Opinión

Ser solidarios

16 de febrero de 2017

Trabajo-solidaridad-El difícil contexto socioeconómico imperante en Armenia hace que cada día una o más familias tomen el camino de la emigración para encontrar en otros países aquello que su propia patria no pudo ofrecerles.

Sin ánimo de analizar en profundidad los motivos o los responsables de la situación que expulsa cada año a miles de ciudadanos armenios, debemos enfrentar la realidad de que cada semana uno o más grupos familiares arriban a la Argentina en búsqueda de un futuro mejor.

Un futuro que muchos eligen por las facilidades que brinda nuestro país a los inmigrantes, pero pocos de ellos llegan aquí en posesión de los medios suficientes para establecerse y comenzar su nueva vida.

Lamentablemente son muchos los armenios que pasan penurias hasta lograr conseguir una modesta vivienda para alquilar y un trabajo decente para poder subsistir. Ese arduo recorrido los pone frente a complejas situaciones relacionadas con problemas de salud, desencuentros familiares provocados por la obligada estrechez económica y no son pocos que adquieren o recuperan el viejo hábito de recurrir a la bebida para eludir un presente que los atormenta.

¿Y qué hacemos nosotros, los armenios de aquí? A veces tendemos la mano a alguno por cercanía, amistad o simplemente azar. Pero en general nos mostramos indiferentes a sus problemas y más de una vez cuando alguna familia recurre a la iglesia o a alguna institución comunitaria no recibe la respuesta esperada que por lo general es más que urgente.

¿Es un pecado nuestro comportamiento? Tal vez lo sea, pero me acerco más a la idea que nos hemos desacostumbrado a ejercer la solidaridad y transformado en indolentes e impasibles ante sus necesidades y no tenemos siquiera la voluntad de hacer un pequeño esfuerzo para asistir al hermano que llegó desde nuestra patria y se encuentra desamparado.

Pronto tendremos además a los refugiados armenios que llegarán de Siria merced a algún programa humanitario internacional. Seguramente serán unas pocas familias, pero también ellos vendrán atormentados por el dolor de haber perdido todo debido a la guerra que azota ese país.

La comunidad tiene muchos comerciantes e industriales que pueden ayudar proporcionando trabajo a quienes lo necesiten. Las organizaciones deberán replantear algunos de sus objetivos e incorporar algún programa que mitigue las perentorias necesidades de nuestros compatriotas.

Todos podemos ayudar de alguna manera aportando ese electrodoméstico que descartamos al comprar uno nuevo, o brindar tal vez el mínimo socorro que esté a nuestro alcance. De esta manera lograremos mitigar un poco la angustia que están padeciendo en estos momentos.

En esa dirección el Diario ARMENIA publicará a partir de esta semana una columna laboral (página nueve) que permitirá ofrecer o requerir servicios de toda índole. Podrán advertir a partir mismo del primer día la existencia de una oferta compuesta en su inmensa mayoría por armenios que buscan trabajo. No desviemos nuestra mirada, por el contrario mostremos nuestra solidaridad. Pensemos que al igual que ellos, nuestros padres y abuelos pasaron también por la dura experiencia de refugiados que recomenzaron su vida en estas tierras.

Los nuevos inmigrantes armenios no distan demasiado de aquellos. Por supuesto, no podemos equiparar el origen y los motivos del destierro a los sobrevivientes del genocidio, pero seguramente el espíritu de estos armenios también llega dañado por las circunstancias e imbuido de la esperanza de un mejor porvenir.

Jorge Rubén Kazandjian

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