Opinión

Progresista o reaccionario. Ésa es la cuestión

15 de agosto de 2018

nikol-pashinyan-0501Cuando el movimiento liderado por Nigol Pashinian llegó al poder, el pueblo armenio sintió que finalmente alguien escuchaba sus reclamos y lo conduciría hacia ese futuro que muchos políticos pregonaban en sus discursos, pero que luego pocos o casi ninguno hacía nada en realidad para cumplir con su palabra empeñada.

El líder de la autoproclamada "revolución de terciopelo" también hizo muchas promesas a sus seguidores y algo no habitual, también incluyó a la diáspora en sus deseos de una nación armenia digna de sus merecimientos. Pashinian habló de lo mucho que iba a corregir mediante el esfuerzo y la dedicación de su equipo de trabajo que por entonces apenas asomaba.

Llegó a primer ministro con el respaldo popular, pero necesitó del voto parlamentario de propios y ajenos para sentarse en el sillón que dejó vacante su antecesor Serge Sarkissian. El crédito que recibió fue inmenso porque puede decirse que prácticamente no tuvo oposición entre la población que no se movilizó en las manifestación a su favor. Aseguró que llegaba para llevar a buen puerto las esperanzas de todos los armenios y que no habría espacio para las "vendettas" políticas, término que utilizó puntualmente para graficar su actuación política a partir de alcanzar el poder.

También viajó a Moscú, donde acudió antes de comenzar su gestión para congraciarse con Vladimir Putin, mandatario de Rusia, país al que criticó ferozmente durante su actuación parlamentaria. Habló de erradicar la corrupción y los monopolios y sólo se dedicó a perseguir a un flanco de los mismos, consagrándose a negociar con el sector que lo apoyó en el Parlamento.

Se acercó al Tashnagtsutiún, a pesar de tener poca simpatía por el más que centenario partido, seguramente por la influencia de su ¿ex? mentor político Levón Ter Petrosian, porque necesitó de sus votos en la Asamblea Nacional.

Apenas en el comienzo de su gestión tuvo un serio encontronazo parlamentario con representantes de dos de sus aliados, los ministros de Trabajo y de Desarrollo Económico e Inversiones, por su tozudez en hacer aprobar una modificación a la ley de retiros y pensiones, muy cuestionada por los trabajadores armenios. La ministro de Trabajo renunció, pero Pashinian fue prontamente a buscarla.

Su cruzada contra los "malos" dio comienzo pronto. Casi espontáneamente las autoridades policiales recobraron su memoria y comenzaron a recordar quiénes eran los delincuentes y los pusieron rápidamente a disposición de las cortes que también sufrieron una transformación sorprendente, porque sus fiscales y jueces recuperaron sus conocimientos legales y se dedicaron a ¿impartir? Justicia.

En este contexto surgió una rimbombante detención. Fue encarcelado el expresidente Robert Kocharian, acusado de ser el responsable de la muerte de manifestantes y policías durante las manifestaciones opositoras de marzo de 2008. Curiosamente, pocos recuerdan el rol de Pashinian comandando los militantes de Ter Petrosian que exigían una nueva elección porque habían perdido en las urnas una votación en manos de otra caterva que utilizaba las mismas armas fraudulentas que ellos para alcanzar sus objetivos.

De pronto, las promesas de no ejercer la revancha quedaron en la nada. Por supuesto, los hechos ocurridos diez años atrás fueron gravísimos y merecen ser investigados y juzgados sus responsables. Pero lo inentendible es que los mismos instructores y jueces que durmieron la causa una década entera, la revivieron y encarcelaron a Kocharian casi sin darle oportunidad de defensa. Obviamente, la apelación del expresidente fue considerada por el Tribunal de Apelaciones y su liberación es ya un hecho.

Entonces, el choque ideológico con el Tashnagtsutiún no pudo evitarse porque su dirigencia reclamó por impartir justicia de acuerdo a las leyes vigentes. Esa demanda no cayó bien en Pashinian y su gente, que pronto comenzaron a atacar a la FRA con argumentos fútiles e improcedentes, incitando al Tashnagtsutiún a abandonar el gobierno si no estaba de acuerdo con el manejo político del premier.

Para el bien de Armenia, todos deseamos el éxito de sus gobernantes, pero ese deseo no puede colisionar con la reaparición de viejas prácticas absolutistas que descalifican al compañero de ruta, desmintiendo el perfil progresista que se proclama.

Ojala que se recapacite, para el bien de Armenia, su pueblo y nación.

Jorge Rubén Kazandjian

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