Preservar la memoria
Nuestra comunidad ya tiene más de un siglo de existencia en América del Sur. Desde el día mismo de la llegada de los primeros refugiados que huían de los efectos del genocidio de armenios, una nueva historia comenzó a escribirse en estas tierras. Todos nosotros tenemos un relato familiar que narrar de la mano de la voluntad y sacrificio puestos de manifiesto por nuestros mayores para sobrevivir primero y recrear luego las condiciones para que la identidad armenia quede firme e inalterable a lo largo de las generaciones.
Y por cierto, tuvieron éxito. Casi todas las organizaciones políticas, sociales y culturales tuvieron su correlato en Argentina, Uruguay y Brasil. Por supuesto, la Iglesia Apostólica Armenia fue también una de ellas pues su presencia casi coincide con los principios del siglo pasado.
Revisando los archivos del Diario ARMENIA es posible aproximarse a la realidad de la primera generación donde la creación de las distintas agrupaciones compatrióticas fue parte de una colectividad que ya comenzaba a asomar con sus escuelas, iglesias y clubes. También la prensa tuvo un pasado importante en nuestras latitudes de la mano de decenas de publicaciones y audiciones radiales de las que una inmensa mayoría ya no existe.
Podemos referirnos también a los coros, conjuntos de danzas, grupos de teatro y muchas otras manifestaciones comunitarias que han quedado en el camino del recuerdo. Todos y cada uno de estos emprendimientos fueron vivo testimonio de una comunidad pujante, progresista y también cambiante, con la facilidad de adaptarse a las crisis y por qué no, crecer en tiempos de bonanza.
Sin embargo, algo falló en la construcción de la historia comunitaria y es que por lo general las huellas de las entidades desaparecidas se perdieron en el tiempo. Esta falencia de no conservar registro de actividades y hechos del pasado también es aplicable a muchas de nuestras instituciones del presente. Realmente son muy pocas aquellas que pueden afirmar que su inestimable historia está atesorada adecuadamente.
No hay error en la afirmación de que sin historia no hay presente y mucho menos futuro por esperar. Todos tenemos recuerdos y vivencias que almacenamos como algo valioso y parte importante de nuestras vidas. Y las instituciones, clubes y colectivos culturales también tienen una extensa trayectoria que deben preservar como evidencia viva de su existencia.
Por fortuna ha habido algunas excepciones en nuestra comunidad que es necesario recordar. En los últimos años son destacables los esfuerzos de la Asociación de Amigos del Coro Arax en editar la vida de ese pilar de nuestra cultura musical a través del relato de su director Jean Almouhian. También en esa línea es loable la pujanza de un grupo de asociados de Homenetmen de publicar el invalorable libro de su historia entre 1927 y 2012.
El martes pasado la comunidad pudo presenciar la presentación de la página web del Coro Gomidás. Un grupo de sus coreutas tuvo la novedosa idea de reunir material gráfico, fotográfico, y de audio y video, para construir una línea de tiempo donde quede asentada la rica trayectoria de la agrupación coral fundada en 1929. Partiendo desde su propio impulso para reunir el material de archivo y los aportes económicos personales, los integrantes del Coro Gomidás exponen así su inapreciable recorrido musical a través de más de ocho décadas de verdadera vocación de servicio a la iglesia y comunidad armenias. Un extraordinario ejemplo para imitar.
La historia que no se cuenta, puede quedar en el olvido. Y el olvido de nuestro pasado es uno de los mayores pecados porque afecta nuestra identidad y contribuye a su disolución.
Jorge Rubén Kazandjian