Entrevista al Director de Comunidades Armenias de la Fundación Calouste Gulbenkian

Razmik Panossian: “Las culturas son influenciadas por otras, evolucionan y cambian. Si no lo hacen, mueren”

21 de enero de 2020

El primer acercamiento ocurrió en 2017. El director del Departamento de Comunidades Armenias de la Fundación Calouste Gulbenkian, Razmik Panossian visitó por primera vez a las comunidades armenias de Sudamérica gracias a las gestiones del profesor Khatchik DerGhougassian. Durante su viaje, Panossian conoció la mayoría de las instituciones comunitarias de Buenos Aires, Córdoba, Montevideo y São Paulo, con especial énfasis en las escuelas. La visita fue el puntapié inicial para una serie de proyectos que están cambiando la vida comunitaria de una región que cuenta con una de las diásporas armenias más grandes en términos numéricos, pero con -relativamente- poca influencia en la vida armenia en general.

Desde su fundación en 1956, la Fundación Gulbenkian siempre apoyó a las escuelas armenias de la región con envíos de fondos. Pero esta vez el proyecto fue más ambicioso. Primero, se comenzó a partir de 2017 con la participación de docentes y alumnos de Sudamérica en el Campamento Zarmanazan de la Fundación, un espacio inmersivo donde un conjunto de jóvenes, docentes y facilitadores viajan por un mes a un predio en los Alpes suizos para perfeccionar el idioma armenio occidental. Las escuelas sudamericanas se comprometieron con el proyecto y trabajaron en conjunto para, en 2018, organizar las capacitaciones para educadores de idioma armenio “Դէպի’ լեզուի ուսուցման բարելաւում” (“Hacia la mejora de la enseñanza de la lengua armenia”) con las expertas Ani Garmiryan, responsable del área educativa pedagógica del Departamento de Comunidades Armenias de la Fundación Gulbenkian, y la pedagoga Anahid Sarkissian. Las jornadas, organizadas por IARA - Instituciones Armenias de la República Argentina, contaron con una enorme participación de docentes de todas las escuelas armenias de la región y el apoyo de todas las instituciones. El proyecto continúa actualmente, en coordinación con directivos y dirigentes comunitarios.

Otro de los proyectos de la Fundación Gulbenkian fue la Encuesta de la Diáspora Armenia de 2019. Argentina fue una de las cuatro regiones seleccionadas para llevar adelante la investigación sobre la diáspora liderada por Hratch Tchilinguirian, quien visitó Sudamérica meses atrás para informar acerca del proyecto, y bajo el auspicio del Instituto Armenio en Londres. La propuesta se realizó también en Canadá, Líbano y Rumania.

Por último, a fines de 2019 el Diario ARMENIA anunció un proyecto apoyado por la Fundación Gulbenkian para digitalizar su archivo histórico, al que podrá accederse de forma libre y gratuita. Bajo el slogan “La historia de la comunidad armenia al alcance de todos”, se digitalizarán 89 años, más de 13.800 ediciones y cientos de revistas y números especiales en un solo sitio web.

Uno de los grandes responsables de estos proyectos que están revolucionando la diáspora armenia sudamericana es el director Razmik Panossian. Nacido en el Líbano y criado en Canadá, posó desde algún tiempo su mirada en Argentina, Uruguay y Brasil, donde encontró comunidades fértiles para trabajar e instituciones dispuestas a crecer. El Diario ARMENIA visitó su oficina dentro de la Fundación Gulbenkian en Lisboa, Portugal, que es desde hace tiempo un centro cultural muy importante en Europa.

—¿Cuál es el trabajo del Departamento de Comunidades Armenias?

—El Departamento es uno de los más antiguos de la Fundación Gulbenkian. Existe desde 1956 y solía llamarse Departamento para Medio Oriente. Desde el principio, una de las cosas importantes que hacemos es otorgar becas universitarias. Entregamos un millón de dólares al año en becas universitarias a estudiantes de temáticas armenias. Otorgamos becas de doctorado, maestrías, posgrados para personas que trabajan con estudios armenios, y algunas becas de pregrado en el Líbano y países donde no hay mucho apoyo estatal a la educación. También brindamos becas a jóvenes investigadores armenios en Armenia que viajan al extranjero para hacer conferencias con el objetivo de que tengan exposición internacional.

Cuando llegué hace seis años y medio, lo hice proponiendo un plan de cinco años sobre cuál debería ser nuestro objetivo estratégico y en qué deberíamos especializarnos. Una de las cosas que surgen como muy importantes es el armenio occidental. Es un idioma que está en peligro y es el idioma de la diáspora. Fui a diferentes comunidades para averiguar cuál era el problema principal y casi todos hablaban del idioma. Entonces desarrollamos una serie de programas sobre eso. El campamento Zarmanazan es parte de ese proceso.

No estamos hablando de preservar el lenguaje, sino de revitalizarlo. Uno de los problemas que identificamos es que el idioma se volvió muy limitado porque se usaba solo para temas armenios. Hablamos en armenio sobre historia, sobre el genocidio, la iglesia y la literatura. Pero dejamos de hablar sobre el mundo en armenio. Y eso es muy peligroso para un idioma porque se vuelve muy restringido. Para los niños, el lenguaje se convierte en algo del pasado, de sus abuelos.

Entonces, ¿qué podíamos hacer para revitalizar el idioma? El lenguaje es para todos los días, hay que vivirlo. En la diáspora siempre significa que el armenio es un segundo idioma, no somos ingenuos, incluso en lugares como Medio Oriente. Entonces nuestra pedagogía, la forma en que enseñamos armenio, tenía que cambiar. Así que comenzamos a desarrollar programas, libros para niños, herramientas pedagógicas y materiales, junto con el campamento de Zarmanazan, donde creamos una ‘aldea’. El armenio como idioma se separó mucho del mundo tecnológico, así que comenzamos a incorporar tecnología al lenguaje, programas de corrección ortográfica que llegarán pronto, publicamos y digitalizamos libros en armenio occidental. Intentamos tener algunas aplicaciones para aprender armenio, pero ese era un problema diferente y no tuvieron mucho éxito. Ese es el componente del lenguaje. Y seguimos apoyando a las escuelas armenias en Medio Oriente hasta hace muy poco, cuando se nos ocurrió una estrategia especial solo para el Líbano, para que podamos fomentar diferentes formas de enseñar armenio en las escuelas libanesas.

—¿Por qué en el Líbano?

—Porque todavía hay una masa importante en el Líbano, hay entre 40.000 y 60.000 armenios. Tenemos casi 18 escuelas, por lo que hay una comunidad fuerte. El idioma sigue siendo un idioma cotidiano. Las escuelas en el Líbano están pasando por una gran crisis, ahora financieramente debido a la crisis, pero también están atravesando una crisis pedagógica. Están tratando de encontrar formas de mantener a los jóvenes comprometidos con el idioma armenio para que puedan seguir hablando cómodamente y producir, crear cultura en armenio. Hay casi 5.000 estudiantes en las escuelas armenias en el Líbano.Siria -especialmente Aleppo- fue el otro centro del armenio occidental. Pero desafortunadamente, esa comunidad básicamente colapsó debido a la guerra. Otros centros del armenio occidental son Beirut, Estambul -tenemos algunos desafíos ahí- y Los Ángeles.

Luego está el componente del trabajo en Armenia, el apoyo de la sociedad civil en Armenia. Estamos involucrados en educación cívica y apoyo académico, con la idea de que eventualmente en 20 o 30 años, Armenia va a cambiar.

Ani Garmiryan y Razmik Panossian en sus oficinas de la Fundación Gulbenkian, en Lisboa.

—¿Políticamente?

—En términos del ambiente. Nunca nos involucramos en política, pero queremos que Armenia sea abierta, democrática, respetuosa de los derechos humanos, económicamente próspera. La clave para eso es que los jóvenes se dediquen a los asuntos de la comunidad. Dio la casualidad que vino la revolución y sucedió lo que pensábamos que pasaría dentro de 20 años.

Luego, hay una pequeña parte del trabajo que son las relaciones turco-armenias. Alentamos el diálogo entre las comunidades y apoyamos diferentes fundaciones. Esos son los pilares principales: becas armenias occidentales, apoyo a la sociedad civil Armenia y el diálogo turco-armenio.

—Con respecto al campamento de Zarmanazan: el enfoque pedagógico es que tenés que vivir y experimentar en armenio. ¿Cómo podrían las instituciones armenias copiar ese modelo y tal vez crear esos entornos en sus propios lugares, no solo con los jóvenes sino también con los adultos?

-Copiar no sería la palabra correcta: No se puede ‘copiar’ algo, hay que adaptarlo. La clave es tener a las personas adecuadas. Estamos trabajando en la preparación de más y más facilitadores, pero lleva tiempo, dos o tres años, si no más. Nuestra visión es llevar el Zarmanazan a otras comunidades, para que las comunidades locales comiencen a hacerlo. Pero primero tienen que suceder ciertas cosas, necesitamos contar con los facilitadores que estén de acuerdo con una versión diferente del armenio.

La clave de Zarmanazan es que se trata del lenguaje, con el supuesto de que si se aprende el idioma, el aprendizaje sobre la identidad también va a estar presente, porque estás aprendiendo el idioma de tus antepasados. Ese cambio mental tiene que tener lugar. Lo segundo es que uno de los éxitos de Zarmanazan es que no hay un idioma dominante. Somos muy cuidadosos con eso. Zarmanazan está planeado con el mayor detalle, aunque parece ser espontáneo. De eso se ocupa Ani Garmiryan. El idioma común, la ‘lingua franca’, es el armenio. No decimos que tengan que hablar armenio con fluidez. Los niños son como esponjas, absorben el lenguaje. Hacen actividades en armenio, no les “enseñamos” armenio. Es un aprendizaje en base a proyectos y es divertido. Ya no asocian al armenio con estar en un aula con un profesor aburrido que nos va a decir ‘amot kezi’. Nunca les decimos que hablen armenio, simplemente sucede. Por supuesto, todo está planeado. Los niños que vienen con su armenio limitado se vuelven a sus casas y les piden a sus padres que hablen armenio con ellos. Pero no son miles y miles de personas, son solo sesenta y cinco, cincuenta menos de 16 años y quince de 17 a 23 años. Esperamos expandirlo de a poco. En 2021 haremos Zarmanazan en Estados Unidos.

—¿Para las personas de América del Norte o de todo el mundo?

—Ciertamente habrá personas de todo el mundo e incluso de Argentina y Uruguay. Sabemos que hay un gran interés en Argentina por hacer algo como el Zarmanazan, por lo que estamos hablando con algunas personas para ver cómo podría organizarse.

—En Argentina hay una escuela, el Colegio Jrimian, que tiene un eslogan que dice “Educación armenia para todos”. Sus estudiantes no son solo de origen armenio y eso es algo que recibe críticas desde algunos sectores que afirman que abrirse a la sociedad hace que se pierda la cultura armenia. ¿Cuál es tu opinión sobre eso?

—La “cultura armenia” podría haberse diluido cuando nos hicimos cristianos. Algunos conservadores ultra nacionalistas decían que el cristianismo era un concepto extranjero. Por supuesto que estoy siendo sarcástico. Siempre aparece un elemento conservador que afirma que existe la identidad o la cultura “pura” y todo lo demás lo diluye. Nunca hay pureza en ninguna cultura. Las culturas son influenciadas por otras, evolucionan, cambian… y si no lo hacen, mueren. Si sobrevivimos por al menos 5.000 años es precisamente porque nos adaptamos. Ahora estamos pasando por otro proceso de adaptación en la diáspora. Nuestra identidad se está volviendo diferente. Pero también somos armenios, porque tenemos la sensación de ser armenios. Somos muy diferentes de los armenios que viven en Moscú por ejemplo, no vemos el mundo de la misma manera, pero compartimos algo y es que decimos que somos armenios.

Si hay no armenios en una escuela argentina y están aprendiendo la cultura y el idioma armenio, entonces aún mejor, quizás al menos tengamos amigos que estén aprendiendo nuestro idioma y cultura. Algunos de nuestros grandes profesores contemporáneos de lengua y cultura armenias no son armenios. Hablan y enseñan armenio, pero no son ellos mismos armenios. Creo que tenemos que ser mucho más abiertos como personas para atraer a otros hacia nosotros, de lo contrario nos vamos a volver más y más pequeños, ‘guetizados’, y luego vamos a descubrir unos cientos de años más tarde que no quedan armenios sino que quedan dos solos, pero que son puros.

—Una de las proyectos que llevaron adelante para entender esto es la Encuesta de la Diáspora Armenia.

—La lógica de la Encuesta de la Diáspora Armenia surgió de lo siguiente: decíamos “los armenios piensan esto”, pero, ¿cómo sabemos que los armenios piensan eso? Tenemos cero pruebas. Cuando decimos que “todos los armenios se preocupan por el genocidio” o “todos los armenios se preocupan por Artsaj” -algo que deberían hacer (risas)-, no tenemos evidencias. Hay muchas preguntas sobre la identidad que no conocemos, por lo que pensamos que debíamos hacer una encuesta. Pero es muy difícil hacer una encuesta en una diáspora. ¿Quién es armenio? ¿Cómo los alcanzás? Entonces reunimos a un equipo de expertos y nos acercamos al Instituto Armenio en Londres para pedirles que lideren el proyecto. Así que lo financiamos y Hratch Tchilingirian lo dirige.

—¿Por qué eligieron a Argentina, Canadá, Rumania y el Líbano para hacer la encuesta?

—Las primeras cuatro ciudades (Boston, El Cairo, Marsella y Pasadena) fueron pequeñas porque era un proyecto piloto y era más fácil ajustar los errores. En 2019 queríamos que sea dispersa geográficamente y conocer acerca de las comunidades que generalmente están fuera de lo que la diáspora armenia “mainstream” piensa que es la diáspora. Argentina es una de esas comunidades que a menudo se olvida. Mi colega Khatchik DerGhougassian dice que “somos la periferia de la periferia”. Y cuando fui a Argentina, pensé que era una comunidad que se había mantenido con una estructura muy rica y con instituciones -que ahora se hablan entre sí por suerte- de cuatro generaciones. Queríamos conocer a Argentina en términos de una comunidad significativa que la gente en general no conoce. Pero también Argentina, de alguna manera, es el futuro de la diáspora. Durante cuatro generaciones no hubo tanta inmigración, tiene su comunidad original y se mantuvo. Tenemos muchas cosas para aprender de la diáspora armenia de Argentina. Luego elegimos Montreal, que es una comunidad única en sí misma debido a la división de idiomas inglés-francés, Europa del Este, nuevamente una comunidad de la que no sabemos mucho, Rumania, y pensamos que deberíamos hacer una en Medio Oriente, Líbano, porque Beirut es una comunidad importante. En el futuro queremos hacer Glendale, París…

—En Argentina decidieron apoyar la digitalización de Diario Armenia, el periódico armenio más antiguo de la región con casi 90 años. ¿Por qué decidieron apoyar el proyecto y cuál es su importancia?

—La respuesta más amplia es que estamos apoyando la digitalización de muchas cosas en armenio. La huella del idioma armenio en el mundo digital es muy pequeña. Hay algunos proyectos en Armenia, pero para el armenio occidental son muy limitados. Cuando surgió la idea de digitalizar los archivos y la historia de una de las comunidades de las que no sabemos mucho, pensamos que era una buena oportunidad para aceptar, porque entonces todo el mundo tendría acceso al idioma y a la historia de la comunidad.

—Una de las áreas en las que trabaja el Departamento de Comunidades Armenias son las relaciones turco-armenias. Queríamos pedirle su opinión sobre el reconocimiento del Genocidio Armenio por parte del Congreso de los Estados Unidos.

—El Parlamento portugués también reconoció el genocidio en 2019, algo que fue una sorpresa porque no lo hicieron por que haya una comunidad armenia -porque no la hay en Portugal-, sino que lo hicieron por razones morales. Realmente no trabajamos en el lobby, nuestro trabajo sobre las relaciones turco-armenias se encuentra principalmente en Turquía. En el caso de Turquía, comenzamos a involucrarnos cuando había muchas más oportunidades y la sociedad civil era más libre y abierta. En los últimos años se volvió cada vez más difícil.

—¿Cambió algo después del caso de Hrant Dink?

—Sí, por supuesto. La ironía de Turquía es que el mismo gobierno, el mismo partido y el mismo presidente que también era primer ministro, abrió enormemente el país y luego lo cerró nuevamente. No podemos ser ingenuos, el primer Erdogan fue el que dio también algunas oportunidades para que los armenios y las minorías realmente hablaran sobre la historia y el genocidio. Los armenios y las minorías comenzaron a hacerlo, y pocos años después, el mismo gobierno se tornó mucho más represivo y restringido. Para nosotros hay un motivo, pero ese no es mi trabajo.

Pero para trabajar en ese entorno, lo que me preocupa es que nuestros colegas armenios y turcos que son progresistas no sean abandonados porque el país y la situación empeoran. Ellos mismos nos piden que “hagan lo que hagan, no nos abandonen porque su apoyo, no solo financiero sino también moral, es muy importante”. Y eso es lo que hemos estado haciendo. Cuando Osman Kavala fue encarcelado, hicimos una declaración diciendo que habíamos estado trabajando con él y era una buena persona. Fue la primera vez en la historia de la Fundación. No nos involucramos en política, pero tampoco queremos darle la espalda a nuestros socios.

—Por último: ¿algún mensaje para las comunidades armenias de Sudamérica?

—Cuando estuve en Argentina hace unos años, me tomé unos días libres y me fui al sur, a Ushuaia. Alrededor de esa área había una exposición sobre los yámanas (un pueblo indígena nómade, del sur del país). Se desarrollaron durante 10.000 años, luego llegaron los europeos y desaparecieron, se extinguieron. En uno de los paneles sobre cultura e idioma había uno que decía “el último hablante de yámana en Argentina murió en 1934”. Y el lenguaje murió. Eso es exactamente lo que no quiero que le pase al idioma armenio. Depende de nosotros hacer algo.

La Fundação Calouste Gulbenkian, un núcleo artístico y social de Portugal
La Fundación Calouste Gulbenkian fue creada en 1956 luego de la muerte de Calouste Sarkis Gulbenkian (1869-1955), un empresario y filántropo de origen armenio que nació en el Imperio Otomano y se radicó en Lisboa. La Fundación cuenta con un museo que alberga la colección privada de Gulbenkian, una colección de arte moderno, una orquesta y un coro, una biblioteca de arte, un instituto de investigación científica y un jardín. La organización genera actividades culturales a diario y se logró posicionar como uno de los espacios más importantes en el centro de Lisboa. Además, trabajan sobre distintos proyectos sociales y solidarios.

Razmik Panossian: un intelectual al frente de los proyectos
Razmik Panossian nació en el Líbano y emigró a Canadá a los 12 años. Recibió su doctorado de la London School of Economics and Political Science, mientras que su tesis ganó el prestigioso Premio Lord Bryce a la Mejor Disertación en Política Comparativa e Internacional en el Reino Unido (2001) otorgado por la Asociación de Estudios Políticos de Gran Bretaña. Recibió su maestría de la Universidad de York en Toronto, Canadá, y su licenciatura de la Universidad McGill en Montreal. Se desempeñó como docente en la London School of Economics y en la School of Oriental and African Studies (University of London) sobre temas de nacionalismo, conflicto étnico, transición y democratización post-soviética y política comparada. En 2004 asumió el cargo de Director de Políticas, Programas y Planificación en el Centro Internacional de Derechos Humanos y Desarrollo Democrático, una institución federal canadiense dedicada a la promoción de la democracia y los derechos humanos. Gestionó la programación internacional del Centro en América Latina, África, Oriente Medio y Asia. Entre 2010 y 2012 trabajó como consultor internacional, incluso en el United Nations Development Programme en Nueva York. Además, es autor de The Armenians: From Kings and Priests to Merchants and Commissars (Columbia University Press / Hurst & Co., 2006). Razmik Panossian asumió como Director del Departamento de Comunidades Armenias en febrero de 2013.

Matías Romero
Editor del Diario ARMENIA
redaccion@diarioarmenia.org.ar

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