Pablo Sismanian: “Me alegra ver a los alumnos no armenios en nuestras actividades”
Graduado en Economía en la Universidad de Buenos Aires y con especialización en Economía Internacional, Sismanian tiene un posgrado en Economía Pública en San Andrés, Di Tella, CEMA y la UBA. Con una larga experiencia en la industria de eventos por más de veinte años, estuvo a cargo de la participación en numerosas ferias internacionales durante una década en la Fundación ExportAr y desde 2008 tiene su puesto en Turismo. Fue presidente del Capítulo Latinoamericano de la ICCA (Asociación Internacional de Congresos y Convenciones) y desde 2013 es miembro del Board of Directors de la entidad, donde representa a América Latina. Ha recibido numerosos premios y reconocimientos internacionales -como el IMEX Academy Awards for The Americas, el Premio Latino, concedido por la publicación Eventos Latinoamericanos y el premio Kevin Forde Spirit Award de SITE-, por su trabajo dedicado y liderazgo, que colocaron a Argentina como destino internacional de primer nivel en la industria de reuniones a nivel mundial.
—Contanos la historia de tus abuelos.
—Mis cuatro abuelos son sobrevivientes del Genocidio Armenio. Mi abuelo paterno Parsegh nació a fines de 1890 y fue parte de las caminatas al desierto, se despertó rodeado de muertos. Conoció a mi abuela Satenig y tuvieron tres hijos, mi padre Yervant es el más chico, el mayor Agop y el del medio Bedig. De parte de mi mamá, mi abuelo era Torós Adjemian que nació en Bulgaria y vivió en el orfanato armenio de Beirut, vino a Argentina creyendo que había muerto su mamá, mi bisabuela, pero luego se reencontraron. Una historia muy fuerte: a mi bisabuelo Adjemian lo matan los turcos; sus dos hijos, mi abuelo Torós y su hermano Garabed son llevados a un orfanato y pierden a su mamá. Cuando finalmente se encuentran, vienen a Argentina. Torós conoció acá a mi abuela Zaruhí Baklaian que también pasó un momento muy extremo en el Imperio Otomano. Se casaron, tuvieron tres hijos: Esteban, mi mamá, Ángela, Anyel, como la llamamos todos y Sarita. Mis padres nos inculcaron a mi hermana Mariana y a mí los valores de la comunidad, la importancia de la pertenencia, de todo lo que eso simboliza y lo que significó el genocidio en nuestras vidas.
—Tu formación.
—Fuimos a San Gregorio, fuimos scouts en Ararat, algo muy importante. Allí entendimos el sentido del ieghpairutiún (hermandad) y su lema partsratsir, partsratsur (elévate y eleva) como el valor del trabajo en equipo. Fui parte de Unión Juventud Armenia (UJA) con líderes como Hugo, Pablo, Yanik, Kevork, todos muy importantes en mi vida. Lograron mi compromiso con el Tashnagtsutiún. Lo hice hasta mi adultez y ahora con mucho orgullo soy parte de la FRA-Tashnagtsutiún. Mis hijos continúan el legado que les transmitimos con mi esposa. En la escuela conocí a mis amigos que aún conservo como hermanos, mis amigos en UJA y mi participación activa en la colectividad hizo que también conociera a mi esposa con la que tenemos una familia hermosa, que me hace muy feliz, fue gracias a esta pertenencia armenia en la que me crié. Todo lo que uno hace por participar y militar, no solo el genocidio, sino por el compañerismo. Algo que me gustaría destacar: en los 90 con UJA hicimos un festival de música, chicos armenios como nosotros pero que tenían sus bandas de rock, Hai Vokí, que hacían temas de Metallica, por ejemplo, todo en armenio. Llegamos a confrontar a los líderes de aquel momento que nos cuestionaban el espacio pero los jóvenes nos desarrollamos de todos modos. Por eso considero que UJA me ayudó a formarme como persona. Quiero agradecer el valor y el esfuerzo de mis padres por esta formación en el ámbito de la escuela y las instituciones. Estudiar en la UBA me significó abrir la cabeza y a partir de los viajes por mi trabajo me dio la opción a la reflexión, a una nueva perspectiva, quebrar paradigmas o los preconceptos y lograr pensar diferente. Estoy siempre pensando cómo puede evolucionar más la comunidad. Fui varias veces a Armenia y en una de las conferencias a las que asistí recuerdo a Khatchik DerGhougassian hablando sobre el desarrollo de la comunidad. Un armenio distinto, integrado en una sociedad donde es nacional pero con una personalidad armenia muy definida. En este camino, desde IARA también, empezar a trabajar en el post reconocimiento del genocidio, porque eso va a pasar pero tenemos que estar preparados. Como cuando Armenia se independizó, que fue un hecho exógeno al trabajo de las colectividades porque fue a partir de la caída del Muro y mucha gente que trabajaba por eso sintió que estaba terminada su labor con la causa armenia.
—Sos activo en la comunidad, ¿cuál es tu visión?
—Acá me gustaría ser más reflexivo. Antes todo era más cerrado, sin ser un gueto, lo que no era armenio no era bueno. Hoy veo un pensamiento diferente, somos una comunidad más insertada. Recuerdo cuando éramos chicos estaba la discusión si éramos armenios o argentinos y eso hoy ya no existe. Somos argentinos, por supuesto, con una identidad y con un origen armenio y eso me da mucha alegría, como ver a los colegios armenios con alumnos no armenios que luego participan de nuestras actividades culturales, van a la marcha y pelean por los derechos igual que lo hacemos nosotros y ver que a la juventud armenia le importa lo que ocurre en el país. Ya en la declaración de la FRA-Tashnagtsutiún se establece que puede ser parte cualquier sujeto, esa visión que tuvieron los fundadores en 1890 hoy la vemos en una comunidad abierta. Y con mucha esperanza, porque hace poco tiempo atrás, se notó que decaía el interés cultural, se hablaba de una comunidad que se diluía, hoy siento completamente lo contrario, que tenemos una colectividad mucho más preparada, más profesional. Falta mucho, sin dudas, pero la creación de IARA es un punto de inflexión muy fuerte donde por primera vez todas las instituciones pueden confluir y generar diferentes estrategias de trabajo conjunto, como lo que se hizo con la Fundación Gulbenkian: ese intercambio de estudio sobre el idioma es un hecho muy importante. Esto genera una expectativa de que vamos a seguir creciendo como argentinos de origen armenio. Es muy importante entender que somos una parte importante de la sociedad que supo insertarse y es el mejor homenaje que le podemos hacer a nuestros abuelos que tuvieron que padecer los sufrimientos generados por Turquía y que es lo que ellos se merecen.
Un objeto. Tuve la oportunidad de viajar con mi familia entera, mi esposa, los chicos y mis padres a Armenia. Fuimos a Estambul que es donde nació mi papá, ahí estudió y celebramos su cumpleaños número 84. Fuimos al colegio Mekhitarian donde se formó: por un lado, él tiene su foto de egresados de ahí y mis hijos con una foto de los egresados del año anterior. Esa continuidad de vida me genera una emoción muy fuerte, nunca fue fácil para un armenio vivir en Estambul. La otra foto es la de mis hijos en el lugar donde mataron a Hrant Dink.
Lala Toutonian
Periodista
latoutonian@gmail.com