seguir reclamando por el reconocimiento del genocidio que cometieron sin piedad.  Lo acaba de afirmar Ud. mismo.

La República de Armenia, encabezada por Ud., Nikol, puede negociar lo que quiera y lo que más le convenga con Turquía. Pero con el tema del Genocidio, jamás. Ni es materia suya ni es materia del país que, transitoriamente, repito, gobierna.

Porque el Genocidio no le pertenece.

Entonces no puede negociar lo que no tiene.

El Genocidio lo tenemos en nuestra Memoria, es no negociable. Así que, Sr. Nikol Pashinyan, empiece primero a meditar lo que le estoy afirmando y luego ordene a quienes serán los encargados de sentarse a la mesa con los turcos, que vayan sin lapiceras, no sea que a alguno se le escape una firma con el tema del Genocidio. Uds. Tienen la firma fácil; aún recuerdo Los Protocolos.

Ruego que el embajador de Armenia que tenemos en nuestro país, traduzca esta nota y se la envíe y Ud. la lea detenidamente. Será un antídoto para el arrepentimiento que vivirá, se lo aseguro. No pase a la historia como un traidor a la Causa Armenia. Recién tiene 46 años de edad. Tiene mucho que aprender.

Ud. preside un gobierno transitorio (siempre pasan y otros vienen), de un país con menos de tres millones de habitantes. La diáspora toda triplica ese número.

Y recuerde que esa diáspora, formada por los “armenios dispersos” por el mundo entero, sus hijos, nietos y bisnietos, serán los custodios de esa MEMORIA de la que Ud. no es siquiera es capaz de conocer y sentir.   Todas las diásporas armenias seguirán juntando fuerzas para que no desaparezca nunca.  Todos los días son 24 de abril.  Pertenece a nuestra propia historia.

Si quiere haga negocios con Turquía, cumpla con su deber como Primer Ministro, para lograr la paz definitiva de Armenia, aunque le recuerdo que jamás, jamás, Turquía cumplió con ningún Tratado que haya firmado.

Pero recuerde siempre  (la pluma me traiciona y reincide e insiste), que el Genocidio no pertenece a la República de Armenia, aunque tengan el Tsitsernakaberd, por el que, le recomiendo, no vaya más, ni a dejar una flor ni a mirarlo con dignidad y orgullo. Todas estas virtudes, si negocia el Genocidio, se pierden, Nikol, irremediablemente.

Carlos Derderian
carlosderderian@gmail.com

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