Reflexionando sobre el horror nazi, recordemos un holocausto anterior

13 de febrero de 2015

Holocausto_genocidioParalelos entre crímenes de lesa humanidad: Entre las pruebas presentadas por los fiscales del Tribunal de Guerra de Núremberg se encontraba el discurso pronunciado por Adolf Hitler a sus generales en Obersalzburg en vísperas a la invasión a Polonia. En esa exhortación a sus mandos, Hitler se preguntaba: ¿”Después de todo, quién habla hoy de la aniquilación de los armenios”?

Si la intención era sugerir que la masacre de millones de judíos polacos y otras “razas inferiores” sería olvidada por la historia, grande fue la equivocación del Führer. Lo que se conoce como Holocausto se ve ahora como uno de los eventos que definen el Siglo XX.

El martes 27 reflexionamos sobre tal hecho con especial intensidad, ya que se marcó el 70° aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, donde se estima que fue exterminado un millón de judíos. Ese día se conmemora como el Día del Holocausto.

Sin embargo, mientras que la industrializada campaña genocida de los nazis contra los judíos era única, había, como Hitler lo había señalado, un antecedente que este año conmemora su 100° aniversario.

A medida que el sitio web de la británica Día del Holocausto Fideicomiso señala: “El término” genocidio “fue utilizado por primera vez en 1933, en un documento presentado a la Sociedad de Naciones por el abogado polaco Raphael Lemkin. Él ideó el concepto respuesta a las atrocidades perpetradas por el Imperio Otomano-turco contra la población armenia entre 1915 y 1923. La página web explica que no se sabe a ciencia cierta cuántos armenios fueron asesinados en ese período, pero las estimaciones van de 1,3 a 1,9 millones.

Ello sugeriría que aproximadamente las tres cuartas partes de la raza armenia fue exterminada -una proporción mayor a la que ni siquiera Hitler imaginó liquidar de la población judía de Europa. Sin embargo, esto es un hecho muy poco conocido.

Hay una curiosa relación inversa entre este genocidio y el holocausto judío. Este último fue minimizado por los gobiernos británico y estadounidense mientras se llevaba a cabo, en gran parte porque tanto el presidente Franklin Roosevelt, como el premier Winston Churchill estaban preocupados en no dar al público la razón más leve para creer que era cierta la afirmación de Hitler que la guerra se estaba librando “por los judíos”. Fue sólo con el juicio televisado de Adolf Eichmann en 1961 que la verdadera naturaleza y escala del Holocausto incidieron en la conciencia pública en Gran Bretaña y América.

El proceso contrario sucedió con el genocidio del pueblo armenio. El cónsul de Estados Unidos en Alepo informó en sus despachos de 1915/16, que se producía “un gigantesco esquema de saqueo y golpe final para extinguir la raza armenia”. En su libro “La crisis Mundial”, Churchill escribió: “En 1915, el gobierno turco comenzó y llevó a cabo despiadadamente una infame masacre generalizada, acompañada de deportaciones de armenios en Asia Menor... Distritos enteros fueron borrados en un holocausto administrativo... No existe duda razonable de que este crimen fue planeado y ejecutado por razones políticas”.

Pero en la actualidad, los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña se niegan a utilizar las palabras “genocidio” y mucho menos “holocausto” para vincularlas a lo sucedido con los armenios. Esto es pura realpolitik. Hoy, Armenia, que tiene alrededor del 10% de su territorio histórico, es un país pobre sin salida al mar, que no representa gran importancia estratégica.

Por el contrario, Turquía es un país enorme, miembro de la OTAN, que posee una enorme importancia geoestratégica y su gobierno ha sido durante mucho tiempo intensamente neurálgico en la cuestión armenia.

Como el eminente abogado Geoffrey Robertson señalara en su reciente libro Un Genocidio Incómodo, mientras el gobierno británico afirma falsamente que ha pedido a Turquía trabajar con los armenios “para hacer frente a su historia común”, se sabe que esto no será posible mientras Turquía mantenga su obsesiva actitud negacionista y utilice el artículo 301 de su Código Penal para acallar a aquellos de sus ciudadanos que se atrevan a “insultar a la identidad turca”, al referirse a los acontecimientos de 1915 como genocidio. “Incluso grandes novelistas turcos, como Orhan Pamuk y Elif Safak, se han enfrentado a procesos penales en virtud del artículo 301, ésta última por haber hecho que sus personajes de ficción hablen sobre el genocidio de armenios.

Es como si el actual gobierno de Turquía quisiera defender la reputación del régimen ultranacionalista que controlaba el Imperio Otomano en 1915 hasta 1918, algo que el actual gobierno alemán no hace para justificar lo que hicieron los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Y el gobierno turco lo hace: En noviembre pasado, el director general para la planificación de políticas del Ministerio de Asuntos Exteriores, Altay Cengizer, afirmó que su gobierno estaba preparado para el centenario de los “hechos de 1915” y que “Turquía no se merecía comparecer ante el mundo como una nación que cometió genocidio”, “Estas reclamaciones se dirigen contra nuestra propia identidad”, puntualizó.

Parece que esa actitud corresponde a cierta gente. Hay muchos turcos que he conocido que se desesperan por la postura de sus gobernantes, y una de las razones es que Alemania tiena una alta consideración en la opinión internacional porque demuestra ser abierta y arrepentida sobre los crímenes cometidos por el régimen nazi.

Obviamente estas cuestiones son difíciles de abordar una vez que atendemos los espeluznantes detalles, más allá de las meras cifras. En esencia, al considerar la presencia de las minorías cristianas armenias en Anatolia como una potencial amenaza para la desintegración del Imperio Otomano, el gobierno conocido como los Jóvenes Turcos puso en marcha un plan -cito al valiente analista político Cengiz Aktar- para “diseñar una homogénea población compuesta por musulmanes, destinada a constituirse en la columna vertebral de una nación turca a ser inventada”. Por lo tanto, claramente no había sitio para las poblaciones cristianas.

A partir del 24 de Abril los referentes masculinos de la población fueron asesinados en masa y las mujeres y los niños fueron enviados a lo que resultaron las marchas de la muerte (o reubicación) a los desiertos de Siria. El lenguaje utilizado en la justificación de los terribles hechos presagiaba al empleado por los nazis contra los judíos. Así, el Dr. Mehmet Resid, gobernador de la provincia de Diarbekir anunciaba: “Los malhechores armenios eran una carga de gérmenes nocivos que habían infectado el cuerpo de la patria. ¿No era el deber del médico exterminar los microbios?”

Otro paralelismo entre los armenios y los judíos de Europa fue que ambos tendían a ser comerciantes exitosos, de mayor nivel que la población general. Hubo coincidencias en los beneficios obtenidos a través de la eliminación y la posterior expropiación que tuvo al Tesoro Otomano como principal beneficiario.

Mientras que el bacilo del antisemitismo sigue infectando las mentes de los hombres, en la destrucción de los armenios -la primera nación en convertirse al cristianismo, mucho antes del Imperio Romano - también tiene su versión moderna; aunque en este caso la incubadora es una forma de ideología religiosa y no racial.

En distintas franjas de Oriente Medio, los cristianos están sufriendo persecuciones. En Irak y Siria, las fuerzas del ISIS hicieron suyas las tácticas turcas del genocidio con los cristianos (hace un siglo atrás mujeres y niños armenios recibían la oferta de convertirse al Islam para no perder la vida) Y en un cruel remedo de los ocurrido a miles de iglesias armenias durante las masacres, el ISIS destruyó el Memorial del Genocidio e Iglesia armenia de la ciudad de Der el Zor.

Por mucho que algunas personas deseen erradicar la memoria o negar la evidencia de lo ocurrido a los armenios hace ya un siglo, este y todos los años, debe ser conmemorado. Pero no esperen que Washington o Westminster hagan el esfuerzo.

Dominic Lawson
www.thesundaytimes.co.uk

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