Seguir trabajando por la cultura de la liberación
En el mes de julio de 1908 los Jóvenes Turcos, invocando la libertad, igualdad y fraternidad para todas las naciones del opresor Imperio Otomano ocuparon el trono del Sultán asegurando construir un futuro mejor para todos. Esa incumplida promesa fue la nueva traición de la dirigencia turca, a comienzos del Siglo XX. Tergiversando los principios del Islam, el Comité Unión y Progreso intensificó el racismo, la intolerancia y la superioridad que caracterizan a la ideología imperialista turca, ejecutando el Primer Genocidio del nuevo siglo.
Hoy, más de un siglo después, las sucesivas administraciones de Turquía siguen actuando guiados por el engaño a los ciudadanos de todas las naciones que vivieron o viven todavía bajo su jurisdicción.
En ese mismo siglo los intelectuales de todas las naciones –algunas rápidamente, otras más lentamente– comenzaron a recorrer el largo camino hacia la verdad. El aparato estatal de la opresión turco-otomana, tanto para el interior como para el exterior, aplicó la doctrina del sometimiento para que las naciones originarias ni pensaran en ser dueñas de su destino.
El legado intelectual de la época del renacimiento cultural armenio, llamado Zartonk, fue preparando en el Siglo XIX el camino para la verdadera liberación nacional. Con la Madre Patria dividida en varios imperios, los revolucionarios comenzaron a ignorar las fronteras que, como lo definió sabiamente Kristapor Mikaelian, fueron dibujadas por tal o cual opresor.
Desmembrar esos límites de la mutua
ignorancia, preconizaban los líderes políticos que trabajaban como maestros ilustrando a los jóvenes con el alfabeto para que puedan –por ejemplo- leer a escondidas los luminosos textos de Raffi, llamado el profeta de la liberación armenia.
Más de un siglo después, los recursos técnicos han avanzado y siguen en plena transformación haciendo que la aplicación del mensaje del “Tebí yerguir” sea imprescindible para todos los dirigentes y gobernantes armenios.
No es que se deba recurrir a las recetas antiguas, sino que la clave del futuro venturoso para la armenidad reside en la concentración de las mejores ideas y los esfuerzos más sinceros al servicio de la justicia social, en vez de ser manejados y destruidos por las así llamadas “leyes del mercado globalizado” que tal como ocurrió durante el genocidio vuelven a desparramar a los armenios por el mundo.
La diáspora se reconstruyó después del genocidio gracias al trabajo mancomunado, basados en la fe, las familias y las organizaciones. Seguir cultivando la cultura de la liberación nos permitirá actuar como dirigentes eficaces y mejores forjadores del destino de nuestras comunidades, también como ciudadanos cabales de los países donde seguimos aportando solidariamente para el progreso y la convivencia entre los pueblos.
Carlos Luis Hassassian