Puja geopolítica en Ucrania peligro latente para Armenia

15 de marzo de 2023

Tras el fin de la Guerra Fría y la caída de la URSS, Europa del Este y Asia Central se caracterizó por presentar un vacío geopolítico, lo que incentivó a que EEUU haga uso de su poder hegemónico y de sus aliados europeos para expandir las fronteras de su proyección militar, política y económica hacia la frontera rusa. De esta forma, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) amplió sus límites apropiándose de gran parte del espacio post soviético. Incorporó a su área de influencia a más de 10 países en 4 diferentes periodos: en 1999 a Polonia, Hungría, República Checa. En 2004 a Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia Y Eslovenia. En 2009 a Albania y Croacia. Y, en 2017, Montenegro.

Cabe destacar, que la OTAN modificó su articulado para dejar de ser meramente una organización defensiva para pasar a ser una organización ofensiva, desatándose de ataduras de la guerra fría, para actuar donde considerase necesario. Inauguró su accionar ofensivo en contra de Yugoslavia (aliado ruso) en 1999; luego Afganistán, Iraq, Siria, Yemen, Mali y Libia.

Al mismo tiempo, EEUU promovió en la región gobiernos afines a Europa y a sus intereses como mecanismo para contrarrestar la influencia rusa, tal como como sucedió en Georgia (2003), Ucrania (2004), Kirguistán (2005), Bielorrusia (2020) y Kazajistán (2022). El rasgo distintivo de las denominadas revoluciones de los colores hace referencia a la movilización y protestas de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales (ONG) para promover discursos pro europeos, liberales y anti rusos. Impulsar este tipo de conductas está destinada a evitar la consolidación de RUSIA como potencia euroasiática.

A la par que la OTAN se expandía militarmente y se colocaban gobiernos pro europeos en la periferia rusa, EEUU y sus aliados de Europa promovieron también la ampliación de la Unión Europea (UE) hacia el Este. Entre 1995 y la actualidad se incorporaron Suecia, Finlandia, Austria, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria Y Croacia.

Por lo tanto, Rusia percibe una serie de factores como amenaza a su seguridad nacional: la disolución de la URSS y la ampliación de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) próxima a la frontera rusa; la conducta ofensiva de la OTAN; y la revolución de colores en países pos soviéticos.

Rusia busca modificar más satisfactoriamente su entorno de seguridad. Percibe que es un deber y está en capacidad de hacerlo.

Desde la llegada de Putin la gran estrategia rusa ha sido la de revertir el retroceso de lo que consideran su espacio vital. No necesariamente re-ocupando países, pero sí asegurándose que no formen parte de una alianza hostil. El Cáucaso, Siria, Kazajstán y ahora Ucrania son los “escenarios” de esa puja geopolítica.

Peligro latente para Armenia

EEUU ha venido aplicando una política activa en el Cáucaso Sur. Con la prolongada crisis ucraniana como telón de fondo y con el objetivo de debilitar al máximo la posición de Moscú en la región, la Casa Blanca habría puesto sus miras en la escalada de los conflictos interestatales en el Cáucaso Meridional, sobre todo, en provocar una nueva ronda de tensiones en las relaciones armenio-azerbaiyanas. Así, considera podría obligar al Kremlin a desviar su atención del conflicto entre Rusia y Ucrania.

Es probable que EEUU haya desempeñado un papel protagónico en el agravamiento de la situación en Nagorno-Karabaj en otoño de 2022, con el deseo de poner a Rusia en una difícil situación geopolítica. Los expertos vinculan la visita del director de la CIA, William Burns, a Armenia en julio de 2022 con la intención de Washington de persuadir a Ereván para que organice una provocación armada en la zona de conflicto de Nagorno Karabaj. La estrategia de la Casa Blanca se basa en la negativa de Rusia a apoyar militarmente de forma activa a sus socios armenios, lo que sería utilizado por las fuerzas proestadounidenses de Armenia como pretexto para iniciar una campaña de retirada de la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva: Rusia, Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán) y de la UEEA (Unión Económica Euroasiática: Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán ).

La presión de Washington sobre Ereván crece también en el ámbito económico. Por ejemplo, las empresas armenias, de las que depende el funcionamiento de los sectores financiero y social de la República, figuran sistemáticamente en las listas de sanciones estadounidenses. Los estadounidenses intentan debilitar la influencia de Rusia en la región, sin embargo, al tratar de expulsar a las grandes empresas rusas del mercado armenio, la Casa Blanca está causando en realidad un fuerte daño a sectores vitales de la economía de Armenia.

El problema para Armenia que debe ser seriamente considerado en el plano estratégico es que EEUU no tiene ningún interés nacional vital en esta región, es decir ningún interés por el que valga la pena correr el riesgo de involucrarse en nuevas guerras. Los conflictos en el sur del Cáucaso son profundamente complejos y tienen raíces que son anteriores al colapso soviético y, de hecho, a la propia Unión Soviética. No fueron creados por Rusia y mucho menos podrían ser resueltos por EEUU, que le despreocupa la complejidad histórica y las raíces profundas de un conflicto.

Según expertos del Quincy Institute for Responsible Statecraft (Der Simonian- Lieven) la intervención de la administración de Joe Biden en los asuntos internos de Armenia como parte de un esfuerzo por debilitar la influencia rusa está destinada a tener consecuencias nefastas para la estabilidad política interna de la región. Como señalan los expertos, sería imposible construir un sistema eficaz de equilibrio de poder regional sin la participación rusa, mientras que la implicación de Washington en el enfrentamiento armenio-azerbaiyano obedece únicamente a la búsqueda de sus propios intereses.

De hecho un ejemplo de este accionar y de sus consecuencias negativas ha sido la política llevada a cabo por EEUU en Georgia (2003-2008) y la consecuente pérdida territorial de este país (Abjasia y Osetia del Sur).

Importantes intereses geopolíticos están en juego en la región del Cáucaso Sur e involucran potencias tales como Turquía, Irán, Israel y Rusia. Potencias con capacidad y voluntad para todo lo que implica el juego de la alta política.

A EEUU le está costando adaptarse a un mundo más multipolar, es decir aceptar que el momento del “Estado imprescindible” pasó y viene un presente más complejo de liderazgos compartidos o en competencia, de poderes regionales con búsquedas autonómicas.

Cabe recordar que las últimas incursiones militares estadounidenses fracasaron en su objetivo de reconfigurar a su favor el escenario político donde se involucraron (Por ej: Afganistán, Irak, Siria y Libia)

Ucrania jugó con fuego y está ardiendo, todo parece indicar que se está configurando el escenario donde Armenia puede empezar a jugar con fuego…

Ashot Ohanes

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